Seminario permanente de Personalismo

19 de mayo de 2004

Preámbulo

Aunque en sentido estricto no corresponde incluir a Raïssa Maritain en la corriente personalista (en todo caso hablaríamos de precedentes en su obra y en la de su marido, Jacques) si quiero comenzar señalando que la propuesta de (o mejor desde) Raïssa nos sitúa en una valoración peculiar de una de las dimensiones características del personalismo, la dimensión religiosa, pues  profundizando en la posición filosófica de todo personalismo, esto es “tomar a la persona, a la experiencia de ser persona y del encontrarse con otras personas como punto de partida del pensamiento filosófico”[1] introduce precisamente el elemento personal en su expresión más eminente, un Dios personal, y en concreto la relación personal con las Personas divinas, como clave para el mejor desarrollo del ser personal y de las relaciones interpersonales. Esto es, será la forma e intensidad de esta relación –relación con las Personas divinas, que es la que puede recibir en sentido estricto la denominación de AMOR– la que determine todas las demás relaciones, entre ellas las que –siendo proyección o reflejo de aquella– podremos denominar “amores”.

En este contexto resulta interesante remitirse al origen teológico del término persona, utilizado para designar que en el interior de la vida suprahistórica de Dios la única «naturaleza» infinita divina como verdaderamente idéntica se realiza en tres relaciones personales, distintas entre sí”[2]. Esto es, el único Dios eterno existe en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, cuyos nombres (conocidos por revelación de Jesucristo) entrañan la íntima relación personal que se guardan entre sí. La aplicación de esta realidad teológica a la antropológica es muy sugerente porque apunta a que ser persona –en términos ontológicos– tiene mucho que ver con “ser en relación con”[3].

El amor tiene un papel singular, único, en la definición de “persona”: siendo lo esencial de la vida, la reflexión sobre el amor ha de ocupar un lugar importante en el saber; de aquí la oportunidad de preguntarnos qué es el amor en un seminario sobre el personalismo.

Estas afirmaciones abren grandes posibilidades de investigación y análisis, y marca, ciertamente, una forma peculiarmente cristiana, –enraizada en la tradición evangélica, patrística y mística– de interpretar y vivir nuestra condición histórica.

Propósito

Hecho este preámbulo, corresponde preguntarse ¿qué pretendemos con esta reflexión y el debate posterior?

1º. subrayar el papel insustituible del amor en las relaciones humanas;

2º. extraer conclusiones para la vida personal y las relaciones interpersonales;

3º. formular algunas propuestas de aplicación en la praxis cotidiana.

Intentamos este itinerario describiendo someramente a qué tipo de amor nos estamos refiriendo desde la experiencia y la reflexión de Raïssa Maritain, y qué consecuencia pueden extraerse de ello.

Hilo conductor

El hilo conductor de mi breve exposición es el siguiente:

1)   Raïssa Maritain vive el amor; por tanto, hablar del amor según su pensamiento nos sitúa ante una experiencia eminentemente espiritual.

2)   El intento de sistematización de esta experiencia le lleva a distinguir diferentes tipos de amor, hasta llegar a la descripción de lo que considera el amor verdadero: “l’amour fou”, que traducimos por “locura de amor”, en lugar de la traducción literal y generalizada de “amor loco”.

3)   La “locura de amor” es amor de totalidad que sólo puede darse a un objeto.

4)   Cuando un alma pasa bajo el régimen de la locura de amor por Dios se dice que pasa al estado místico.

5)   La locura de amor por Dios comporta la experiencia mística de que puede resolverse la paradoja del amor desde la vivencia de la oblación, purificación y transfiguración.

Desarrollo

“¿Cómo le probaré [a Dios] mi amor?. Dándome a El desde lo profundo del corazón, de modo tal que ningún otro amor habite allí jamás (…) Dios es celoso (…) de ese don particular del corazón que es el amor, y que es total y exclusivo por naturaleza” (20 de abril de 1924)[4].

1. La vivencia

Raïssa Maritain vive el amor; por tanto, hablar del amor según su pensamiento nos sitúa ante una experiencia eminentemente espiritual.

Podemos comprobar que el pensamiento tanto de Raïssa como de Jacques Maritain, presenta el aval de una tónica existencial tan profunda que bien puede afirmarse que no han dicho nada que no hayan previamente vivido. Este dato, que aparece a la simple vista del lector de sus obras, viene corroborado por ellos mismos en varias ocasiones.Es Raïssa quien -en su Diario- nos confiesa que «todo cuanto se encuentra en la obra de Jacques, nosotros lo habíamos vivido antes al estado de dificultad vital, al estado de experiencia; las cuestiones del arte y de la moral, de la filosofía, de la fe, de la oración, de la contemplación. Estas cosas nos han sido dadas sobre todo para vivir, a cada uno según su naturaleza y según la gracia de Dios…»[5].

