Filósofa y ensayista española (Vélez-Málaga, 1904- Madrid, 1991), discípula de Ortega y Gasset, profesora auxiliar de Metafísica en la Universidad Central de Madrid y después en México y Cuba.

Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1981 y Premio Cervantes. Doctora Honoris Causa por la Universidad de Málaga.

En su filosofía, la razón poética es el método de acceso al tema central de la creación del hombre, una relación entre filosofía y literatura y una muestra de la insuficiencia del racionalismo.

Por Juan José Garcí­a

El nombre de Marí­a Zambrano evoca inmediatamente la razón poética: su método su modalidad de hacer filosofí­a. Esa filosofí­a suya, atenta desde el comienzo a las «razones del corazón»: Hacia un saber sobre el alma tituló en su juventud un ensayo que resultó programático de toda su trayectoria intelectual. El corazón se concibe como la voz de lo más profundo del hombre, las entrañas, que carecen de ella y cuyo gemir sólo él puede descifrar, para «decirlo» la razón: ésta podrá escucharlo si, abajándose, llega a la oscuridad de las raí­ces del ser humano, a sus í­nferos. Así­ iluminará lo que no puede vivir sino en la sombra, pero necesitado de la luz.

Desde el personalí­simo punto de mira de Zambrano, hacer filosofí­a será descifrar el sentir originario, ese sentir que acompaña a cada uno en su vida y que arranca de un origen no revelado, como el centro oscuro de la llama. Filosofar, para ella, consistirá en crear un medio de visibilidad en el cual pueda aparecer el logos de ese originario sentir, el logos de la entrañas, rescatado así­ en sus razones, razones cordiales, que no pueden formularse sino a través de una razón poética, ya que la razón «pura» no es capaz de hacerse cargo de la dimensión terrena, oscura, del hombre.

Razón poética por un doble motivo: por estar atenta al sentir, igual que la poesí­a, y también por ser una razón poiética, que configura en razones un sentimiento que cuando nace no puede sino ser confuso, oscuro, ambiguo. Pero, aunque poética, razón, porque no sólo manifiesta el sentir, tarea del poeta, sino que lo descifra, da razón de él: hace «entrar en razón» a la vida. Para lo cual muchas veces necesitará de la metáfora, ya que no debe cercenar ese sentir sometiéndolo a los lí­mites de una definición, ni tampoco abstraerlo de su dimensión temporal, textura básica de todo lo humano.

Marí­a Zambrano nace el 22 de abril de 1904 en Vélez-Málaga (España). Sus padres, Blas Zambrano y Araceli Alarcón, son maestros en la Escuela Graduada de Vélez.

Cuatro años más tarde la familia se traslada a Madrid. Marí­a Zambrano comienza a asistir a la escuela. Un año después están viviendo en Segovia. Allí­, Blas Zambrano se hace amigo de Antonio Machado, que fue profesor de Marí­a, y funda la revista Castilla (1917) y el periódico Segovia (1919), ingresa en la Agrupación Socialista Obrera y participa con Antonio Machado en la fundación de la Universidad Popular.

En 1911 nace Araceli, su única hermana.

Entre 1913 y 1921 hace el Bachillerato. En la biblioteca paterna lee a Unamuno, Ganivet y los autores de la llamada Generación del 98. Todos estos autores, y concretamente Unamuno, tuvieron una influencia decisiva en su pensamiento. Quizá tanto o más que su maestro Ortega. En 1914 publica su primer artí­culo sobre los problemas de Europa y la paz.

En 1921 inicia sus estudios de Filosofí­a como alumna libre en la Universidad Central de Madrid, a donde se traslada con su familia en 1924. Entre 1924 y 1927 completa los estudios asistiendo a las clases de Ortega, Garcí­a Morente y Zubiri. Forma parte de las tertulias de la Revista de Occidente.

En 1928 interviene activamente en algunos movimientos estudiantiles. Colabora en los periódicos El liberal (Madrid), La libertad (Madrid) y Manantial (Segovia). En el otoño de ese año le diagnostican una tuberculosis que la mantiene en estricto tratamiento hasta la primavera de 1929. En el verano presencia la caí­da de la dictadura de Primo de Rivera y de la monarquí­a. Las memorias de estos momentos que vivió con notable intensidad, están recogidos en Delirio y destino, una autobiografí­a escrita muchos años después, muy singular por su estilo, en la que pueden detectarse muchas pistas para comprender su pensamiento.

En 1930 publica su primer libro, Nuevo liberalismo, donde propone la renovación de éste, en el contexto de una crí­tica al racionalismo porque al pensar la vida no se puede prescindir del tiempo, una dimensión ineludible. Es notoria la influencia de Nietzsche aunque sin caer en el irracionalismo. Y también su defensa de los derechos de los más desposeí­dos.

A comienzos del curso 1930-1931, es nombrada profesora auxiliar de Metafí­sica en la Universidad Central y da clases en otros lugares. Trabaja en su tesis doctoral «La salvación del individuo en Spinoza», que publicará como artí­culo en 1936, aunque nunca la presentará como tesis. Este autor le deja una fuerte impronta en su modo de entender la libertad como aceptación de la necesidad que en ella reviste el carácter de una aceptación del destino.

