(Comunicación presentada en las IV Jornadas de la AEP: Julián Marí­as: una visión responsable.

7-9 febrero 2008. Universidad Complutense de Madrid- Universidad San Pablo CEU)

Pere Queraltó  Segarra, Doctorando de la Universidad de Barcelona

I – INTRODUCCIÓN

En el preámbulo de mis estudios de doctorado tuve la suerte de entrevistarme con el coordinador de los mismos, el profesor Romero Baró. Allí, en su despacho de la antigua Facultad de Geografía, Historia y Filosofía, cerca de la Diagonal barcelonesa,  estuvimos conversando largamente sobre los cursos que se iban a implantar en el bienio 2003-2005, y me acuerdo perfectamente como la frase de Ortega: “yo soy yo y mi circunstancia” de Meditaciones del Quijote era continuada por el profesor: “y si no la salvo a ella no me salvo yo”.

Durante los cursos precedentes de Doctorado, las opciones elegidas por mí, de las diferentes asignaturas, me llevarían al terreno de la Ética, de Aristóteles, de la Fenomenología, y como no, de Ortega y Gasset y de Julián Marías, de la mano del Dr. Francisco López Frías, mi Director de Tesis Doctoral. Esa conjunción de elementos marcó el terreno para esa futuriza proyección hacia el estudio de la obra del filósofo vallisoletano cuando aún restaba en vida.  Así en un compendio de situaciones, algunas azarosas, otras no tanto, mi tesis doctoral va camino del estudio de una parte de la obra de Julián Marías, sobre todo, en lo concerniente a su visión de la Felicidad, tema que consolida y aúna  en un trabajo con ese mismo título.[1]

Verdad, libertad y Amor, tres grandes temas del pensamiento universal que son las bases y la encrucijada de mi estudio doctoral y que son reflejados con minuciosidad filosófica por Julián Marías.  Una verdad siempre presente en la obra del autor, abrazando la aventura del día a día, en una búsqueda constante con la libertad y el amor garantizando entrega total. Para Marías la auténtica filosofía implica la búsqueda humana de la certeza radical desde un punto de partida de una fundamental incertidumbre, ese salto al vacío que nos depara el vivir.  Es la necesidad típicamente humana de una verdad desde la cual vivir la propia vida. Los verdaderos problemas filosóficos, -como reflejará muy bien Marías- son los problemas de la gente real –los propios, los míos- por eso la verdad cobra una fuerza que trasciende la mera congruencia verbal. Pero la filosofía, como dirá el autor a lo largo de su obra, implica algo más que entender y buscar la verdad, significa entender y reentender, reinventar a medida que cambian las circunstancias, o tal vez para que puedan cambiar. Aunque las respuestas a nuestras preguntas puedan ser problemáticas e incluso imposibles esto sólo no es razón válida para no buscarlas –en cualquier caso no hay modo de saber por anticipado si tienen respuesta.-. La filosofía avanza planteando cuestiones.[2]

Esa fundamental y amorosa necesidad de expresar la tarea proyectiva y trascendental del vivir tendría que conjugarse con nuestra verdadera historia vital; nuestra historia de amor tendría que ser también nuestra historia vital, porque el amor no es una cosa, objeto, episodio que encontramos en forma definitiva, no es sólo algo que hacemos con alguien, no es un acto, y por ello no es algo presente y que está ahí de forma estática. Utilizando el lenguaje peculiar y particular de Marías, estamos “instalados” amorosamente en la vida del modo más fundamental, porque la condición amorosa es intrínsicamente elemental y vital en la vida humana que se precie y se digne a serlo.

Julián Marías ha concentrado el ejercicio de su reflexión intelectual sobre la compleja estructuralidad de la persona. Este es el tema clave de su pensamiento que en plena madurez ve en su obra Persona la culminación de su pensamiento, y en el que se encuentran no sólo consideraciones filosóficas sino también sociales. Pero es menester remarcar el progreso continuado que le ha ido llevando hacia esa cuestión, que ya está presente en sus escritos de juventud, sobre todo en Unamuno[3] ; su continuada profundización sobre unos cuestionamientos ideológicos son fruto de una coherencia en su obra que ve su plasmación en innumerables artículos, ensayos y libros, y por la que uno transita sin advertir grandes transformaciones radicales ni giros bruscos y excesivos, todo lo contrario, se hace latente una atención a los problemas del mundo y de la persona en una tónica de constante inspiración personal y continuada.