Por su parte, Jacques afirma que el Diario de Raïssa es un texto purísimo, del que debe ser respetado en primer lugar el valor de testimonio directo y vivo[6]. Y nucleo esencial de estos textos aparece el amor que es, para los Maritain, la propia vida; su expresión teórica no será más que la sistematización de una experiencia profunda.

Téngase en cuenta que no extraemos la concepción del amor según Raïssa de un análisis sistemático, sino de un diario espiritual que ella tenía para sí y que nunca hubiera pensado dar a la luz pública; de hecho, sólo en contadas ocasiones permitió a Jacques el acceso a algunas notas[7]. Por ello se trata de encontrar, más allá de la precisión en el lenguaje, el hilo conductor de una vivencia espiritual del amor a Dios y a los hombres.[8]

2. La sistematización

El intento de sistematización de esta experiencia le lleva a distinguir diferentes tipos de amor, hasta llegar a la descripción de lo que considera el amor verdadero: “l’amour fou”, que traducimos por “locura de amor”, en lugar de la traducción literal y generalizada de “amor loco”.

2.1. Dos especies del amor de dilección

Para una aproximación sistemática, partimos de la observación de que Raïssa se centra en el amor de dilección, distinguiendo en éste dos especies, que llama -según el lenguaje común- amor y amistad.[9]

– en la amistad el amigo se dona realmente, pero cubierta e indirectamente mediante otra cosa o -dicho de otro modo- gracias a algunos dones que esconden bajo signos el don de sí mismo, y más o menos lo fragmentan. Este modo de donación le permite conservar para sí el propio yo en la medida en que no ha dado absolutamente cuanto tiene. Puede llegar a aquel perfecto amor de devoción en el que se dá todo lo que se tiene, todos los propios bienes y también la propia vida.

– en el amor: la persona se da directamente, descubierta, sin esconderse bajo las especies de ningún otro don que sea menor: se da toda entera desde el primer momento, dando y comunicando al amado lo que ella es y extasiándose en él. La persona misma del amante se convierte en el Don, simple, único y sin reservas posibles, hecho al amado. Es por esto que el amor es el don de sí absolutamente y por excelencia.

La diferencia entre ambos está  en el poder que tiene de enajenar al alma de sí misma.[10]

2.2. Tres casos típicos del amor

Para comprender mejor cuanto se está exponiendo, nos detenemos a considerar las diversas especies del amor, señalando tres casos típicos:

amor pasión (amor romántico, en su forma más sublimada): es el espejismo del amor verdadero (que más adelante llamaremos locura de amor), una máscara con la que el espíritu cubre en nosotros, con un embellecimiento real, el deseo de los sentidos del que se sirve la especie para sus fines. En él, el amante se dona al amado en la imaginación más que en la realidad; el deseo carnal ocupa (a veces inconscientemente) el puesto central.

amor auténtico incipiente: se llega a él después de una cierta maduración en la vida y en el sufrimiento. Uno dona al otro realmente no sólo lo que tiene, sino lo que es, su misma persona. En la forma ordinaria este don se hace de hecho, pero incipiente, no hasta el fondo.

locura de amor:  cuando el don viene hecho hasta el fondo se obtiene el amor en su forma extrema o completamente absoluta. El amante se da al amado como a su Todo, y se extasía en él. Si bien permaneciendo ontológicamente una persona, se hace una parte que no existe más que para y en este Todo que es su Todo. Este amor es, en el orden de las perfecciones ontológicas de la naturaleza, el sumo del amor entre hombre y mujer.

2.3. Caridad-amistad y caridad-amor

En un escrito inédito de Jacques Maritain, se observa que estaba muy impresionado por algunas notas de Raïssa sobre el amor. Así escribe el 21 de julio de 1962: “Leyendo el Diario de Raïssa una cosa me ha impresionado de un modo particular: la distinción hecha por Raïssa entre amistad y amor en el amor de Dios. Pienso que el precepto de la caridad llega en un primer momento a todos los hombres como caridad-amistad. Pero es sólo un inicio. Dios les llama a la caridad-amor. Y cuando entran en esta vía, es por los dones del Espíritu Santo, y es la vía mística. En los dos casos se ama a Dios sobre todas las cosas, y viene exigida una delicadeza extrema. Pero cuánta más delicadeza, y cuánto celo, para los que entran en la vía. Habría que enseñar esto, cuanto esto es de mayor luz que el ‘modo sobrehumano de actuar’. Amar a Dios como Esposo”[11].

