(Comunicación presentada en las III Jornadas de la Asociación Española de Personalismo: Foro de filosofí­a personalista, Centro Universitario Villanueva. Madrid, 16-17 de febrero de 2007)

 

Doctor en filosofía. Profesor de I.E.S.

Según la definición que de la filosofía nos hace Julián Marías en su Historia de la filosofía, esta es “el quehacer del hombre que se encuentra perdido para lograr una certidumbre radical que le permita saber a qué atenerse en su vida”. Y, siguiendo a su maestro Ortega, la estrategia que emplea aquel que se afana por encontrar lo perdido y hallar certidumbres que le permitan vivir no es otra que una estrategia conquistadora al modo como los hebreos conquistaron la ciudad de Jericó y que les supuso, al fin, la conquista de la Tierra prometida. Varios son los textos en los que Ortega describe de este modo aquello en lo que consiste el filosofar

“Los grandes problemas filosóficos requieren una táctica similar a la que los hebreos emplearon para tomar a Jericó y sus rosas íntimas: sin ataque directo, circulando en torno lentamente, apretando la curva cada vez más y manteniendo vivo en el aire son de trompetas dramáticas”[1]

Mi vivir y el de cada uno de nosotros en su aquí y ahora será el sujeto de nuestro asedio de la mano de Marías. Es esta la tarea circular en la que poco a poco asediamos aquello que quiere ser conquistado para ser disfrutado en su nitidez. A cada vuelta que damos conquistamos una dimensión de la vida que, a su vez, nos llevará al descubrimiento de otra mucho más profunda. El objetivo que se propuso Marías durante su vasta trayectoria intelectual no fue otro que llegar al centro de la ciudad, allí donde se encuentra lo más valioso, aquello que manifiesta su auténtico ser. No es este el lugar para exponer los entresijos de esta estrategia filosófica y los sucesivos hallazgos que, desde la filosofía de la razón vital de su maestro Ortega como hilo conductor de su pensamiento pero sin olvidar las no menos importantes, aunque sí más desconocidas y minusvaloradas, influencias de Zubiri y Unamuno, han hecho posible una filosofía propia subrayando el hallazgo, capital en el pensamiento de Marías, de la estructura empírica de la vida humana como el campo posible de variación histórica de mi vida y que es analizada por la antropología. Es una zona hasta ahora inexplorada y que, a través de ella, se nos han abierto otras dimensiones de mi vivir que me permiten analizarlo con mayor profundidad tomando en su auténtico rigor aspectos de mi vida que antes eran olvidados o trivializados. El nuevo escorzo o dimensión en el que la vida humana se nos presenta desde su estructura empírica (y eso es lo que Marías ha denominado “hombre”) nos lleva a descubrir las instalaciones desde las que cada uno hace su vida, desde su carácter vectorial, es decir, “la co-implicación del yo con toda otra realidad que encuentra en cualquier forma ejerciendo una presión anticipadora y futuriza sobre esa circunstancia”[2] en donde toda acción vital tiene orientación e intensidad, es decir, significación e importancia.

Pero no es mi intención analizar las diversas dimensiones de la metafísica y antropología de Marías sino situar mi comunicación en su contexto más próximo, con el fin de dotarla de los elementos comprensivos que den luz a lo que es lo fundamental en mi exposición.

Llegados a este punto, es hora de hacer sonar las trompetas en el séptimo día y hacer caer definitivamente las murallas. Como hemos venido diciendo, Marías, siguiendo a su maestro Ortega, aplicará en la investigación sobre la vida humana el mismo método filosófico. Sólo a través de ir rodeando el problema en todos sus aspectos es posible atraparlo. Y es en estos momentos cuando se hace patente la condición más importante de mi vivir: la personal. El carácter personal de la vida humana fue oteado en el horizonte por Marías en sus primeras obras mucho antes de darle alcance con rotundidad en su obra cumbre Antropología Metafísica y descansar toda su filosofía posterior en lo que el profesor Carpintero llamará “una filosofía de la persona”: “El último Marías, si se puede hablar así, gira en torno a una filosofía de la persona. No ha perdido de vista la realidad radical de mi vida sino que ha ido viendo que el análisis de ella descubre una serie de estructuras: la analítica……….también la empírica cuyo conjunto vimos que es lo que llamamos hombre. Pero la respuesta última no acaba en el hombre sino que hemos de llegar a la persona donde se integran los dos planos precedentes”[3]

