TERESA GELARDO RODRíGUEZ*

Departamento Filosofí­a del Derecho. Universidad de Navarra.

 (Comunicación presentada en las I Jornadas de la AEP: «Itinerarios del personalismo», UCM, 26-27 de noviembre de 2004)

Introducción:

El pensamiento personalista fue desde sus inicios un movimiento intelectual reactivo y contestatario como consecuencia de sus nuevas inquietudes. El pensamiento político de Mounier, Maritain y Berdiaeff no fue una filosofía pacífica o contemplativa que trataba de preguntarse tranquilamente por los fundamentos últimos de la realidad, sino que por el contrario fue una filosofía combativa, cuya vocación primera fue la de reaccionar y desemascarar las ideologías materialistas, entre ellas la liberal. La aversión al capitalismo y al espíritu burgués fue común a estos autores, y tuvo su origen en dos circunstancias fundamentalmente, en primer lugar, estos pensadores participaron activamente desde muy jóvenes en la lucha social contra las injusticias y calamidades que se vivían en la industria en estos años, de hecho fueron militantes o simpatizantes de organizaciones socialistas; su proceso de conversión al cristianismo no apagó esa militancia a favor de los derechos sociales del proletariado sino que por el contrario fundó un espíritu de lucha nuevo iluminado por la radicalidad evangélica. Y, en segundo lugar, todos ellos fueron herederos intelectuales del existencialismo, que aborrece la cultura de masas propia del individualismo liberal, y del espíritu antiburgués de  Nietzsche y Kierkegaard.

Maritain, Mounier y Berdiaeff vieron en el liberalismo un pensamiento político con grandes errores antropológicos. El liberalismo al fundamentarse en una concepción individualista o atomista del hombre y la sociedad, se apoyó en una antropología reduccionista y excluyente que ignoraba la verdadera esencia del ser humano al no reconocerle la dimensión personal o espiritual. Desde planteamientos filosóficos distintos: existencialismo (Berdiaeff), neotomismo (Maritain), personalismo comunitario (Mounier, Lacroix), trataron de vislumbrar las contradicciones y carencias del individualismo liberal. Desde esta diversidad de perspectivas los tres autores hallaron en la distinción individuo/persona un instrumento intelectual que les permitía interpretar los errores del individualismo así como fundamentar su crítica. Esta distinción, nuclear en el pensamiento de estos autores, ofreció en su momento una respuesta lúcida a los problemas y carencias que planteaba la ideología liberal.

Jacques Maritain dedicó parte de su obra política al examen de los errores y contradicciones que una doctrina materialista del ser humano procuraba en la configuración de las sociedades. Maritain desarrolló su distinción individuo/persona a partir de la crítica que realizó a la concepción antropológica materialista subyacente a las doctrinas liberal y comunista. Con la dicotomía individuo/persona pretendió por una parte, explicar, dentro del ámbito especulativo, algunos de los interrogantes más frecuentes en torno a la concepción sustancialista del ser humano; y, por otra, ahondar dentro del ámbito de la filosofía práctica, en la problemática de las relaciones entre hombre y sociedad. Con esta comunicación pretendo exponer brevemente la crítica al individualismo liberal desde una de las claves antropológicas que Maritian introdujo en su pensamiento político, la distinción individuo/persona.

  1. La distinción individuo/persona en la filosofía de Jacques Maritain.

II. 1.    Tesis antropológicas básicas.

Jacques Maritain fue uno de los promotores e impulsores intelectuales del movimiento personalista en Francia, fue mentor de Emmanuel Mounier, apoyó la fundación de ESPRIT y se le considera como uno de los precedentes del personalismo francés. Sin embargo, la filosofía de Jacques Maritain no puede calificarse estrictamente de “personalista”, ya que sería más propio caracterizarla como tomista, por recibir gran parte de su inspiración de Santo Tomás de Aquino. La distinción individuo/persona es desarrollada en el contexto de una cierta concepción del ser humano. Por ello es necesario exponer sintéticamente algunos rasgos de esta concepción antropológica para después analizar la distinción:

1) Parte de la tesis de que el nombre de persona está reservado para las substancias espirituales  -poseedoras de libertad y dignidad ontológica-; por tanto, todo ser humano, por estar esencialmente constituido por un alma espiritual, es persona humana. Descarta la posibilidad de que existan grados de hombres/personas.