La convocatoria es, por tanto, a entrar por la vía de la caridad-amor, o de la locura de amor divino. Pasamos a exponer de qué se trata.

3. La locura de amor

La “locura de amor” es amor de totalidad que sólo puede darse a un objeto.

Hemos afirmado que la locura de amor es amor de totalidad, por el que el amante se da al amado como a su Todo, y se extasía en él.

A este punto es necesario matizar dos aspectos:

– Le conviene el nombre de locura de amor, porque en el orden de la simple existencia es de por sí imposible o insensato; una persona continua a ser un todo y no puede llegar a ser parte de otro todo[12].

– Se nos presenta aquí una paradoja típica del amor, que por una parte exige la dualidad ontológicamente infrangible de las personas, y por otra pide -y a su modo cumple- la unidad efectivamente consumada de estas mismas personas.

Dicho esto, vamos a realizar un análisis en el que subrayaremos lo siguiente:

1º.- la locura de amor implica y presupone siempre el amor de devoción o la amistad, aunque vaya más allá de ésta (esta precedencia no se da necesariamente en el tiempo, sino en el ser).

2º.- va más allá de la amistad porque se constituye a un nivel más profundo —radical— en el alma, por el hecho mismo de ser don directo, descubierto y al desnudo de la persona total, que se hace uno en espíritu con el otro. En virtud de la naturaleza misma del ser humano —materia y espíritu— también comporta de por sí la unión de la carne, lo que no excluye el que por un acto de libre arbitrio, por un motivo religioso o por otros, un hombre pueda hacer violencia a la naturaleza y separar el deseo carnal de su locura de amor.

3º.- de todas formas, es infinitamente más que el deseo de los sentidos; por esencia es amor de dilección. Cuanto más el espíritu se eleva sobre la carne, tanto más la locura de amor (el auténtico amor en su forma extrema) se eleva por encima del amor-pasión.

3.1. El proceso espiritual hacia la locura de amor

Antes de adentrarnos en la exposición sistemática, conviene acercarnos a la biografía de Raïssa para relatar unos momentos importantes de su vida, lo que llamamos  su nuevo bautismo, que dejará una huella imborrable en su alma y marcará la trayectoria de su proceso espiritual hacia la locura de amor.

Se trata de la recepción de la unción de los enfermos, en Heidelberg, el 17 enero 1907. Raïssa tiene 23 años, ha pasado apenas medio año desde su bautismo. En su Carnet de Notes Jacques relata cómo viven este momento y los días sucesivos. Entresacamos algunas frases:

«Maravilloso día, que siempre recordaremos. Raïssa siente la unción de los enfermos como un nuevo bautismo, es inundada de gracia y paz. Inefable gracia del abandono total en Dios y del gozo de sufrir. Vera y yo sentimos sus repercusiones victoriosas, nos encontramos como arrebatados al paraiso (…)

Heidelberg, 20 enero [1907] —Dos días enteros ha vivido en la embriaguez continua del amor de Dios. Y los tres nos encontrábamos en el corazón de Jesús, abandonándolo todo en él y satisfechos con todo  lo que a él agradara. Ayer por la mañana, Raïssa estaba como un pájaro sobre el tejado, entre el cielo y la tierra, en una especie de tristeza estrellada por encontrarse así suspendida. «Sufro por encima de mí» decía al ver que se le devolvía al mundo. Y también: «Siento la debilidad de la curación, no de la enfermedad»… Es como si hubiera estado muerta un instante inapreciable, y he aquí que, purificada y fortalecida, este alma ha vuelto a tomar posesión de su templo y lo ha reparado sin esfuerzo. ¡Cuán de lejos nos miraba, desde el otro lado del mundo! ¡Qué bienaventuranza en sus ojos, qué amor y qué desasimiento! No sólo no pudo su boca evitar el sonreír constantemente durante dos días, sino que sus ojos parecieron transformados, más grandes aún, con una luz más pacífica; sobre todo ausencia de toda curiosidad en la mirada, ya no penetraba en los objetos, sino que se posaba dulcemente sobre ellos, no tanto para pedirles luz como para dársela (…)

Heidelberg, 22 enero [1907] Raïssa sigue mejorando. (..)  Durante las unciones, sólo sentía felicidad absoluta y paz perfecta, no hacía más que orar y expresar a Dios su agradecimiento. Luego abría los ojos, y nos miraba a Vera y a mí, desde muy lejos y sólo para mostrarnos que no estaba muerta. En este gozo comprendió de una manera sensible que la beatitud es gaudium veritatis (…)

Heidelberg, 6 junio [1907] Día excepcionalmente importante para nosotros. Raïssa se confiesa con el Padre Kollmann, quien le dice que comulgue todos los días. Al final de nuestro retiro aquí, en vísperas de nuestro regreso a Francia, es una nueva fase de nuestra vida la que aquí comienza”[13].