Esta cita resume perfectamente cuál ha sido el proceso evolutivo en la reflexión sobre la vida humana en su dilatadísima vida intelectual y cómo ese proceso termina centrándose en el hallazgo capital : la persona. Entre el elenco de su producción filosófica me voy a permitir destacar cuatro de sus obras  que nos servirían para hacer un breve repaso diacrónico de su filosofía de la persona. No vamos a hacerlo con profundidad dejando constancia brevemente de lo que, para Marías, consiste el ser persona. Mi pretensión es centrarme en esta comunicación en una de las dimensiones de la persona que Marías, como buen representante de la filosofía española del último siglo que tiene sus raíces en Ortega, Zubiri y Unamuno, ha analizado con exquisita profundidad y claridad : la dimensión de irrealidad, ilusión e imaginación inserta en la realidad de mi vida personal. No obstante, queden reseñadas estas cuatro obras en las que Marías expone su concepción de la vida humana como vida personal. Estas son :Introducción a la filosofía de 1947,[4] Antropología Metafísica de 1970 que será el marco referencial de toda su obra pues es hacia ella donde se encaminaba y desde la que reflexionará en sus obras posteriores.. Creo que en Antropología metafísica Marías estaba en posesión de la forma de comunicar aquella realidad ya poseída, de tal forma que iluminaba todos los aspectos de su filosofía con claridad y rigor. Esta es la razón por la que, a partir de entonces, toda la obra posterior tendrá como centro de su análisis a la persona: las dos últimas tituladas Mapa del mundo personal de 1993 y Persona de 1996. En estas, Marías, asumiendo las ideas básicas ya expuestas con anterioridad, desarrollará aspectos no analizados que enriquecen el conocimiento de la dimensión personal de la vida humana y que le sirven para analizar, desde este puerto irrenunciable donde ha llegado, temas como la felicidad, la moralidad o el de la mortalidad. En un estudio pormenorizado de estas cuatro obras se constata que son dos los pilares fundamentales en los que se basa a la hora de analizar el carácter personal de la vida humana y que permanecen a lo largo de los 50 años en los que oscilan sus obras Introducción a la Filosofía y Persona: Por una parte, la definición de quién es persona, es decir, en qué consiste y, por otra, cuáles son sus rasgos que la caracterizan y que la distinguen de cualquier otra realidad.

 Es una constante en el análisis que Marías hace del carácter personal de la vida humana el delimitar quién es .Y digo bien, quién porque lo primero que afirma es que no es un que, una cosa. Efectivamente, ya desde su Introducción a la filosofía definirá persona  como “yo y mi circunstancia”; dicho de otra manera, ni el yo abstracto es persona ni mi circunstancia tampoco sino la mutua interrelación en que consiste mi vivir, el ámbito en donde el yo y mi circunstancia interactúan permitiendo que se manifieste mi vivir como realidad radical. Lo personal es el “ámbito” el “dónde” en el que mi yo y mi circunstancia se encuentran, un lugar vacío destinado a llenarse de concreción individual en cada caso concreto. De ahí que lo personal no puede en modo alguno tratarse como una cosa.