2) Defiende la sustancialidad de la persona humana; entiende que cada ser humano es una substancia individual completa; el alma humana constituye, junto con la materia, una sola sustancia, carnal y espiritual a la vez; o, en otras palabras, todo ser humano conforma una unidad sustancial constituida por dos coprincipios sustanciales inseparables: cuerpo/materia, como principio de multiciplicidad, de cognoscibilidad y de muerte, -que impone a la persona humana coerciones y limitaciones- y la forma/alma, como principio  vital.

3) Por el alma racional la persona subsiste en la realidad como un todo material y espiritual. Un sujeto subsistente es, para Maritain, una totalidad que subsiste y existe por la subsistencia y la existencia misma de su alma espiritual. El hombre no existe sólo de manera física, o como un simple elemento individual y material. En el ser humano hay una existencia más elevada, sobreexiste espiritualmente en conocimiento y amor.

4) La naturaleza humana es dual, en la medida en que todo ser humano está integrado por cuerpo y alma, pero no dualista.

5) Su naturaleza es racional y expresa el modo de ser en virtud del cual la persona humana puede realizar operaciones no determinadas sólo por las condiciones de la materia. El ser humano es un animal y un individuo pero, a diferencia del resto de animales, es un individuo que se gobierna a sí mismo por la inteligencia y la voluntad. Ambas constituyen las más altas facultades o potencias de toda persona humana.

6) La inteligencia y voluntad son potencias inmateriales, que, demuestran, a juicio de Jacques Maritain, la inmaterialidad del alma, ya que la espiritualidad del alma humana se descubre por la espiritualidad de sus facultades, la de éstas por la inmaterialidad de sus actos y la de éstos por la inmaterialidad de sus objetos. El alma constituye para Maritain el primer principio vital humano que condiciona la posibilidad de potencias o facultades inmateriales pero, sin agotarse en ellas mismas.

7) Derivado de lo anterior, defiende la inmortalidad del alma debido a su carácter espiritual en sí y el carácter derivativo inmaterial de las potencias humanas. Hemos de advertir que, para nuestro autor, a pesar de que defienda la inmortalidad del alma y su posible subsistencia independiente del cuerpo, descarta siguiendo a Santo Tomás de Aquino, que, tras la muerte, el alma separada sea persona.

8) La dignidad de la persona humana se fundamenta en su condición de ser espiritual. El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y tal semejanza no puede venir de la materia, sólo del espíritu.

9)  En su existencia concreta e histórica, el hombre no es un ser puramente natural; por una parte está lesionado en su naturaleza por el pecado original, aunque no por ello substancialmente corrompido; por otra parte, está creado para un fin sobrenatural, “ver a Dios como Dios se ve”. La noción de persona en Jacques Maritain se define y comprende en una tensión continua entre un ser natural y sobrenatural.

10) Asumiendo la teleología tomista, afirma que el hombre plenifica si está ordenado a la Verdad, la Bondad y la Belleza. Y, por tanto, que no sólo ha sido creado por Dios, sino también para Dios. De ello se deriva que, como subsistencia, una totalidad dueña de sí por su conciencia e inteligencia y por su ordenación a Dios como último Fin o meta suprema, el hombre es persona.

La antropología de Maritain desvela un intento permanente por no considerar al ser humano desde parcialidades facultativas o ideológicas. La distinción que realiza entre individuo y persona busca sólo, como medio, una explicación diferencial, fundamentalmente en el plano práctico, pero sin olvidar nunca que “la verdad sobre el hombre se revela en la totalidad”. La persona humana conforma un todo. Esto se manifiesta en el hecho de que el ser humano es una unidad compuesta por cuerpo y alma, un todo independiente que subiste per se, que existe en sí.

