(Grenoble 1905-Chí¢tenay-Malabry, 1945). Filósofo francés, fundador del movimiento personalista y de la Revista Esprit. Es autor de Manifiesto al servicio del Personalismo (1936), ¿Qué es el personalismo? (1947) y El personalismo (1949). Pensador cristiano atento a las cuestiones sociales y polí­ticas.

Association des amis d’Emmanuel Mounier

Por Xosé Manuel Domínguez Prieto

Mounier fue testigo privilegiado de los acontecimientos más crí­ticos del siglo XX: nacido en Francia en 1905, conoció y sufrió las dos Guerras Mundiales, el desplome de la Bolsa de Nueva York, la Revolución comunista de 1917, la Guerra Civil española y el auge de los fascismos. En todos estos acontecimientos, las personas fueron aplastadas y masacradas cruentamente. Pero también el ámbito del pensamiento secundó esta aniquilación del horizonte personal: el neoliberalismo capitalista que da primací­a al beneficio y al dinero frente a la persona, que promoví­a como valor absoluto el bienestar del individuo insolidario y solipsista; las ideologí­as marxista y fascista que disolví­an a la persona en la colectividad, ciertos existencialismos que negaban la dimensión comunitaria de la persona y su apertura a la trascendencia. En diálogo crí­tico con todos ellos, Mounier lleva a cabo una sistematización del pensamiento personalista, un pensamiento que no se agota en la idea sino que implica un compromiso, una praxis revolucionaria.

Su palabra es hoy aún más profética, pedagógica, recia, profunda y necesaria que en su época. Porque el siglo XXI ha seguido negando a la persona. El pragmatismo economicista establecido ya como mentalidad hegemónica (tras la desaparición del marxismo), la filosofí­a estructuralista y el neopositivismo que niegan el ámbito de lo personal y lo humano, los interminables conflictos bélicos, el empobrecimiento creciente de la mayor parte de los habitantes del planeta, el hambre, la distancia creciente entre Norte y Sur, la creciente distancia entre polí­tica y ética, entre economí­a y ética, la sistemática violación de los Derechos Humanos e, incluso, la misma inanidad y flojera de los propios cristianos en la defensa de la persona, hacen hoy aún más pertinente un impertinente pensamiento personalista como el de Mounier.

La obra de Mounier se teje, de modo realista, en torno a la persona como eje de coordenadas. Cristiano y, por ello, revolucionario, ante la inhumanidad y la injusticia, no puede callar, porque el silencio ha llegado a ser intolerable. Callar serí­a, para él, ser cómplice del desorden establecido que aniquila a la persona. Por eso, más allá de una propuesta filosófica, que sin duda realiza, la obra de Mounier, con una extraordinaria lucidez en el análisis de nuestro tiempo, desemboca en una propuesta práctica revolucionaria. Tanto es así­ que aún cuando estuviésemos seguros de fracaso, nos pondrí­amos en marcha pese a todo: porque el silencio ha llegado a ser intolerable. Por tanto, la obra del pensador de Grenoble es la vertebración de un movimiento personalista.

No se puede, por tanto, leer a Mounier y quedarse indiferente: su pensamiento nos reclama a ser presencia y compromiso, a una mayor conciencia y plenitud de nuestra vida personal y comunitaria. Porque, frente a la dispersión del individuo, la persona es dominio de sí­, conquista de sí­, pero no para vivir para sí­. Por eso, afirma Mounier, que el primer deber de la persona no es salvar su persona sino comprometerla (con otros, en la acción, a favor de la vocación de los demás asegurándoles un mí­nimo material). La libertad la debe emplear en adherirse a personas y valores personales: corre el riesgo del amor. Así­, la vida de la persona es presencia y compromiso.