No sirve la metodología que aplicamos a las cosas para ser conocidas; me son insuficientes la definición y la descripción, propia de las cosas sean estas reales o ideales. No. Lo personal no se atiene a ningún tipo de cosificación porque es un proyecto que se realiza, mejor dicho, se está constantemente realizando, en un continuo gerundio, en una constante presión que el yo ejerce sobre la circunstancia y viceversa. Yo soy yo en, con y gracias a mi circunstancia y esta es aquella realidad que no soy yo y que me posibilita o me dificulta mi proyecto y que a través de su interacción hago mi vida. Ahora bien, esto no significa que Marías identifique sin más la persona con mi vida como realidad radical sino que en ella interaccionan tanto la teoría analítica, que se ocupa de la vida como realidad radical, como la empírica, que descubre la concreción temporal, histórica, concreta de esta en el hombre. Es este hombre como concreción empírica de mi vivir lo que es la persona. Esto lo fundamenta Marías al explicar cuáles son las características de la realidad personal. Gracias a mi ser hombre concreto, a la estructura empírica de mi vivir, yo conecto con las cosas, con aquello que me es dado para lograr aquello que pretendo, para mi quehacer. Por eso Marías distinguirá entre “el quién que soy” no completado, futurizo etc y “el qué que soy” mi humanidad concreta. [5] Necesitamos hacer un pequeño esfuerzo para no caer en uno de los dos polos de esta tensión en que consiste ser persona. Y estos son “el quién que soy” y  “el qué que soy”[6].Uno y otro me son necesarios para un entendimiento cabal del ser personal. Aunque es cierto que lo personal me remite a el “quién que soy”, no obstante este necesita “el qué que soy” para poder realizar concretamente mi vida personal. Yo no soy persona porque tengo un cuerpo pero sin mi corporeidad concreta mi ser personal, que por definición es abierto y por hacer, no podría realizarse en la medida en que me proyecto junto con las cosas y me relaciono con ellas a través de mi corporeidad. No soy mi cuerpo pero sí soy, como persona, corporal. El hecho incuestionable de que lo personal se opone en Marías a cualquier reducción biologista o materialista no debe confundirse con el rechazo de lo corporal, de la corporalidad como dimensión esencial de la persona[7] Esta problemática que puede suscitarse a la hora de fijar terminologías que nos permitan entender de qué estamos hablando, Marías nos las va a definir con nitidez en las obras posteriores al hablarnos de las ocultaciones de la persona o al definirnos, con más extensión, las diferentes características de lo que es ser personal. Y esta, precisamente, es la segunda de las ideas que permanecen invariables a lo largo de su obra. Identificar quién es persona se complementa con mostrar cuáles son las características, es decir, las notas que la definen y que la distinguen de toda otra realidad. Por eso en las cuatro obras que comentamos, Marías nos mostrará estas y que, grosso modo, podemos resumir en :cierta infinitud, esencial opacidad, mismidad que no identidad, dinámica, temporal, corporal, futurizo, programático, proyectivo, cierta irrealidad, irreductibilidad, comunicabilidad, subrayando el análisis que hace sobre la palabra humana, capaz de transformación no sólo de adaptación, capacidad de convivencia. No es este el momento de definir cada una de las notas referidas. Sólo intentaremos esbozar una de ellas : el carácter irreal de la realidad personal en la que consiste mi vida humana y que nos llevará a tratar como algo intrínseco a mi vida la ilusión y la imaginación como características fundamentales para entender mi vivir.

Ahora bien, dejando claro que estos son los dos pilares en los que se sustenta el concepto de persona, en la medida en que se identifica y delimita plenamente en contraposición a todas las demás realidades que no son persona, Marías irá profundizando en aspectos de lo personal que se derivan de lo fundamental, enriqueciendo y aportando luz para entender dimensiones de la persona que de otro modo permanecían oscuras o se identificaban con el ser de las cosas.

Tres son las ideas que añade a lo que de fundamental había mostrado a lo largo de toda su obra. En primer lugar, Marías explica que existen unas realidades que ocultan el carácter personal de mi vida y las más importantes son dos: la interioridad y la corporeidad. Nuevamente aparece aquí la importancia de mantener la tensión entre los dos polos que en sí mismos parecen contradictorios. Que el hombre haya descubierto lo más personal en su interioridad puede llevarle, por la imposibilidad de mantener la tensión, a considerar que la persona consiste sólo en su interioridad negando valor a la corporeidad que esencialmente le pertenece; pero, a la vez, “la corporeidad es la forma de patencia o manifestación de la persona, aquello en que se la encuentra y un obstáculo que entorpece su visión”[8] Doble ocultación bien por su corporeidad, bien por su interioridad. La filosofía que trata la vida humana está echa de tensiones por la propia esencia del sujeto que analiza, sujeto que no se deja atrapar por conceptos cerrados. De ahí la dificultad que, desde otras miradas de la realidad mucho más conceptualistas, se ha tenido para comprender la nueva forma de mirar filosóficamente la nueva realidad de mi vivir que se deriva del sistema orteguiano de “la razón vital”.

