(Comunicación presentada en las VIII Jornadas de la AEP:
Bioética personalista:
fundamentación, práctica, perspectivas

Universidad Católica de Valencia
Valencia, 3-5 de mayo de 2012)

 

Introducción

Afirmaba Cicerón  que “para distinguir una ley buena de otra mala, tenemos una regla solamente: la naturaleza” [1]. Este concepto, que fue fundamento de nuestra civilización, se corrompió al separar progresivamente la ley positiva de la ley natural. Se llegó a dejar de reconocer la naturaleza como expresión de la  realidad, sustituyéndola por un artificio que impide distinguir entre una ley buena y una mala. A ello se refirió recientemente el papa Benedicto XVI, preguntando al Parlamento alemán si “existe o no un orden moral objetivo en la naturaleza y en el hombre, que pueda considerarse fundamento de las leyes”. Sostenía que“en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta” [2]. Era el mismo concepto de  hace catorce años, cuando el entonces cardenal Ratzinger afirmaba que  “introducir un dogmatismo extraño a la propia naturaleza […] “una decisión de la mayoría, pudo servir para abolir la libertad” [3].

La libertad, que caracteriza y especifica a la persona, se garantiza respetando el ordenamiento natural, no sólo la voluntad de una mayoría, que puede ser tiránica y esclavizante. El orden moral natural aparece como última garantía de convivencia social, de paz y de justicia. Lleva a respetar “lo que el ser humano es por naturaleza según su propia dignidad, y no las decisiones subjetivas de aquellos que gozan del poder de participar en la vida social, o de aquellos que obtienen el consenso de las mayorías” [4]. Cicerón había sostenido que “hacer depender esta noción de la opinión general y no de la naturaleza, es verdadera locura” [5], peguntándose: “¿Por qué no decretan que lo malo y pernicioso sea declarado en adelante como bueno y saludable? ¿y por qué la ley  que de lo injusto puede hacer lo justo, no podrá hacer del mal un bien?” [6]. El Parlamento no puede transformar lo malo en bueno, lo enfermizo en saludable, lo injusto en justo. Nuestra civilización debe re-culturizar las mayorías y al propio Parlamento a partir de  “todos los estamentos educativos y formativos…” procurando la “plenitud para hacer crecer a la persona” [7].

Planteo. La situación actual

Distintos agravios a la persona, a sus derechos inherentes, indujeron a que la OMS [8] prestase especial atención a los más vulnerables. Similar objetivo asistencial originó la “Declaración universal sobre bioética y derechos humanos” el 19 de octubre de 2005 [9], naciendo las “Cátedras UNESCO de Bioética y Derechos Humanos”. Pero, estos esfuerzos no lograron proteger a los más débiles, especialmente al inicio de la vida, ni en la vejez y la enfermedad. No sólo persistieron los homicidios por aborto y eutanasia, sino se legitimaron de modo implícito y explícito, por el orden jurídico, desconociendo el valor inherente de toda vida humana.

Mientras se habla mucho de “derechos humanos” no se oye hablar de “deberes humanos”, llegándose incluso a formular pseudo-derechos, sin deberes correlativos, como el derecho a tener un hijo, o a cambiar de sexo: ¿quién ha de asumir la responsabilidad para asistir esos requerimientos? ¿El Estado? Los deberes y derechos empiezan y terminan en el ámbito de la naturaleza de cada persona, sin acepciones.

La situación empeoró cuando el principialismo bioético anglosajón sustituyó el concepto de libertad por el de autonomía. Supuso confundir libertad humana con una autonomía común a todo ser biológico, que no genera deberes ni responsabilidades. Por ese camino se alcanzó una progresiva acepción de personas, que comprometió la convivencia en un “Estado de Derecho”, que no debería legitimar el homicidio de los más débiles.

Los teóricos de esta ideología, como Engelhardt, “crearon” o “inventaron” el elitista concepto de “estatus de persona” [10], sosteniendo que “los seres humanos son personas en sentido estricto varios años después de nacer” [11]. De este modo, sentenciaban a cuantos no alcanzasen este privilegio.

En esta filosofía la ciencia se corrompió con ideología, llegándose incluso a defender la irracionalidad: “la autoridad no puede  partir de argumentos racionales ni de creencias comunes, sino únicamente del acuerdo de los participantes” [12]. La discusión argumentativa-racional se  abrió al consenso irracional.