Pues bien: esta antropologí­a personalista y comunitaria, teórica y revolucionaria, analí­tica y crí­tica, fundante, la llevó a cabo Mounier en varios de sus ensayos. En especial en Revolución personalista y comunitaria (RPC), en Manifiesto al servicio del personalismo (MSP) y, ya en plena madurez, en El personalismo (P). En ellos presenta las lí­neas generales de su pensamiento sobre la persona y las principales lí­neas de acción. Son obras que impactan en el lector con fuerza inusual, porque habla no desde una cultura libresca, sino desde la experiencia y desde el compromiso. Por eso, su obra nos enseña también hoy a dialogar crí­ticamente con lo que acontece, despertando fidelidades y compromisos. Desde ellos es posible formular, como el propio filósofo hace, una economí­a, una polí­tica, una sociedad o una religión al servicio de la persona.

Revolución personalista y comunitaria, obra escrita entre 1932 y 1935, constituye el primer intento de sí­ntesis de su pensamiento. En él comienza afirmando, ya inequí­vocamente, la primací­a de lo personal. Pero es consciente de que el mundo está cansado de doctrinas. Por eso, lo que propone en este ensayo es una transfiguración en el conjunto de todos los valores, reintegrándolos al universo de la persona. Y esto supone una transformación radical, una conversión, una Revolución.

Frente al restrictivo concepto marxista, la Revolución que propone Mounier consiste en «el proceso que nace en cada instante de una toma de mala conciencia revolucionaria, de una rebelión dirigida en primer lugar por cada uno contra sí­ mismo, sobre su participación o su propia complacencia en el desorden establecido, sobre la separación que tolera entre aquello a lo que sirve y aquello a lo que dice servir, y que se desarrollará, en un segundo momento, en una conversión continuada de toda la persona solidaria de sus palabras, sus gestos, sus principios, en la unidad de un mismo compromiso» (RPC 367).

Esta Revolución no es puro activismo porque, para Mounier, la acción es el espesor de nuestro pensamiento (…). Actuaremos por lo que somos, tanto o más que por lo que haremos o diremos(…); la acción debe nacer de la sobreabundancia del silencio y nuestra acción no está esencialmente orientada al éxito sino al testimonio (RPC 183-184). En segundo lugar, expone Mounier cómo esta revolución se articula en dos momentos: el personal y el estructural. La revolución personal supone, ante todo, que la persona se recupere a sí­ misma purificándose del individuo. Y esto supone recuperar su vocación y su dimensión comunitaria (porque la persona sólo se encuentra dándose). Desde esta recuperación, la persona se hace presencia, responsable, comprometida, generosa.

Desde esta conversión personal es posible la revolución estructural lo que supone, ante todo, una crí­tica a las polí­ticas que someten a la persona, que la cosifican o anulan (fascismo, comunismo). Pero también a un sistema económico, el capitalismo, que crea nuevos tipos humanos sometidos a la idolatrí­a del dinero: el rico, el pequeño burgués e, incluso, el miserable. La postura de Mounier es explí­citamente anticapitalista, por cuanto este sistema da primací­a a la producción, al dinero y al beneficio sobre la persona.

Mas no queda Mounier en una simple denuncia teórica de estos desórdenes éticos sino que hace propuestas concretas para la praxis revolucionaria, en lo que denomina como una técnica de los medios espirituales. Así­, propone formas concretas de rebelión y ruptura con las estructuras antipersonales y los mitos ideológicos que las sostienen.

Finalmente, como cristiano, habla a los cristianos para reclamarles una militancia y un compromiso frente a este desorden estructural, para salir de este letargo espiritualista y apático que tantas traiciones al Evangelio esconde. El cristiano no se puede evadir. Ser cristiano, dice Mounier, es ser rebelde.