En el marco de la tradición orteguiana y zubiriana en la que nos estamos moviendo, el tema del cuerpo o de la corporalidad humana cobra especial importancia sobretodo en aquellos pensadores cuya influencia zubiriana es más notoria. en cuanto que es Zubiri el que más insiste en el tratamiento sistemático del cuerpo y la corporeidad del hombre.[9]

En segundo lugar, Marías subraya como condición fundamental y que precisa de reflexiones serias la dimensión amorosa de la persona. Sólo la dejo enunciada. Es en el tercer aspecto en el que voy a incidir hoy y este es el papel de la ilusión-imaginación. Marías hace hincapié en la importancia del papel de la ilusión-imaginación en el descubrimiento de la persona. La ilusión, como nos dice Marías “radica en esa dimensión de la vida humana ….: su condición futuriza…proyectada hacia el futuro….anticipando y proyectando…..introduciendo irrealidad en la realidad y hace que la imaginación sea el ámbito dentro del cual la vida sea posible..”[10] El hombre como persona no es sólo un ser perceptivo que responde reactivamente a los estímulos que su medio le ofrece sino que, esencialmente, es un ser proyectivo que no sólo responde a los estímulos sino que, haciéndolos suyos, los elige o abandona, los transforma, los humaniza, ejerce sobre ellos presión para realizar lo que es : un proyecto haciéndose .De ahí el ingrediente de irrealidad de toda vida humana en la medida que, al no estar hecha, ni acabada, ni cerrada sino siempre por hacer, necesita de la imaginación para anticipar aquello que quiere ser, en lo que consiste, la trayectoria que constituirá su tarea vital. La mera reacción ante un estímulo concreto no precisa de ilusión, es decir, de anticipación, y, por tanto, tampoco de imaginación.

Concretemos, pues, esta idea de la “irrealidad” a la que Zubiri considera un “tema “archimayor” en la Filosofía puesto que el hombre vive sumergido en irrealidades y flotando entre ellas”[11] Como hemos podido comprobar, Marías incluye esta dimensión de la vida humana en su análisis sobre el papel de la ilusión e imaginación en el descubrimiento de la persona. Pero ¿cuáles son las fuentes de donde Marías bebe en el tratamiento de la irrealidad como dimensión de la realidad de mi vida personal?; evidentemente, esta idea no es original de Marías dentro de la filosofía española. Ya desde Unamuno, si se me permite incluirlo como filósofo con todas las reservas que Marías nos indica, el tema de la irrealidad está presente en el pensamiento español .A demostrar esto hemos dedicado parte de mi tesis doctoral al analizar la novela como método de conocimiento.[12].Pero también, de un modo más riguroso, podemos encontrar en Ortega lo que él denomina como “una de las dimensiones del mundo”, “uno de sus planos”, que es la virtualidad, lo imaginario. Jesús Conill en su presentación al libro de Zubiri : “El hombre: lo real y lo irreal” insiste en esta aportación crucial de Ortega:

“Lo virtual constituye un plano de la realidad, el que abre a lo poético, pues, como ya anunciaba Ortega en Meditaciones del Quijote(1914) “a través de la ficción avanza la realidad”[13]

Ortega nos invita a percibir la vida humana en toda su riqueza, más allá de la estática forma propia del positivismo y cientificismo. Su análisis riguroso nos sitúa ante los distintos planos de esta nueva realidad hallada. “Se le revela la estructura de la vida bajo la especie de la heroicidad o la tragedia. Realidad e irrealidad, modo de ser lo que todavía no es, vivir con medio cuerpo fuera de la realidad, pretender realizar un proyecto, querer ser sí mismo, ser auténticamente aquel que se ha de ser.”[14].