La filosofía de Marías es inexplicable sin la de Ortega, pero no es la de Ortega: tratándose de doctrinas que conciben el pensamiento como acción circunstancial, enraizada a un aquí y a un ahora. Las “instalaciones” de uno y otro les llevaron por derroteros diferentes; un cúmulo de circunstancias le llevaron a establecer su Magisterio lejos de las aulas, pero también ha identificar su pensamiento con otro acento, fruto de dos rasgos diferenciados: un notable influjo de Unamuno y  un profundo catolicismo intelectual y personal. Marías es el gran discípulo de Ortega, pero su obra  no es una renovación o prolongación de las ideas del mismo, precisamente porque en ese filosofar, para ambos confluye la misma idea: comprender la circunstancia, es decir, pensamiento circunstancial para entender las cosas y las situaciones en tres aspectos claves del quehacer humano: la meditación sobre la muerte, el hombre como persona y la novela como método de conocimiento.

Ortega dio cuenta de esa realidad radical que siempre ha buscado la filosofía, era justamente “mi vida” es decir, para cada cual su propia vida, esa estructura esencialmente dinámica de hacer y rehacer con lo que me rodea y que va creando la biografía de cada uno y que culminará con el acto final que no es otro que la muerte de cada cual. No es pues concebida como un proceso biológico, sino biográfico, y en él los ingredientes esenciales, que he mencionado en el principio son el “yo y mi circunstancia” que me rodea y me contorsiona para seguir siendo lo que intento ser. En el mismo año que Ortega creaba esa frase nacía Marías: era el año 1914.

Marías ha definido la filosofía como la “visión responsable”[4], como la exploración de la vida humana. No es una mirada al vacío, sino mirar analíticamente la vida como la vida de cada uno. Se trata de ver lo que está ahí delante, hallándole un sentido, interpretándolo de manera que podamos responder, dar cuenta y razón[5], como enuncia la revista de filosofía que lleva ese nombre y del cual fue editor. Y en ese análisis de la vida humana de Marías, hay, tras el plano metafísico que exploró Ortega, otro plano que ha denominado “estructura empírica de la vida humana”. En ese plano se cuentan, así de pronto, la corporeidad, la sociabilidad, la convivencia, la sensibilidad, la sexualidad, la instalación de mi yo en mi circunstancia.

Marías se pregunta ¿quién es el que vive?[6] En una pregunta que no pretende concluir con la respuesta de lo que llamamos hombre sino que hemos de llegar a la persona: La persona es alguien corporal, “El hombre” es una serie de estructuras con las que yo hago proyectivamente mi vida. Esta fórmula es la que le permite a Marías formular con nitidez a lo largo de sus libros la distinción entre la persona, el quien, que no está completamente hecho, y el qué que soy:  mi humanidad determinada, la facticidad, lo que me es dado para mi pretensión. Un alguien es justamente una realidad definida por acontecer y realizarse en forma de vida humana. La persona, como gusta de definir Marías, es “futuriza”, volcada hacia el futuro, siempre en una circunstancia que originariamente no ha elegido sino que le viene dada y que está en gran medida concebida por un grupo social que nos transmite esa amalgama de sentidos en forma de creencias que asumimos operativamente viviendo, pero sobre las que no reflexionamos ni convertimos en objeto de nuestro pensar.

Como decía en el inicio de esta introducción, el profesor Romero Baró, terminaba la frase de Ortega : “y si no la salvo a ella, no me salvo yo”. Marías ha insistido en la necesidad de ejercer la completa lectura de la frase: no se trata de una afirmación estática sino dinámica: lo que dice es que he de salvar la circunstancia, darle ese sentido que tiene que tener para mí. Cuando eso ocurre mi vida se llena de sentido (yo diría instalación amorosa) y ahí es donde me salvo yo.  La vida es el ámbito donde acontece el sentido de las cosas. Esas realidades mías son las que funcionan como el horizonte donde se configura nuestra existencia y las que aportan el material básico donde se construye. Es la “instalación” [7]– otro concepto originario de Marías- donde acontece esa realidad. Para Marías todo razonamiento filosófico se basa en la mirada de la vida humana, tal y como se nos muestra. Antes de filosofar, o incluso pensar, me encuentro viviendo, existiendo con las cosas, con los demás hombres y conmigo mismo. La vida es lo más cercano a cada cual: lo primero que hace el hombre es vivir.