II.2.     La distinción individuo/persona.

Las nociones de individualidad y personalidad no fueron una aportación nueva y genuina de Jacques Maritain, aunque si fueron desarrolladas y enriquecidas ampliamente en su filosofía. Así lo indicó en su obra La Persona y el Bien Común,Esta distinción no es cosa nueva; es una distinción clásica que pertenece al acervo intelectual de la humanidad. A ella equivale la distinción del mí (moi) y del sí (soi) en la filosofía hindú. Tal distinción es fundamental en la doctrina de Santo Tomás…Escuelas muy diversas la invocan: los tomistas, ciertos discípulos de Proudhon, Nicolás Berdiaeff y los filósofos que ante la invasión de la nueva tropa existencialista se llamaban ‘existenciales’[1].

 Lo realmente novedoso del pensamiento de Jacques Maritain en estos términos fue su empleo ilustrador en el ámbito de la filosofía política. La distinción entre individuo y persona, en la cual apoyará su concepción personalista y comunitaria de la sociedad, aparece por primera vez en su obra Tres Reformadores, concretamente en los escritos referidos a Martín Lutero. Para Maritain, Lutero fue el artífice de uno de los errores en los que se debate el hombre de nuestro tiempo, la confusión entre individualidad y personalidad. Su pensamiento en este punto nace, por tanto, para combatir dicha confusión y recuperar una interpretación anterior y más genuina en la dicotomía individuo y persona. Para ello asumirá la tradición escolástica, particularmente el pensamiento de Santo Tomás, y el análisis que a este respecto realiza el dominico Garrigou-Lagrange en su obra El sentido común. La filosofía del ser y las fórmulas dogmáticas.

Maritain empleó dos nociones propias del lenguaje metafísico tomista; individuo y persona, para designar por una parte, la realidad del ser humano en cuanto que ser imperfecto por condición de la materia y por otra, el aspecto del hombre como ser espiritual por razón de su alma. El resultado fue la distinción teórica de dos aspectos metafísicos en el ser humano: individuo, que destacaba el aspecto material y persona, que subrayaba el espiritual. Para Maritain, toda persona es individuo, y todo individuo humano es persona humana. No hay personas humanas que no sean individuos humanos y viceversa. Persona e individuo no conforman dos realidades separadas; “no hay una cosa en mi llamado individuo y otra cosa llamado persona, soy un mismo ser pero que en un sentido soy individuo y en otro persona”[2]. El hombre está constituido en una única realidad. Maritain no incurrió en un dualismo antropológico con la distinción ontológica individuo/persona, sino en una dualidad. Ciertamente distinguió dos aspectos metafísicos en la persona humana que se corresponden con los dos coprincipios materia y espíritu, pero no concibió al ser humano como un compuesto de dos sustancias independientes.

Maritain destaca la tensión existente entre ambos aspectos derivada, precisamente, de la condición unitaria del hombre. Si distinguió, fue para unir. El hecho de que el ser humano sea a la vez (individuo y persona) materia y espíritu, y que estos principios se hallen en tensión, tiene consecuencias en la existencia humana concreta. Por una parte, el principio de no-ser, que es a su vez de imperfección. Por otra, el ser humano es persona, participa de la perfección divina; por ello, su naturaleza tiende al bien, a la belleza que son manifestaciones de la excelencia del Ser. Su doble condición de individuo y persona genera en el hombre una doble atracción en conflicto. El ser humano no está determinado a priori ni por la materia ni por el espíritu, pero ha de optar o por una vida propia de lo corpóreo, o por una existencia plena si decide seguir el camino del espíritu.

La confusión de la persona por el individuo. El individualismo liberal.