 Análisis. El proceso de despersonalización

La realidad cuenta con leyes, físicas, como la de la gravedad, y metafísicas, como las de la lógica. Estas leyes existen independientemente de que sean o no reconocidas por los seres humanos. La propia creatura humana pertenece a esa realidad, que es capaz de conocer y amar por contar con una naturaleza personal, imagen y semejanza del Creador. Pero los ideólogos de este dogma panteísta, autodenominados “no creacionistas”, conciben un universo eterno e increado, cerrado a las personas del Creador y de las creaturas. Conciben un intelecto no libre, sino autónomo, incapaz de amar.

Siglos de despersonalización afectaron la familia y la sociedad, puesto que la característica principal del ser personal es el ser familiar y social. Causó un descalabro cultural montado sobre artificiosos y contra-naturales “modelos” de familia y sociedad, no personales.

Estos trastornos, a nivel de la biosfera, hicieron que en el siglo pasado Leopold impulsase el concepto de “ecología”, en favor de un equilibrio con el entorno, con la Naturaleza. En 1970, con el  inicio de la bioética, se llamó la atención acerca de los riesgos  de “supervivencia” [13] por estas alteraciones.  Pero en 1992, Juan Pablo II amplió esos conceptos, hablando de una “ecología humana” y una ecología social” [14], un equilibrio no sólo referido a la biosfera. El año pasado, Benedicto XVI retomó esos conceptos, relacionándolos  con  la persona, en el ordenamiento moral y jurídico, citando “la naturaleza y la razón como verdaderas fuentes de derecho… como fuente jurídica válida para todos…, la inviolabilidad de la dignidad de cada persona” [15].

Discusión. ¿Cómo revertir la situación?

Resulta inútil discutir que  “la autoridad no puede  partir de argumentos racionales…”, pues descartar la racionalidad, como hace Singer, al defender el “derecho de los animales” [16], nos llevaría a considerar igualmente,  si la autoridad pueda derivar de monos o zapallos. Preferimos  limitar la discusión a la validez de acuerdos mayoritarios, sólo entre personas, cuando el consenso se opone al orden moral.

Los aztecas legitimaban el canibalismo de sus enemigos. Los nazis avalaban el exterminio racial. Ambos se sostenían en acuerdos políticos logrados en sus contextos geográficos e históricos. Ambos demostraron que el consenso no alcanza para legitimar conductas, y utilizarlo como único requisito de legitimidad, supone desconocer el orden moral objetivo para regular la relación entre personas. Sustituyéndole por el consenso no puede garantizarse la justicia y paz social. Aún en el contextos de una “democracia participativa”, Chantal del Sol, no refiere que es posible que mientras  “pretendemos paz y concordia, sin saberlo aspiremos a gobiernos totalitarios” [17].

Es un equivocado concepto de libertad el que da lugar a estas paradojas políticas. Se ignora que al igual de lo que ocurre durante el juego de ajedrez, la libertad de los jugadores se pierde al mover las piezas. Sólo al inicio de la partida ambos jugadores cuentan con la misma  libertad. Luego se va perdiendo en la medida que los movimientos sean equivocados. La libertad no está en el movimiento mismo, sino en relación al orden de las piezas en el tablero. También en la vida la libertad debe entenderse para evitar el jaque mate. Decía Borges que los seres humanos van por la vida como inmortales, aún sabiendo que han de morir. Su libertad sólo se entiende para mantener esa condición de vida.

No necesitamos “crear”, “inventar”, ni “construir” [18] la realidad, que ya existe. Requerimos “iluminar las opciones cotidianas de cada persona y de la sociedad entera” [19] para no seguir sosteniendo que “la realidad no es producto sino causa de la percepción” [20], ni que “la invención es aquel proceso de construcción de mundos por el cual un concepto se hace fértil herramienta y dibuja realidades” [21]. Esos “dibujos”, separados del orden moral natural, carecen de fertilidad y sólo promoverán una “cultura de la muerte” [22].

 Conclusiones. Las opciones actuales

Divorciar el orden jurídico del  orden moral, impreso en la naturaleza de la persona, supone  tomar en vano la ciencia y la ética en nombre de la ideología. Pero sus efectos agraviarán la convivencia de la familia y la sociedad. Para evitarlo parece imprescindible educar en la libertad. Un “educere”, para “educir” de la naturaleza humana, las conductas éticas, adecuadas al orden moral, a la naturaleza, antes que al orden jurídico, si éste es ajeno al auténtico Derecho.