Y en ese vivir, acontece el tema humano de la felicidad; los eternos temas son tales porque siempre están presentes  y en ese contexto hemos de situar el de la felicidad humana. Tema que Marías deja siempre entre líneas – “Quiero decir que aunque siempre la ficción orienta sobre cuales son las pretensiones reales no siempre lo hace in modo recto, sino que con mayor frecuencia hay que tomarla in modo oblicuo”-[8]en todas sus obras con una imprenta de coherencia y cohesión, y que en esta comunicación intentaré reflejar desde algunas de sus primeras obras, haciendo dos saltos generacionales[9] de alrededor de quince años, iniciándola en sus comentarios en la versión “Sobre la Felicidad” de Séneca del 1943 para proseguir en dos obras del mismo compendio temporal (Ensayos de Teoría en el 1954 y Estructura Social en el 1955) hasta llegar a su Antropología Metafísica del año setenta y que se culminará, de un modo diferente como anotaba al principio de esta comunicación con su libro “La Felicidad Humana “ en 1987.

El método adoptado por Marías para enfocar la cuestión es interesante, sobre todo, porque insiste en el aspecto dramático de la experiencia humana de la felicidad. Un elemento clave para él es que la felicidad comporta una proyección hacia el futuro y, en cuanto tal, es una forma de esperanza, que preanuncia siempre el advenimiento de una satisfacción mayor

II – LA FELICIDAD, UN PROYECTO, UNA PRETENSIÓN

Para Julián Marías el tema de la felicidad es presente ya en su pensamiento originario: resulta que viviendo y mirando mi vida veo que tiene un horizonte que se extiende desde el nacimiento, entendido como el pasado más absoluto, hasta el futuro más lejano: mi muerte. Y a la vista del horizonte limitado, mi carácter futurizo y amoroso aúnan un deseo de felicidad, en consecuencia una problemática contingente cargada del dramatismo particular de cada vida humana donde estos dos elementos, amor e ilusión serán los componentes esenciales .Al inicio de su escrito, en su traducción de “Sobre la felicidad” de Séneca,  el autor, con veintinueve años, aporta su visión en unos  comentarios que dejan entrever hacia donde ira su pensamiento sobre la felicidad, en el que los conceptos sobre la persona humana y sus trayectorias serán  ya protagonistas:

“. Séneca distingue agudamente dos puntos de vista; el que se refiere a la perfección del espíritu humano, a las calidades que éste posea o adquiera, y el que apunta al acierto de la vida considerada como una totalidad. La vida es algo limitado, breve, de que disponemos; nuestros días están contados; es menester buscar un fin y acertar. Séneca recoge un elemento que ya está presente en la ética aristotélica, donde se advierte que los hombres como arqueros que tienen un blanco para sus flechas, han de buscarlo para su vida. (Ética a Nicómaco 2, 1094ª 23-4)[10]

La vida consiste pues en constantes elecciones, y si no se ve con claridad que es lo que realmente proporciona sorbos de felicidad, entonces se elige lo que no importa y la decisión es equivocada. Sin lugar a dudas, ese menester buscar y acertar continua vigente doce años cuando nos habla del mismo tema en sus Ensayos de Teoría.

“El hombre tiene, pues , que acertar; no puede equivocarse, ha de elegir bien. En cada instante tiene que elegir entre las posibilidades. Y ninguna posibilidad basta ni satisface, porque cada cosa –como veíamos antes- no es la realidad; es real, tiene algo de la realidad, pero no es la realidad; al captar cualquier cosa tenemos la cosa real en la mano, pero la realidad se nos escapa. De ahí el constitutivo descontento de la vida humana…  La vida es constante preferencia y elección; y esta elección es una mutilación.”[11]

Y en su Antropología Metafísica utiliza el sentido de las flechas para indicar ese haz de proyección humana:

“la vida se hace hacia delante; el hecho de que acontece, su temporalidad, le marca esa dirección y ese avance que la futurición consiste… Ni soy sólo el presente ni solo el futuro: soy futurizo y esa “presencia” del futuro y del pasado hace que esté instalado en el tiempo y no simplemente lo “cruce”. La instalación es lo que hace que pueda proyectarme y no simplemente estar lanzado. La imagen de la flecha es justa, pero no completa; en rigor es el arco entero –con su tensión hacia atrás, de donde la flecha recibe el impulso, y el blanco hacia el que se orienta- el símbolo adecuado de la vida humana. Pero si se toma esta imagen en serio todavía hay que completarla más. Ese blanco, para que lo sea, hay que buscarlo, y por tanto es siempre uno entre varios posibles; apuntar es orientarse hacia varios puntos, proyectarse hacia ellos… La flecha es, en rigor, un manojo, un haz, cada una de cuyas flechas se orienta en una dirección, una de las cuales será la privilegiada.[12]