 

El pensamiento político liberal se funda en una concepción antropológica denominada individualista o atomista, que entiende que lo que define esencialmente al ser humano es su dimensión individual. Esta definición de lo humano excluye como constitututivo y originario todo aquello que sea indicativo de universalidad y comunión a todos los hombres. Lo social, la política, la religión, la historia, la familia, son consideradas realidades secundarias, derivadas, sobrevenidas al hombre. El individuo, esencia de lo humano, es, en definitiva, lo que queda tras eliminar la dimensión social, relacional e histórica. Ese hombre, ese individuo es un reducto ideal, pues sólo lo encontramos en la mente tras un proceso de abstracción racional. La consagración del individualismo como concepción antropológica arranca en la modernidad. En la antigüedad y en el medioevo, la filosofía concebía al hombre en relación a la comunidad política. El ser humano era incomprensible en cuanto ser abstraído de un grupo humano, de ahí que se le entienda como ser esencialmente social o político. La filosofía de la Edad Moderna rompe con esa idea pertenencia y presume que la existencia primaria del hombre es individual, y desde esa individualidad se relaciona con los otros.

Maritain profundizó en el análisis del individualismo materialista, consagrado por la ideología liberal, y haciendo uso de la distinción individuo/persona consideró que el error fundamental del liberalismo fue haber reducido a la persona humana a su condición de individuo y haber ignorado una dimensión constitutiva del hombre, la personalidad. Este error también lo atribuyó Maritain al comunismo sin embargo, consideró que a diferencia de éste, el liberalismo enmascaró ese materialismo con un falso espiritualismo antropológico que procuró “la exaltación de la individualidad disfrazada de personalidad y el correspondiente envilecimiento de la verdadera personalidad”[3]. El resultado fue que “En el orden social, la ciudad moderna sacrifica la persona al individuo; da al individuo el sufragio universal, la igualdad de derechos, la libertad de opinión y entrega a la persona aislada, desnuda, sin ninguna armadura social que la sostenga y la proteja, a todos los poderes devoradores que amenazan la vida del alma, a las despiadadas acciones y reacciones de dos intereses y apetitos en pugna, a las infinitas exigencias de la materia de fabricación y uso”[4].

El reconocimiento de la personalidad implica asumir una dimensión espiritual en el ser humano, sin tal reconocimiento ¿cómo fundamentar la dignidad del hombre? ¿dónde ubicar la libertad, la racionalidad, la comunicabilidad? ¿en la condición individual, material? El individualismo liberal ha tratado de fundamentar y explicar la dignidad del ser humano desde la individualidad, ha intentado imaginar un hombre libre sin espíritu, un hombre racional sin alma. El resultado de esta imaginación se ha manifestado en el orden social en las políticas economicistas y cientificistas de los países capitalistas del Primer Mundo, el hombre liberal ha dejado de ser persona para convertirse en cosa. Para Maritain la interpretación del hombre desde esta unidimensionalidad ha tenido consecuencias funestas en la vida social y política, en la medida en que no se han respetado ni reconocido otras dimensiones o caracteres esenciales al ser humano como era su sociabilidad, su historicidad, su trascendentalidad. De este modo, se ha organizado la vida social y política atendiendo a una imagen falsa e incompleta del ser humano.

El liberalismo en el pensamiento de Jacques Maritain.

 

En todas las obras políticas de Maritain se hace referencia al sistema liberal para criticarlo desde sus fundamentos. Para Maritain el liberalismo se funda en la herencia luterana y calvinista. El hombre del individualismo liberal es una proyección del individuo luterano, que niega en sí todo mal. El prototipo del liberalismo es el hombre satisfecho de sí. Como añade nuestro autor, “Aparece como producción farisaica y decadente, nacida del espíritu jansenista o puritano y del espíritu racionalista. Al amor, prefiere este hombre las ficciones jurídicas (…); y al ser prefiere las ficciones psicológicas (y por ello puede agregarse que tampoco es “ontológico”)”[5].

Se caracteriza por un moralismo y espiritualismo; se despreocupa por verdades y virtudes de orden natural, las vacía de contenido esencial y las convierte en algo místico; las separa del Dios vivo y del amor. Es un hombre deísta o ateo.