El Manifiesto al servicio del personalismo (MSP) es un ensayo publicado en 1936. De nuevo, vuelve a perfilar los principios de una civilización personalista. Para ello, comienza llevando a cabo una crí­tica desenmascaradora del liberalismo burgués, que reduce la persona a individuo (ser sin vocación, sin responsabilidad, sin resistencia, sin ví­nculos interpersonales, que busca su seguridad en el dinero, en el poder, en el tener). También analiza fascismo y comunismo como movimientos de alienación de la persona. Y, al igual que en el anterior ensayo, con palabra firme, vigorosa, clara y profunda, lleva a cabo un segundo intento de aproximación a lo que es la persona. Describe aquí­ la persona como ser encarnado, con libertad para el compromiso, con una vocación, autónoma, pero llamada a vivir comunitariamente (dedicará especial atención a distinguir la auténtica comunidad de lo que son meras asociaciones o masas impersonales).

Al igual que en Revolución personalista y comunitaria, desde estas coordenadas antropológicas formula lo que debiera ser una economí­a para la persona, lleva a cabo una demoledora crí­tica al capitalismo y hace análisis profundo de diversas formas polí­ticas para formular lo que debiera ser una democracia para la persona. También en este ensayo examina, aún más concretamente, los principios de una acción revolucionaria personalista

El personalismo (P) es una obra sistemática, de plena madurez, publicada el año anterior del fallecimiento de Mounier. Esta obra aporta, de un modo más elaborado y magistral, su antropologí­a y las lí­neas básicas de lo que debieran ser el pensamiento y la praxis personalista. Se trata de una obra pedagógica, bien trabada, en la que, recogidas las dudas e incomprensiones suscitadas por los anteriores libros, expone sus más alquitaradas propuestas.

Comienza, por ello, haciendo el esfuerzo de aclarar al lector qué es el personalismo. Y deja bien claro que no se trata de un mero sistema filosófico. Es una filosofí­a, por supuesto. Pero sus esquemas conceptuales están llamados a ser instrumentos de un movimiento de personalización, de afirmación y promoción de personas libres y creadoras, de comunidades personales y de culturas personalizantes. En segundo lugar, lleva a cabo una breve historia de la noción de persona para, finalmente, dedicar el resto del ensayo a dos grandes cuestiones: el análisis de las estructuras del universo personal, en el que expone su antropologí­a, y, en segundo lugar, la propuesta de lí­neas de conducta y acción coherentes con dicha antropologí­a.

Respecto de lo primero, presenta a la persona como ser con dignidad propia que tiene una existencia incorporada, esto es, inmersa en la naturaleza, aunque trascendiéndola. De este modo, la persona existe subjetiva y corporalmente. Su modo de existencia es la comunicación, la apertura al mundo, al otro y al Otro. Por eso, la persona es el único ser capaz de salir de sí­, colocarse en el punto de vista del otro, tomarlo sobre sí­, darse a él y serle fiel.

“Desde el silencio, la persona es capaz de recuperarse y, desde su intimidad, hacerse presencia en la que realice su particular vocación. Por eso, dice Mounier, hay que salir de la interioridad para mantener la interioridad. (…) La persona es un ‘adentro’ que tiene necesidad de un ‘afuera'( P, 492).

Por otra parte, muestra Mounier cómo «la persona es un ser que, desde su libertad, es capaz de decir ‘sí­’, de adherirse a valores, a personas, a proyectos. Vivir es elegir y, por ello, rechazar, rehusar, zanjar. Edificar es sacrificará» (P, 497). De este modo, se elabora una teorí­a del compromiso, pues toda acción personal tiene que combinar un plano profético, de reflexión, y un plano polí­tico de compromiso eficaz y constructivo.

Bibliografí­a

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TomoII: Tratado del Carácter.

TomoIII: El afrontamiento cristiano/ Introducción a los existencialismos/ ¿Que es el personalismo?/ El despertar del ífrica negra/ El pequeño miedo del siglo XX/ El personalismo/ La cristiandad difunta.

TomoIV: Las certezas difí­ciles/ La esperanza de los desesperados/ Correspondencia

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Obras sobre Emmanuel Mounier

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