La felicidad, por tanto, consiste – ahora empezamos a ver en que estriba la felicidad, podemos intentar definirla formalmente- en la realización de cierta pretensión o proyecto vital que se construye dentro de un repertorio de circunstancias determinadas. Es decir se trata de cierta presión que yo ejerzo sobre las circunstancias, las cuales me permiten o no realizar esa pretensión, proyecto, programa o vocación. Si lo consigo , decimos que soy feliz; si no lo consigo, decimos que soy infeliz, desgraciado, desdichado, desventurado…[13]

Marías observa que lo más evidente es el empeño de los hombres en llegar a la felicidad y tratamos con las cosas con ese fin. El hombre es el único ser del mundo que no renuncia ni quiere renunciar a su felicidad. Por supuesto, y como muy bien señala Marías, para ser feliz cada uno necesita unas u otras cosas, pero la felicidad está intrínsicamente ligada al ser humano; en cada una de las pequeñas cosas que realmente nos interesan hay un halo de felicidad , como dice Marías: “Las cosas que buscamos, que queremos, que nos interesan, por las cuales nos afanamos, todas tienen como un trasfondo que es esa elusiva, esa improbable felicidad”. [14]

Sin duda, en el acercamiento del joven Marías al tema de la felicidad, las cuestiones vitales de su pensamiento, la filosofía como ese acercamiento a la verdad, la razón, como característica intrínseca del hombre, y la búsqueda perpetua para llegar a los más hondos saberes son ya una característica de sus primeros escritos:

 “La vida feliz es por tanto, la que esta conforme con su naturaleza, lo cual no puede suceder más que si, primero, el alma está sana y en constante posesión de su salud…    (y en el pie de página añade Marías)

Es la primera definición de la felicidad. La vida humana tiene una naturaleza, algo que la define y hace ser lo que es; concretamente, la razón, y es feliz cuando coincide consigo misma cuando es fiel a esa naturaleza racional.”[15]

“ La felicidad consiste en la conformidad con la naturaleza, por tanto, en el ser verdadero del hombre. La verdad y la felicidad son, pues, inseparables; más aún, la felicidad se identifica con la fidelidad a lo más profundo y auténtico del ente humano”.[16]

III LA FELICIDAD, ESE IMPOSIBLE NECESARIO

 En el titulo de mi comunicación,  de una manera inevitablemente no premeditada, puramente casual, invertí los términos, y titulé la felicidad como ese necesario imposible; ciertamente, como quedará demostrado, no es ese el encabezamiento que utilizará normalmente Marías, pero si que es cierto, que no es tan equívoca esa definición, porque a lo largo de la lectura de su capítulo dedicado a ello en Antropología Metafísica,  nos daremos cuenta que las dos frases, las dos definiciones, llegan a establecerse en diversos parajes de su ensayo.

La felicidad es necesaria, está intrínsicamente inscrita en el hombre pero es imposible por dos razones: una, porque no siempre elegimos bien de acuerdo con nuestra pretensión y dos porque aún suponiendo que la elección fuese acertada, uno no puede realizar más que una de las trayectorias posibles. Para Marías la felicidad es necesaria e intrínsicamente imposible por razones estructurales; pero también es un necesario imposible:

 “Una de las pocas cosas en que los hombres están de acuerdo-y los hombres están de acuerdo en poquísimas cosas- es que la felicidad no existe; y sin embargo no hay duda de que el hombre es el ente que necesita ser feliz.”[17]

“Si consideramos las repercusiones que la estructura de la vida tiene sobre la felicidad –  o , si se prefiere, como funciona le felicidad dentro de la estructura de la vida- hallamos una situación paradójica, que puede resumirse así: el hombre es el ser que necesita ser feliz y que no puede serlo. La pretensión a la felicidad es irrenunciable, porque coincide con la que constituye nuestra vida.”[18]

Con el título de “la Felicidad, ese imposible necesario”[19], Julián Marías nos acerca hacia el núcleo vital de su pensamiento entorno al tema de la felicidad en una frase que será utilizada ya para definir, en pocas palabras, tres solamente, hacia donde concluye el análisis del filósofo:

“Hablamos ciertamente de la trayectoria de una vida; pero si digo simplemente lo que he hecho y me ha pasado, no presento mi realidad completa, que incluye además lo que no he hecho, lo que me pudo pasar pero no me pasó, lo que he podido hacer y lo que no pude, lo que he querido hacer y luego he abandonado, o se ha frustrado o desvanecido. Es decir, hay una pluralidad de trayectorias, realizadas, iniciadas, abandonadas, frustradas, tal vez recuperadas, y todo eso compone mi vida.