El capitalismo fomenta iniciativa de los individuos, pero encierra espíritu de odio a la pobreza y de menosprecio del pobre, que es sólo instrumento de producción. Pero ni siquiera el “rico” es persona, pues sólo existe como consumidor. El capitalismo ha perdido el sentido del amor y del misterio pues ha hecho un mundo a su medida, un mundo que no participa de Dios ya que refleja sólo la obra del homo faber.

El liberalismo participa del paradigma del racionalismo ilustrado del hombre moderno, que creía en la paz y en la fraternidad –sin Cristo-, adoraba la vida humana como poseedora de un valor infinito, creía en la libertad –sin responsabilidad moral, sin dominio de sí, puesto que el libre arbitrio era incompatible con el determinismo científico, y creía en la igualdad –sin justicia, puesto que la justicia era una idea metafísica que había perdido todo fundamento racional y carecía de todo criterio dentro de nuestra perspectiva biológica y sociológica–, el hombre moderno buscaba la felicidad sin atender a un objetivo final, ni a un ideal racional al que adherirse-. El hombre del liberalismo lleva en el Estado burgués una vida social y política, una vida común sin bien común, puesto que el fin de la vida común consistía en preservar la vida de cada uno, en gozar de la propiedad privada, de adquirir riqueza y buscar su placer.

            Para Maritain el liberalismo es una filosofía política hipócrita en la medida en que en beneficio del hombre abstracto hace caso omiso a las duras limitaciones que pesan sobre el hombre real, disfrutando algunos de las libertades así concebida sólo por la opresión de los demás. Y, al defender los bienes de la persona, muchas veces no se hace en verdad sino salvar la caricatura material de esos bienes, la libertad sin límite de la propiedad, del comercio y de los goces de la vida. Se invocará el espíritu, los valores de la abnegación y de la entrega a fin de salvar el bienestar de quien, en la sociedad moderna, goza de privilegios sociales (de quien pertenece la clase burguesa). El hombre es un todo industrial y económico, su obra esencial y primordial consiste en la dominación industrial de la naturaleza para distribuir él mismo los bienes producidos. Hay sed de comunión pero ésta se busca en la actividad económica, dentro de la pura productividad, que no es más que el mundo de una razón decapitada, la persona humana es sacrificada al titanismo de la industria, que es el dios de la comunidad industrial.

En definitiva los rasgos que caracterizan el liberalismo para Maritain son: el egoísmo, el conformismo -afirmará Maritian que el el prototipo del liberalismo es el hombre satisfecho de sí-, el fariseismo, el economicismo, el inmanentismo, y el materialismo.

Conclusiones.

La concepción del ser humano en la que se ha fundado el liberalismo nos habla de una verdad del hombre, de no ser así no hubiera podido prosperar e instalarse como teoría política que domina el mundo. Sin embargo, el liberalismo es falso en lo que niega del ser humano. Al negar la sociabilidad, la libertad, la interioridad, la trascendentalidad como esenciales al hombre, ha rechazado lo que le dignifica, su condición personal. Las relaciones de injusticia estructural que dominan las relaciones Norte-Sur, la marginación de aquellos que no producen, la anomia, el consumismo,etc son el resultado de un sistema político que se funda en una concepción parcial del hombre. A través de la distinción individuo/persona Maritain ofreció claves importantes e intuiciones que ayudan a explicar las carencias intelectuales del individualismo liberal y frente a tales carencias propuso una reelaboración de la antropología que fuera capaz de asumir y expresar la dignidad que reconoce al hombre.

[1] Maritain, J., La persona y el Bien Común, Club de Lectores, Buenos Aires, 1947, pp. 37-38.

[2] Maritain, J., La defensa de la persona humana, Ediciones Studium de Cultura, Buenos Aires, 1967, p. 47.

[3] Maritain, J., Tres Reformadores, Sol y Luna, Buenos Aires, 1967, p. 43.

[4] Ibidem.

[5] Maritain, J., Humanismo Integral, Palabra, Madrid, 1999, p. 111.