Asiste a la proclamación de la República, participando activamente del momento polí­tico.

En 1933 colabora en Revista de Occidente, Cruz y Raya, Los Cuatro Vientos y Azor. Comienza a manifestarse en forma ní­tida su propio pensamiento.

En 1936 se casa con Adolfo Rodrí­guez Aldave, Secretario de la Embajada de la República Española en Chile. En Santiago de Chile publica Los intelectuales en el drama de España y una antologí­a de Garcí­a Lorca, que prologa.

En 1937 vuelven a España. Su marido se incorpora al ejército y ella vive en Valencia defendiendo la República Española. Escribe asiduamente en Hora de España.

Casi al final de la Guerra civil pasa a Barcelona, donde muere su padre en octubre de 1938.

El 28 de enero de 1939 cruza la frontera con su madre y hermana. Se va con su esposo a Parí­s, de donde partirá a México. Allí­ es nombrada profesora de Filosofí­a en la Universidad San Nicolás de Hidalgo (Morelia, Michoacán). Publica Pensamiento y poesí­a en la vida española y Filosofí­a y poesí­a, además de iniciar una fecunda colaboración con muchas revistas latinoamericanas. En el primero de esos libros es notable la influencia de la generación del 98. Sostiene que en España nunca ha dejado de haber pensamiento pero se ha dado de una forma distinta al resto de Europa: en la novela, en la poesí­a, en las guí­as. De ahí­ que Filosofí­a y poesí­a de algún modo recoja a nivel de planteamiento general esa unión entre ambas disciplinas que en Zambrano resultan inseparables.

El 1 de enero de 1940 está en La Habana, donde da clases en la Universidad y en el Instituto de Altos Estudios e Investigaciones Cientí­ficas.

Comienza a publicar en la revista Sur (Buenos Aires) los artí­culos que serán los tres primeros capí­tulos de La agoní­a de Europa (Buenos Aires, 1945). Surgen en esta meditación núcleos claves de su pensamiento sobre temas sociales e históricos, enfocados siempre desde una perspectiva filosófico-antropológica, que cristalizarán en Persona y Democracia, editado por el Departamento de Instrucción Pública de Puerto Rico en 1959, aunque habí­a concluido el libro años antes. Estos planteos se radicalizarán en La tumba de Antí­gona (México, 1967). En ellos establece el paralelismo que detecta entre lo que ocurre en la historia y lo que pasa a nivel más profundo en el hombre, concretamente en su dimensión religiosa; al punto que podrí­a decirse que su lectura de lo histórico tiene un sesgo decididamente ético-religioso.

Publica en 1943 La confesión, género literario y método (México), que supone un avance respecto de su artí­culo programático «Hacia un saber sobre el alma», publicado en Revista de Occidente, donde comienza a radicalizar la razón viviente de Ortega en el sentido de que una filosofí­a propia que intenta dar voz al sentir de «las entrañas», la dimensión pática del hombre. Según ha narrado Marí­a Zambrano en algunos reportajes Ortega toma conciencia de la nueva orientación que está tomando su discí­pula y se lo hace notar, quizá temeroso que lo que él proponí­a como razón vital acabara en una suerte de misticismo que consideraba incompatible con la filosofí­a.

En 1944 aparece El pensamiento vivo de Séneca, con una extensa introducción y una antologí­a de textos de este filósofo. Lo identifica como un pensador español y la lectura que hace de sus textos la hace desde el «estoicismo» que considera arraigado en la mentalidad hispánica.

En 1943 se va a vivir a San Juan de Puerto Rico, nombrada profesora de la Universidad de Rí­o Piedras. De todos modos sigue dando cursos en La Habana hasta agosto de 1946, en que viaja a Parí­s porque su madre está gravemente enferma; cuando llega ya ha fallecido. Su hermana ha sido separada de su marido -extraditado a España y fusilado- y ha sido torturada por los nazis. A partir de este momento vivirán juntas. Este episodio marca profundamente su pensamiento, concretamente en lo que se refiere a la historia en la que nadie puede desresponsabilizarse de lo que le ocurra al «hermano» En más de una oportunidad cita la pregunta que Dios hace a Caí­n sobre Abel.

Entre 1946 y 1948 ambas hermanas permanecen en Parí­s, gracias a la generosidad de algunos amigos. Entabla relación con intelectuales franceses.

En 1948 se separa de su marido.

Al año siguiente se establece en la Ciudad de México, en cuya Universidad le es ofrecida la cátedra de Metafí­sica que ha dejado vacante Garcí­a Bacca. Entre 1949 y 1953 vive en La Habana. Desarrolla una intensa actividad intelectual y docente. Escribe Delirio y Destino, que no publicará hasta 1989.

En 1950 edita en Buenos Aires Hacia un saber sobre el alma, donde recoge además de ese artí­culo suyo otra serie que ha venido publicando desde la década del treinta.