Esta es la razón fundamental de que la felicidad sea imposible en este mundo, aun suponiendo que siempre acierte , y , que además pueda realizar eso que he elegido y preferido: tengo que renunciar a otras muchas cosas,, a otras trayectorias que también me atraen, son mías Vemos como la felicidad, por condiciones formales , por las condiciones estructurales de la vida humana, a última hora no es posible, pero nopuedo renunciar a ella. Por eso un capítulo de mi Antropología metafísica se titula “La felicidad, imposible necesario”.[20]

Vivir significaría , pues, estar en una contradicción interna que a primera vista parece ser insuperable, y en lo que acontece al tema de la felicidad, orientada al futuro y al mismo tiempo dramáticamente planeando en el horizonte, el tema de la muerte, la muerte de cada cual. Si uno, cada cual, pensase que la muerte es el fin total y absoluto, si cada cual pensase que la muerte es el fin infinito…¿para que pensar en la felicidad? Y sin embargo el ser humano no deja nunca de renunciar a ella.

Es innegable que la muerte introduce un peculiar dramatismo en la vida, y que Julián Marías ahonda en ese tema, directamente, en todas sus obras, y muy especialmente buscando esa verdad esperanzadora en la fe cristiana; pero justamente porque hay muerte, cada día adquiere un valor especial: podríamos decir que el horizonte de la muerte da un valor más importante a cada pedazo de felicidad que sepamos extraer del jugo de la vida. La perspectiva de una vida biológica determinada nos tendría que llevar a una selección cualitativa de todos nuestros deseos y anhelos, para no enturbiar ese paso por el indagar humano en la infelicidad.

En el fondo del corazón de  cada persona hay una búsqueda de felicidad. , un ansia de felicidad, un anhelo, quizás a veces una quimera, porque, con frecuencia, se olvida el trabajo de búsqueda. Pero el deseo de felicidad es, por definición, el estado habitual de cada ser humano; independientemente del lugar donde viva, sexo, raza, edad, creencia, condición social,  tiempo en el que vive, historia en la que se inserta.: lo que varía es lo que cada persona entiende por felicidad,[21] SU felicidad. Nada más eterno y contemporáneo que la búsqueda de la felicidad humana.. Es otro nivel, que está en el fondo de la vida cotidiana, un nivel al quepocas veces se accede, olvidado; un nivel que no tiene nada que ver con el de bienestar asociado a unas pautas de consumo y opulencia.  Entre los factores que convergen en muchas de las definiciones de felicidad aparecen; que es más fácil conseguirla en centros no muy grandes; que es más fácil hallarla allí donde se encuentra el amor, que es en definitiva el bien; que es un don,  una disposición y una actitud. Pedro Laín Entralgo, compañero generacional de Marías, nos acompaña con una definición muy personal sobre el amor:

“ Dijo Aristóteles y tantos otros han repetido luego que “el ser se dice de muchos modos”. ¿Pues qué podrá decirse del amor? Léase estas expresiones: amar a Dios, amar al prójimo, amor propio, amor a la gloria, amor a la verdad, amor erótico, hacer el amor, amor platónico, amor fraternal, amor conyugal, amor a la patria, amor a una profesión, amor a las plantas, amor a los animales… Una pregunta surge al punto: ¿cabe formular un concepto del amor capaz de comprender ese casi innumerable serie de acepciones?…

Por el momento y sin que enteramente me satisfaga, ofreceré una posible definición no metafísica sino psicológica y ética:

El amor es un estado psicoorgánico del hombre, de todo hombre que se le manifiesta como sentimiento y le mueve a procurar el bien de una cosa, una obra humana o una persona, y en este caso convivir como propia  lafruición o la perfección que esa acción haya deparado a la persona amada”.[22]