El carácter irracional y acientífico de la ideología de género llevó a desconocer la objeción de conciencia y de ciencia, incluso la “objeción de conciencia institucional” [23], de la que habla Gonzalo Herranz. Se ha sostenido que debe primar el consenso [24]. Pero ello es tan antihumano, que puede relacionarse con la “frustración por la crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo y la economía; una crisis cuyas raíces son sobre todo culturales y antropológicas.

Hemos de profundizar el concepto de que “la educación es formar en la auténtica libertad” [25]. Así entenderemos que la verdadera justicia “no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas” [26] por consenso.

Hemos de repensar la relación de  paternidad-filiación-fraternidad desde una relación conyugal en que “la inteligencia descubre, en el poder de dar la vida, las leyes biológicas que forman parte de la persona humanauna vinculación más profunda con el orden moral objetivo, establecido por Dios” [27].

Debe asumir que “no es lícito, ni aún por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien” [28]. El mal, aunque menor, no puede ser una opción, porque no existe: no es sino falta de bien. Es ese bien, como objetivo, el que hará  “más fácil y feliz la vida de los padres y de los hijos en el seno de la familia, “más fraterna y pacífica la convivencia en la sociedad humana” [29]. Por el contrario, manipular el “saber” para “tener” y  “poder”, no conseguirá nada fructífero, aunque se haya sostenido que “El saber, el tener y el poder existen en un círculo fructuoso de recíprocas influencias” [30].

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[1] CICERON, M.T., Tratado de las Leyes, Porrúa, México 1984, 5° ed., Libro II, p. 106.

[2] BENEDICTO XVI, Discurso ante el Bundestag, Zenit, 22 de setiembre de 2011.

[3] RATZINGER, J., Cielo e Terra, Piemme, Casale Monferrato 1997, pp. 12-15.

[4] JUAN PABLO II, Mensaje para la XXXV Jornada Mundial de la Paz, Ciudad del Vaticano 1 de enero

2002. www.vatican.va.

[5] CICERON, M.T., Tratado de las Leyes…, Libro I, p. 10.

[6] CICERON, M.T., Tratado de las…, p. 106.

[7] BENEDICTO XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, Zenit, , 16 de diciembre de 2011.

[8] http://www.who.int/social_determinants/strategy/QandAs/es/index.html. Consulta en Internet enero 2012.

[9] http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=31058&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html. Consulta Internet enero 2012.

[10] ENGELHARDT, T., The Foundations of Bioethics, Oxford University Press, New York 1986, p.107.

[11] ENGELHARDT, T., The Foundations …, p. 258.

[12]ENGELHARDT, H.T., The Foundations …, p. 138 .

[13]POTTER, V.R., Bioethics: Bridge to the future, Prentice-Hall, INC. New Jersey 1971, p. 70.

[14] JUAN PABLO II, Centesimus Annus, n. 38.

[15] BENEDICTO XVI, Discurso ante el Bundestag…, setiembre de 2011.

[16]SINGER, P., Repensando la vida y la muerte, 1995. Trad.: Paidós, Barcelona 1997, p.200.

[17] DEL SOL, Ch., Academia de Ciencias de París, lunes 21 de marzo de 2011.

[18] LOLAS, F.,  “Bioética. El diálogo moral en las ciencias de la vida”, Ed. Mediterráneo, Santiago de Chile 2001, p. 28.

[19] JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, nº 4.

[20] LOLAS, F., “Más allá del cuerpo”, Ed. Andrés Bello, Santiago de Chile 1997, p. 32

[21] LOLAS, F., Bioética y Antropología Médica, Ed. Mediterráneo, Santiago de Chile 2000, p.21.

[22] JUAN PABLO II, Evangelium Vitae, nº 21

[23] HERRANZ, G.,“El Hospital como Organismo Ético, Cuadernos de Bioética, XIX, 2008/3ª p 424.

[24] Cf. GRACIA, D., Consulta 06-06-2011 en:

http://www.medicosypacientes.com/colegios/2009/11/09_11 26_objecion_conciencia

[25] BENEDICTO XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, Zenit 16 de diciembre, 2011.

[26] BENEDICTO XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, Zenit 16 de diciembre, 2011

[27] PABLO VI, Humanae Vitae nº 10.

[28] PABLO VI, Humanae Vitae nº 14

[29] PABLO VI, Humanae Vitae nº 28

[30] LOLAS, F., “Más allá del cuerpo”…, p. 17.