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Reseña del Simposio “Construir Europa desde un humanismo integral”

Este 2020 se cumple el centenario del nacimiento de Karol Wojtyla/ San Juan Pablo II y, como no podía ser menos, son varias las instituciones que han querido celebrarlo con eventos dedicados a su extraordinaria figura. Este ha sido el caso del II Simposio organizado por la Cátedra Juan Pablo II, dirigida por su compatriotaAndrzejDobrzy?ski y auspiciada por Robert Tyra?a, rector de la Pontificia Universidad Juan Pablo II de Cracovia, por la embajada de Polonia en España -representada en la figura de la señora embajadora MarzennaAdamczyk, quien recordaba que Juan Pablo II ha sido, propiamente, el padre de la reunificación europea- y por el Instituto Polaco de Cultura en Madrid. El acto también ha contado en su inauguración con D. José María Gil Tamayo, obispo de Ávila.

El encuentro ha contado, además, con la presentación de las Actas del I Simposio, realizado en 2018, el año de Fundación de la Cátedra, en las que se analiza la tesis doctoral en Teología de Karol Wojtyla y su intensa vinculación con la espiritualidad carmelitana.

La ocasión trataba de revitalizar el pensamiento del filósofo polaco y después pontífice de la Iglesia universal, acerca de la realidad y futuro de Europa. Él, polaco con una fuerte conciencia de su pertenencia europea, que se fraguó en los difíciles años de resistencia de su patria frente a la dominación inhumana de nazismo y comunismo, entendió que el Cristianismo tenía un mensaje irrenunciable de libertad y de defensa del valor de la persona humana, que era preciso salvaguardar frente a cualquier ideología. Esta ligazón a su patria polaca fue enriqueciéndose con la experiencia italianadurante la realización de su tesis doctoral en Teología -que hizo sobre el acto de fe en San Juan de la Cruz- y con la atención pastoral a refugiados de diferentes países europeos. Y, posteriormente, con la profundización en la filosofía fenomenológica del pensador alemán Max Scheler. Sus escritos filosóficos, Amor y responsabilidad y Persona y acción, muestran cómo en sus reflexiones estaba presente la conciencia del nosotros y especialmente en los últimos capítulos de la última obra, estaba caminando hacia una filosofía social y cultural, que probablemente hubieran desembocado en una reflexión sobre su patria grande, que fue Europa.

Ya como pontífice, la labor de Juan Pablo II fue notable en relación a la capacidad de devolver a Europa la conciencia de su propio orgullo y de los logros que había llevado a cabo, no solo con sus numerosos viajes apostólicos a los diferentes países europeos, sino particularmente con la reivindicación del patrimonio cristiano, de honda raigambre en todos sus territorios y con la atención a las nuevas aportaciones del Cristianismo en Europa, como constató con la atención a nuevos santos, tales como Maximiliano Kolbe, el sacerdote polaco que dio su vida por un padre de familia en Auschwitz, o Edith Stein, la filósofa judía convertida al catolicismo gracias a las obras de Santa Teresa de Jesús, que también terminó sus días en un campo de concentración, compartiendo el destino de millones de compañeros de raza.

San Juan Pablo II quiso que en el legado cristiano de Europa figurase explícitamente la aportación de las mujeres, como constató al nombrar 3 patronas de Europa en 1999, en el contexto del Sínodo de Europa: Brígida de Suecia, Catalina de Siena y Edith Stein. 3 mujeres que diesen la versión femenina del patronazgo que ya tenían tres santos varones: San Benito, San Cirilo y San Metodio.

En este sentido, los diferentes ponentes del Simposio se han esforzado por mostrar la gran aportación intelectual y moral que tiene Karol Wojtyla a la identidad europea.