Ortega, descubriéndonos estos otros planos, nos pone en alerta sobre la realidad de mi vivir en su integridad. Olvidar el plano de lo irreal es cercenar la vida humana y, por consiguiente, no vivirla con plenitud. No hay otra forma de vivirla si no es teniéndolo en cuenta, es decir, asumiendo, como formando parte de lo real, su dimensión irreal. El ejemplo, ya clásico, del bosque que Ortega expone al principio de la meditación preliminar de sus Meditaciones del Quijote nos sitúa en este modo peculiar de “estar” de mi vida frente a la realidad que, como dirá Marías en la introducción que acabamos de reseñar, “es la forma de vida en que esta se desprende de la mera condición biológica y descubre y patentiza su verdad”[15]. Sin ese plano de irrealidad, de lo por venir, de lo que quiero llegar a ser, es decir, aquello en lo que, en su radicalidad, consiste mi vivir como proyecto por hacer, sería difícil si no imposible vivir lo real humanamente. “Sólo–dirá Ortega- cuando nos damos perfecta cuenta de que el paisaje visible está ocultando otros paisajes invisibles nos sentimos dentro de un bosque”[16]

Nos faltaría una tercera fuente, importantísima para la comprensión del tratamiento de la irrealidad en Marías, que es su maestro Zubiri, situándolo en el contexto de la filosofía española, la de Unamuno y Ortega[17]. Trataremos de concretar en síntesis en qué consiste lo irreal según Zubiri. Para ello voy a tomar como guía su libro ya citado El hombre: lo real y lo irreal que recoge los cursos que impartió en Febrero y Marzo de 1967 así como la presentación del mismo que elabora Jesús Conill.

En este punto de nuestra reflexión nos interesa, sobretodo, contestar a dos preguntas clave: la primera ya nos la ha contestado, en parte, Ortega y se trataría de saber en qué consiste lo irreal porque, según Marías, se constata en la persona cierta irrealidad.; la segunda vendría como consecuencia de la primera. Si, como veremos, la muerte es un ingrediente esencial de mi vida, es una realidad radicada en ella y mi vida consiste en cierta irrealidad ¿cómo afecta esta a la mortalidad de mi vivir? Vayamos por partes.

¿Qué es la irrealidad?, ¿en qué consiste?. Zubiri analizará esta cuestión clave para la filosofía, tema “archimayor” en la Filosofía según Zubiri, como nos recuerda Jesús Conill, abordando dos cuestiones en sus cursos: primera, su definición en el sentido más riguroso de su expresión como delimitación de aquello que buscamos y, en segundo lugar, sus modalidades. Nosotros sólo vamos a prestar atención a la primera dejando enunciada la segunda.

Zubiri parte de la concepción orteguiana de que la vida es una realidad histórica que se va realizando a través de su vivir, de su quehacer. Es, volvamos a repetirlo, un proyecto. Zubiri distinguirá entre “el ámbito de las potencias o virtualidades y el ámbito específico de las posibilidades. La historia como acontecer de posibilidades para resaltar la novedad ontológica [en que consiste la vida personal]”[18] En efecto, la persona no es una cosa. Esta carece de posibilidades en la medida que es algo ya hecho, cerrado. A lo sumo está en potencia de ser otra cosa por acción de un tercero. Su ser en potencia no es causado por un acto de libertad de la propia cosa; la persona, por el contrario, se caracteriza por su hacerse constante a través de sus posibilidades; estas forman parte de la persona en cuanto que es una realidad no hecha de una vez por todas sino que consiste en hacerse viviendo, a través de la elección de sus posibilidades. En definitiva, el ser personal, a diferencia de la cosa, es un ser proyectivo, dramático. Pues bien, como nos dirá Conill explicando a Zubiri “la posibilidad no es real sino algo formalmente irreal, el proyecto de una irrealidad que el hombre no tiene más remedio que proyectar dado que es sensitivo y decurrente, de manera que se siente forzado a anticipar la realidad bajo la forma de un proyecto”[19] Aquí está la clave, desde mi punto de vista, para entender lo que en el pensamiento de Zubiri y, por ende, de toda la filosofía española de tradición orteguiana, es la irrealidad: anticipar la realidad para poder vivir, es decir, para poderla vivir como persona que se constituye, intrínsecamente, como proyecto, como quehacer. Sin esa anticipación, la realidad personal no sería posible porque negaríamos aquello en lo que consiste: ser proyecto. Así, concluirá Conill “el hombre, por sentiente, no puede subsistir en la realidad más que pasando por el rodeo de la irrealidad”[20]