 Requiere, por tanto, aprendizaje y trabajo. Es más un estilo de vida armónico que un objeto en sí, y necesita generosidad para crecer. La búsqueda de la felicidad no se rinde ante la desesperación ni ante el sufrimiento. No rehuye el dolor. La felicidad es imposible necesario que requiere también de la fortuna, del azahar, pero, sobre todo, requiere de alguien, no de algo;  sin la persona, adecuada, sin el otro, sin el tu, la imagen de la vida individual, de la vida de cada  cual, queda sumida a la nada, y en el tema de la felicidad, de una proporción más acentuada:

 “Hay que tener en claro qué necesitamos para ser felices, y sobre todo a QUIEN necesitamos, porque las necesidades son primariamente personales, en el doble sentido de que yo soy persona y de que lo necesario es siempre a última hora algunas personas sin las cuales no podemos ser felices.”[23]

 Sin lugar a dudas, el proyecto, la futurización, el vector, la instalación, serán los términos más empleados por Marías durante este periodo de 1943 a 1970, a los que añadirá, a partir de 1987 con “La Felicidad Humana”, el de la ilusión, con el que concluye esta misma obra y que le habrán de servir para su Breve Tratado de la Ilusión de 1990.

“El hombre es una realidad utópica que es y no es, que es lo que todavía no es y tal vez no pueda ser: Consiste en una realidad proyectiva, futuriza, deseante, nunca lograda, nunca conclusa, en suma, utópica. A esto corresponde la felicidad como imposible necesario. Nuestra vida consiste en el esfuerzo por lograr parcelas, islas de felicidad, anticipaciones de la felicidad plena. Y ese intento de buscar la felicidad se nutre de ilusión, la cual, a su vez, es ya una forma de felicidad.”[24]

[1] J. MARIAS. La Felicidad Humana. (6ª reimpresión) Alianza Editorial, Madrid, 1987. El mismo autor define este libro como “la versión escrita de un curso hablado de una larga serie de conferencias” pp.9.

[2] H.CARPINTERO, Julián Marías y la historia de la filosofía., en “Cuenta y Razón”, 144 (2006) pp. 7-12.

[3]  H.CARPINTERO, Julián Marías, Editora Provincial, Valladolid, 2001, pp.25.

[4] Esa expresión  de Marías que encabeza el prólogo de Nuevos Ensayos de  filosofía  del año 1968 y el capítulo I de Antropología Metafísica de 1970, da titulo al primero de los estudios sobre el pensamiento de Marías hecho por H. Raley. En 1977. También es mencionado por H.Carpintero, El magisterio de Julián Marías, en “Cuenta y Razón”, 98 (1996) pp 57-64.

[5] Cuenta y Razón fue fundada en 1981 por Julián Marías y Javier Tussell.

[6] J. MARÍAS. Antropologia Metafísica, Alianza Editorial, Madrid, 1970, pp. 42.

[7], Antropologia Metafísica., cit.,Cap X i XI., pp. 85-97

[8]J.MARÍAS, La estructura social .Col.El Alción.R.Occidente, Madrid, 1972.

[9] Como menesterosa azorasidad nos surge el tema de las generaciones en esta comunicación; tema que el autor trató con rigor científico y teórico en dos obras: a finales del 1948 en su libro “El método histórico de las generaciones” y en 1989 en su “Generaciones y Constelaciones”.

[10] SÉNECA Sobre la felicidad.,( 6ª reimpresión), Alianza Editorial, Madrid, 2006. pp 43, pie de página 7.

[11] J.MARÍAS., Ensayos de Teoría, , (3ª ed.)  Revista de Occidente, Madrid, 1966, pp 92.

[12] J..MARÍAS, Antropologia Metafísica., cit.,pp. 108.

[13] J.MARÍAS., Ensayos de Teoría,cit, pp 93

[14] .J.MARÍAS. La Felicidad Humana, cit. pp 17

[15] SÉNECA Sobre la felicidad, cit. pp 50

[16] SÉNECA ibid, pp 54, pie de página 16.

[17] J.MARÍAS, Ensayos de Teoría, (3ª ed.)  cit. pp 83.

[18] Ibíd., p279. (el subrayado es mío).

[19] J.MARÍAS, Antropologia Metafísica ,cit., pp 279.La Felicidad Humana, cit. pp 22

[20] J.MARÍAS. La Felicidad Humana, cit. pp 29

[21] MARÍAS., Ensayos de Teoría,cit, pp 84

[22] P.LAÍN ENTRALGO, Crecer, esperar,  amar, Circulo de Lectores, Barcelona, 1993, pp 119.

[23] J.MARÍAS. La Felicidad Humana, cit. pp 36

[24] MARÍAS. ibid. , pp 385