En primer lugar, el Prof. Burgos reflexionaba sobre el sentido preciso en que podemos hablar del “alma de Europa”: un continente complejo que, en palabras de George Steiner, podría ser simbolizada con tres colinas, el Partenón, el Gólgota y el Capitolio. Un continente lleno de diversidad en el que las culturas griega y romana aportaron, por un lado, el cultivo de la racionalidad y, por otro, la unidad política, social, lingüística y monetaria. Pero sin duda la argamasa perdurable de esta realidad fue el Cristianismo, con su aportación del concepto de persona y de nociones tan extrañas a la mente antigua como la de libertad, creación o filiación divina. Se recordó el dato curioso de que la primera vez que se habla de Europa en fuentes documentales es en la pluma de un español, el mozárabe Isidoro el Pacense, quien se refirió en el año 754 a los “europenses” liderados por Carlos Martel que se enfrentaban en la Batalla de Tours a las tropas musulmanas. Esta denominación precoz, señalaba el ponente, encuentra su continuación en nuestros días, cuando los llamados “Padres de Europa” en el siglo XX, Adenauer, De Gasperi y Schuman gestaron un proyecto político basado explícitamente en presupuestos cristianos y en la voluntad de que Europa no cayese en el futuro en decadencias totalitarias. En este sentido, se señalaba cómo el proyecto europeo ha de hacerse cultura, cultura contemporánea, con el lenguaje del hombre de hoy, pues es así como realmente podrá vehicularse de manera efectiva un mensaje que sigue siendo actual.

Gabriel Richi Albertihizo un interesante análisis de la reflexión del entonces arzobispo de Cracoviasobre el “Discurso del Areópago”, inédita hasta fecha muy reciente, que trata sobre temas que aparecerán de manera muy explícita en su época de pontificado: el tema del hombre, de la libertad, la relación del cristianismo con otras religiones, etc. Así como la relación de este notable escrito con otros como Veritatis splendor o Fides et ratio, con referencias inequívocamente filosóficas.

Por su parte, el Prof. José Luis Orella analizó la realidad del camino de Santiago como un elemento de la identidad católica de Europa y de catolicidad fuera de ella, mostrando cómo Juan Pablo II era consciente del enorme significado europeo de la ruta jacobea y cómo para él, que era un eslavo, su existencia e influjo quedaban enmarcadas en una historia común con los otros países del continente, que en algunos casos celebraban a finales del siglo XX ya una historia cristiana milenaria.

Juan Pablo II, además, que por su formación filológica tenía un gran conocimiento de la historia polaca y de la importancia de la cultura para la configuración de una identidad nacional, entendió que la identidad europea necesitaba hacer un proceso paralelo para reconocerse a sí misma y poder proyectarse hacia el futuro. Su discurso europeísta, pronunciado en Santiago de Compostela el 9 de noviembre de 1982, con ocasión de un viaje apostólico a España, ha de ser comprendido en esta clave: no solo como una mera mirada hacia atrás, hacia la historia, sino como la posibilidad de reconocer el inmenso legado propio para seguir siendo el continente creativo, dinámico e innovador que ha sido durante siglos. Huir de las propias raíces y la propia historia no sería más que una forma cultural de alienación.

Ha querido este simposio sobre Europa dar cabida a la reflexión sobre grandes figuras de santos europeos, como es el caso de Catalina de Siena, cuyos escritos llenos de una fina sensibilidad comentó M. Elena Francesca Ascoli OP;de Maximiliano Kolbe, sobre cuya figura generosa y su relación con la identidad cristiana europea reflexionó Zdzis?awJózefKijas OFM Conv. Y sobre Edith Stein, cuya enorme personalidad y profundos escritos, tanto en filosofía, como en pedagogía y en el tema de la mujer fueron mostrados por Fco. Javier Sancho Fermín, director del CITeS.

También ha querido lanzar este evento una mirada hacia la vocación espiritual de Europa y cómo esta puede traducirse en un proyecto político, como explicó el profesor y político italiano Rocco Buttiglione, mostrando la fecundidad de un humanismo cristiano para un ámbito pragmático.

Finalmente, no podía dejar de atenderse a la familia, un tema que fue crucial en la vida y obra de Karol Wojtyla, desde que, niño, escuchase sobre la historia de Polonia en las rodillas de su padre, hasta que, Papa ya, firmase el mismo día de su atentado el decreto para la constitución del Pontificio Consejo para el Matrimonio y la Familia. Fue asimismo un tema presente en su reflexión filosófica e incluso en sus catequesis sobre la “teología del cuerpo”. Y el caso es que la propia experiencia de la patria en San Juan Pablo II, como contó en su libro Memoria e identidad, está ligada a su experiencia familiar, de manera que desde su punto de vista, la renovación de Europa está ligada al fortalecimiento de la familia y a la transmisión sana y proyectiva de todo un legado continental. Por la familia pasa la comunicación sana y a la altura de los tiempos de una cultura europea potente y vigorosa

Dra. Nieves Gómez Álvarez.

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