Es desde esta perspectiva como podemos entender que Zubiri introduzca su estudio sobre la irrealidad afirmando que esta sólo se da en el hombre. Lo irreal sólo existe en el ámbito de lo humano.¿Habría irrealidad si no hubiese hombres?, se pregunta al principio de sus cursos. Por lo que hemos visto no. Sólo la realidad cuya forma de ser intrínseca es proyectiva, en cuanto realidad menesterosa, caracterizada por un “ir a estar”, “disponerse a ser”, necesita de la irrealidad para seguir viviendo. El modo que tiene el hombre como ser personal de estar en lo real es a través de lo irreal anticipando su vivir. Por eso, añadirá Zubiri, forjar lo irreal no es sólo una capacidad que el hombre posee sino “que la irrealidad es algo que se encuentra positiva y formalmente integrado a eso que llamamos la realidad”[21]

Pero saber en qué consiste la irrealidad y qué importancia tiene en el proyecto vital que soy no basta. Necesitamos preguntarnos cómo la persona se forja la irrealidad. Y aquí aparece un nuevo concepto: el de la figuración que Zubiri denomina probación.¿A través de qué figuramos o probamos lo irreal como momento de la realidad?. A través de la imaginación, de la fantasía, de la ilusión. Y ¿dónde sometemos a probación nuestras figuraciones? En la experiencia. De ahí que para Zubiri “la experiencia consiste justamente en el proceso de integración funcional de lo real y de lo irreal-que es una figuración-en lo real. Es decir, que sin figuraciones, sin forjarse lo irreal, no habría experiencia”[22] Luego veremos en qué sentido entiende esto Marías subrayando la importancia que adquieren estas nuevas dimensiones de la vida humana para el análisis de la mortalidad. Pero adelantemos que en modo alguno debe entenderse la imaginación, la fantasía y la ilusión como el ámbito del engaño o la mentira. La ilusión no es lo ilusorio, lo engañoso, sino lo que da ilusión, aquello por lo que proyectamos nuestra realidad y la anticipamos para poder seguir viviendo con sentido. En definitiva, “elaborar lo irreal es figurarse cómo son las cosas y autoconfigurarse, dejando una impronta real en el ser sustantivo del propio yo”[23]

No me voy a entretener más en este análisis de la irrealidad en Zubiri. Nuestro propósito de acotar conceptualmente lo que es la irrealidad creo que está logrado. Será crucial tenerlo en cuenta para poder analizar la mortalidad de la vida que, siendo constitutiva de mi ser personal, se ubica en este ámbito de lo irreal. Una consecuencia del abandono de la dimensión de irrealidad de mi vida real es la negación o, al menos, preterición, de ingredientes tan esenciales para mi vivir como es el de mi condición mortal. Por eso Marías va a tener en cuenta este aspecto de lo irreal en su pensamiento. En muchos de sus textos está presente esta dimensión de lo irreal. Voy sólo a citar uno que me parece ejemplar y que clarifica lo que hemos intentado explicar desde el pensamiento de Zubiri:

“Recuérdese que la persona es futuriza, no está nunca dada, no es sólo real, es programática o proyectiva, está viniendo, su ser es un “ir a estar” o un “disponerse a ser”….La vida humana opera esencialmente en la anticipación del futuro en vista de lo que no está ahí dado y, por tanto, no se puede percibir. Ahora estoy viviendo en vista de lo que voy a hacer por la tarde pero la tarde no está ahí, no está dada, no puedo percibirla en modo alguno y sin ella sin esta tarde irreal, mi vida actual no sería inteligible, no podría ser”[24]

Es desde esta asunción de la irrealidad como dimensión esencial de la realidad de mi vida como Marías descubre la mortalidad, siempre irreal cuando se trata de la propia, en el seno de la vida personal y no allende ella o, lo que es peor, negándola como ingrediente configurador de la misma:

“Toda la seguridad de la muerte no impide que sea irreal, inexistente. Yo encuentro en mi vida, realidad radical, la imagen, la anticipación, la amenaza, la certeza de la muerte. Descubro en mi vida, en su estructura empírica, su orientación hacia la mortalidad; pero todo eso acontece en la vida y ha de ser interpretado desde ella”[25]

“La persona humana está hecha de realidad e irrealidad, de proyectos articulados en diversas trayectorias, realizadas o no y en diversos grados de logro, abandono o fracaso. En esto consiste cada persona y es la que aspira a salvarse, la que espera la perpetuidad”[26]

Voy a concluir. Empezábamos esta comunicación mostrando la estrategia conquistadora en la que consistía, según Ortega, el filosofar, siendo este “el quehacer del hombre que se encuentra perdido para lograr una certidumbre radical que le permita saber a qué atenerse en su vida” según Marías. La filosofía española del siglo XX ha insistido en esto. Se trata de vivir con sentido o no, saber a qué atenerme o no saber y de ello depende mi vida. La disyuntiva no se plantea entre saber o ignorar (hay tantas cosas que ignoro y no me son esenciales saberlas para vivir) sino entre estar en incertidumbre o en certidumbre, es decir, necesitar saber algo para poder vivir Por eso la filosofía desde esta perspectiva ,es tarea de héroes, de osados, de aguerridos, pues la vida personal es una tarea, un drama, una conquista. En definitiva, ser valientes en el mejor sentido etimológico de la palabra: tener valores. Podemos entender esto como apología de la perfección. Nada más lejos de esto. Es desde la constitutiva menesterosidad en la que consisto como persona como me proyecto desde la ilusión .Sin ella, no podría ser, pues consisto en tarea, en drama, en lo que me pasa y lo que hago con las cosas, con el mundo. Pero esta actitud sólo es posible desde la ilusión, desde la imaginación que nos anticipa en la realidad la dimensión de irrealidad que nos permite poder avanzar. En definitiva, entendamos por héroe la vida personal que subraya la voluntad de vivir, creadora, más allá de toda moral formalista y superficial aportando una ética revitalizadora a través de metáforas, buscando la autenticidad de la vida para lograr ser lo que somos en la anticipación y creación, como proyecto hecho de irrealidad en lo que el profesor Conill describirá como el animal fantástico.

Permítaseme terminar con una insinuación hecha pregunta:¿acaso no es este el perfil del cristiano que sigue al que anticipaba desde la creatividad que ofrece el Espíritu la vida eterna en esta?¿No estamos llamados a hacer presente en este mundo la ilusión, que no lo iluso, del programa de las Bienaventuranzas en la medida que son ilusionantes en la construcción de un mundo nuevo?¿No es acaso la fe una confianza hecha de imaginación y de ilusión en el proyecto liberador de mi Padre hecho realidad en el aquí y ahora de mi historia, pero llamado a la esperanza creativa de la vida eterna?

[1] Ortega y Gasset: “¿Qué es filosofía? Alianza Editorial Madrid 1981,13

[2] Julián Marías: “Antropología Metafísica” O.C. X,52

[3] Heliodoro Carpintero, Julián Marías Diputación de Valladolid,2001.Todos los estudiosos de la obra de Marías, que no son muchos, coinciden en señalar la importancia que el análisis de lo personal en la vida humana adquirió en la última etapa de su evolución filosófica .Cfr. Pilar Roldán Sarmiento: Hombre y humanismo en Julián Marías(la dimensión psicosocial de su antropología, Universidad Complutense de Madrid, Madrid 1998 (tesis doctoral)En ella la autora muestra que la etapa que denomina “culminación” en Marías está centrada en el análisis de la persona (especialmente parte IV de la tesis)

[4] especialmente en el capítulo VI dedicado a la estructura de la vida humana y en el XI donde trata el tema de la pervivencia. En parte tiene como referencia uno de sus primeros libros Miguel de Unamuno de 1943 donde ya se refiere a los rasgos que definen lo personal de la vida humana.