En 1953 abandona Cuba y se instala en Roma. Empieza a trabajar en dos investigaciones importantes: sobre la Filosofí­a y el Cristianismo -de la que surge en 1955 El hombre y lo divino, con una segunda edición aumentada en 1973-, y sobre los sueños y el tiempo. Fruto de esta última son algunos artí­culos que terminan integrando El sueño creador, publicado en México en 1965. Esta lí­nea de investigación continúa hasta el final de su vida: en 1986 publica en España una nueva edición corregida y muy aumentada y póstumamente aparece Los sueños y el tiempo (1992), que habí­a dejado terminado antes de morir.

En 1964 va a vivir a La Pièce. Al año siguiente publica España, sueño y verdad (Barcelona). Con motivo de estas publicaciones, José Luis López Aranguren escribe una extensa recensión en Revista de Occidente, que finaliza diciendo: «si Marí­a Zambrano se hubiera callado, algo profundo y esencial habrí­a faltado, quizá para siempre, a la palabra española» [2].

Durante los años que vive en La Pièce trabaja intensamente. Amplí­a El sueño creador y finaliza La tumba de Antí­gona (1967). Comienza Claros del bosque, que publicará en 1977 y marca un punto de inflexión por estar escrito í­ntegramente desde la razón poética. Prepara trabajos que más adelante integrarán nuevos libros: De la aurora (1986), Notas de un método (1989), Los bienaventurados (1991) y Los sueños y el tiempo (1992).

El 20 de febrero de 1972 fallece su hermana.

En 1977 reedita Los intelectuales en el drama de España (Madrid), aumentada con «Ensayos y Notas, (1939-1939)», escritos durante la Guerra civil, en su mayorí­a publicados en Hora de España. En 1986 hará una tercera edición bajo el tí­tulo: Senderos (Barcelona), añadiendo La tumba de Antí­gona.

En 1978 se traslada a Ferney-Voltaire. La decadencia es inexorable. Dos años después se establece en Ginebra.

En 1981 recibe el Premio Prí­ncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Se celebran jornadas sobre su pensamiento. Ese mismo año aparece en Málaga Marí­a Zambrano o la metafí­sica recuperada, libro en colaboración de diversos autores. De algún modo esta publicación supone la «conquista» de Marí­a Zambrano para el ámbito académico filosófico. Y lo corrobora el hecho de que al año siguiente sea nombrada Doctor «Honoris Causa» por la Universidad de Málaga.

El 20 de noviembre de 1984 regresa a España y vive en Madrid. A pesar del deterioro fí­sico creciente, es intensa su actividad intelectual. Aparecen varios libros. Y dicta muchos artí­culos. El último, Los peligros de la paz, a raí­z de la guerra del Golfo Pérsico, se publica en 1990.

Muere el 6 de febrero de 1991. Al dí­a siguiente se trasladan sus restos al cementerio público de su pueblo natal. Por deseo suyo, en su tumba se escriben las palabras del Cantar de los cantares: «Surge amica mea et veni».

BIBLIOGRAFÍA SOBRE MARÍ­A ZAMBRANO (esencial)

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-«Filosofí­a y pensamiento en el exilio: Marí­a Zambrano», en: El exilio español de 1939, Vol. 3, Taurus, Madrid, 1976, pp. 175-178.

Aranguren, José Luis, «Los sueños de Marí­a Zambrano», Revista de Occidente (Madrid), Año IV, 2.a época, Nº35, Febrero 1966, pp. 207-212.

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Martí­n, Francisco José, «Introducción» a: Marí­a Zambrano, España. Pensamiento, poesí­a y una ciudad, Biblioteca Nueva, 2008.

Moreno Sanz, Jesús, «Introducción», en: Marí­a Zambrano, La razón en la sombra. Antologí­a, Siruela, Madrid, 1993, pp. XI-XXXVII.

-«La polí­tica desde su envés histórico-vital: historia trágica de la esperanza y sus utopí­as», estudio introductoria a: Marí­a Zambrano, Horizonte del liberalismo, Morata, Madrid, 1996, pp. 9-193.

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VV.AA., Marí­a Zambrano. Premio «Miguel de Cervantes» 1988, Anthropos / Ministerio de Cultura, Madrid, 1989.

Revistas dedicadas a Marí­a Zambrano:

Anthropos. Revista de Documentación Cientí­fica de la Cultura (Barcelona), Nº70 / 71, marzo / abril (1987): «Marí­a Zambrano. Pensadora de la Aurora».

Suplementos Anthropos (Barcelona), Nº2, marzo-abril (1987): Marí­a Zambrano. Antologí­a, selección de textos.


[1] Se ha seguido la Cronologí­a que aparece en el libro preparado por Jesús Moreno Sanz: Marí­a Zambrano, La razón en la sombra. Antologí­a del pensamiento de Marí­a Zambrano. Madrid, Siruela, 1993, pp. 607-629.

[2] José Luis Aranguren, Los sueños de Marí­a Zambrano. Revista de Occidente (Madrid), n.o 35, Febrero 1966, p. 212.