[5]Heliodoro Carpintero op.cit anterior,45

[6] Harold Raley distinguirá perfectamente lo que soy como animal humano con sus estructuras biológicas de quien soy como realidad proyectiva, biográfica como persona: “Persona es una innovación radical de realidad que sólo se puede interpretar como creación. Sin lugar a dudas, el ser biológico-el animal humano-que también yo soy se deriva genéticamente de mis antepasados pero no la persona que soy”(“Apuntes para una filosofía cristiana en Julián Marías” en Homenaje a Julián Marías: un siglo de España,”Alianza Editorial, Madrid 2002,312

[7] En este sentido se pronuncia Ignacio Sánchez Cámara al analizar la persona en Marías: “El hombre es intimidad, realidad personal pero encarnada. Sin cuerpo no hay vida propiamente humana” “Persona y vida perdurable” en Homenaje a Julián Marías: la huella de Julián Marías :un pensador para la libertad, Consejería de Educación, Madrid 2006, 253

[8] Julián Marías, Persona,  Alianza Editorial, 1996,48

[9] Véase este análisis del cuerpo y la corporeidad en los libros de Zubiri, Sobre la esencia, Alianza Editorial, Madrid 1962 y Sobre el hombre, Alianza Editorial, Madrid 1986.Ortega, sin olvidar el tema de la corporalidad (véase su ensayo “Vitalidad, alma, espíritu” en O.C.V,451-480 ni el de la intimidad (véase su ensayo “Ensimismamiento y alteración”O.C.V,291-315) hará tema central de su filosofía “la vida humana como realidad radical”

[10] Julián Marías, Breve tratado de la ilusión, Alianza Editorial ,1984,38 La cursiva es mía

[11] Jesús Conill, “Presentación”del libro de Xavier Zubiri, El hombre: lo real y lo irreal, Alianza Editorial, Madrid ,2005, IV

[12]. Cómo a través de la ficción, de la metáfora, de la novela personal Unamuno anticipa la realidad, tanto de la vida como de modo fundamental de la muerte.

[13] Jesús Conill: Presentación del libro de Xavier Zubiri: “El hombre. Lo real y lo irreal” Alianza Editorial, Madrid,VIII-IX

[14] Julián Marías “Introducción” en el libro de Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote”, Revista de Occidente, Madrid 1966,25

[15] op.cit,25

[16] op,cit,71.También puede consultarse de Ortega, ¿Qué es filosofía?, Alianza Editorial,78-79, 189-190

[17] Tal y como nos ha sugerido Jesús Conill en su presentación al libro de Zubiri sobre la irrealidad y que nosotros hemos asumido y demostrado con textos

[18] Jesús Conill, op.cit,V

[19] op.cit.VI. La cursiva es mía

[20] op.cit. VI Aquí Jesús Conill hace referencia a la obra de Zubiri , Sobre el hombre Alianza Editorial , Madrid 1986,142

[21] Xavier Zubiri, El hombre, lo real y lo irreal, Alianza Editorial, Madrid 2005,12.Ahondando en la relación entre realidad e irrealidad, Zubiri añadirá: “lo irreal es algo que se opone a lo real pero dentro del mundo real……..lo irreal no es algo carencial sino que ese no, que innegablemente afecta de algún modo a lo irreal, no es más que el momento negativo de lo irreal pero tiene de alguna manera un modo positivo” op.cit. 14.24

[22] Jesús Conill,op.cit, XI

[23] Jesús Conill, op.cit , XIV. También añadirá que : “el pensar fantástico –la fantasía- consiste en moverse libremente en la realidad” op.cit,XV

[24] Julián Marías, Antropología Metafísica,  O.C X,40;ver en el mismo lugar pag 21 y 42.La cursiva es mía También analiza el tema en Introducción a la filosofía O.C.II,306-308; Tratado de la ilusión, Alianza Editorial, Madrid 1984,38; Razón de la filosofía, Alianza Editorial, Madrid 1993, 271 entre otros.

[25]Julián Marías, Antropología Metafísica O.C. X, 207.

[26] Julián Marías, La perspectiva cristiana, Alianza Editorial ,Madrid 1999, 92-93