Efectivamente, comenzaba una extraordinaria vida de ofrenda, de expansión del amor divino, de exclusividad del corazón. Así se manifiesta pocos meses más tarde —el 26 de noviembre de 1907— cuando, tras un desgarrador vacío interior, comprende la “absoluta gratuidad de la misericordia divina, y que el perdón  que Dios nos concede es un verdadero abandono  de sí mismo, un don  de sí a nosotros”[14]. Años más tarde, el 30 de abril de 1924, leemos en el Diario de Raïssa: “No tengo nada para daros. Pero os he dado mi corazón. Yo sé el precio que me ha costado. No entrego mi corazón a las criaturas, vos lo custodiáis, vos lo tenéis dulcemente encadenado. Os lo doy y os lo vuelvo a dar siempre. Este corazón pobre y miserable. Pero es mi corazón, el bien más personal del que pueda disponer, os lo dono. Es la ofrenda que me habéis pedido en el Bautismo, más aún en la Primera Comunión, y todavía más tras la Extrema Unción en 1907”[15].

Este contexto espiritual ayudará a comprender el significado de cuanto sigue.

3.2. Locura de amor humano y locura de amor por Dios 

La locura de amor exige totalidad: pero esta donación total podemos hacerla a Dios o a la criatura. En el plano humano la locura de amor procede del orden simplemente natural (a diferencia de la locura de amor por Dios), y si bien su objeto es creado, limitido, frágil y mortal, ya es en sí una cierta perfección ontológica. Su ambigüedad consiste en que puede brillar en una vida moralmente recta y sometida al orden de la caridad (la criatura amada con locura no tiene por qué ser para el amante un ídolo, amada más que Dios), pero igualmente puede darse en una vida de pecado (es muy posible que la criatura llegue a convertirse en un ídolo, amada más que Dios).

En este sentido afirma Fernando Rielo: “La fragilidad de la condición humana hace que muchas criaturas queden alucinadas por una pasión mutua a la que asocian la palabra amor; para ellos, el único amor posible en este mundo (…) Si introducimos una regla filosófica, sería la que sigue: el amor de la pareja humana tiene el límite de no poder sustituir a un Dios que exige que el amor a El tenga valor absoluto. Este es el primer mandamiento de la vida”[16]. Precisamente la superación de éste límite, la idolatría, es la propuesta del maligno, y el engaño al que quisiera arrastrarnos: “Lucifer ha echado sobre nosotros la red invisible pero fuerte de la ilusión. Hace amar el instante contra la eternidad, la inquietud contra la verdad. Nos persuade de que no podemos amar la criatura más que deificándola. Nos adormece, nos hace soñar (interpreta nuestros sueños), nos hace obrar. Entonces el espíritu del hombre es llevado sobre aguas pantanosas”[17].

Con Raïssa afirmamos que “si un alma ha entrado en el régimen de locura de amor por Dios debe renunciar a la locura de amor humano”[18]. Ella se manifiesta en varias ocasiones con expresiones que nos parece traslucen experiencias propias que hacen referencia precisamente a esto: “había sacrificado al Señor un sentimiento ciertamente legítimo, pero que me parecía usurpar el puesto de su Amor”[19].

Es posible a una persona humana que tiene hacia otra una amistad (amor de devoción) perfecta y plena, y un auténtico amor en su forma ordinaria tener al mismo tiempo locura de amor por Dios, pero es imposible que un ser humano se dé al mismo tiempo, hasta el fondo, de modo absoluto —por cuanto es posible en nuestra relatividad— a dos objetos como constituyentes cada uno su Todo.  El amor de totalidad sólo puede darse a un objeto[20].

Un amor de dilección de naturaleza tal que el Amado sea verdadera y realmente hecho el Todo del amante, exige ser único en el alma, y si tal amor es dado a Dios, reclama que no sea dado más que a El, y por tanto implica la renuncia a la locura de amor humano. De hecho, la locura de amor humano no es compatible con el progreso en la contemplación infusa y en la locura de amor de Dios. En el estado religioso toma como punto de partida la renuncia total a la carne, y con ella el signo externo del deseo de dedicarse a Dios como el propio todo. En el estado matrimonial, aún sin renunciar al amor sagrado y único por el que hombre y mujer son una sola carne, implica la renuncia a aquello que —en el orden de las perfecciones ontológicas de la naturaleza— es el sumo y la perfección del amor conyugal, esto es, la locura de amor.

Jacques explicita que “este sacrificio los santos lo hacen sin demora. Pienso en Santa Isabel de Hungría que amaba a su marido, como Mme Ancelet-Hustache ha subrayado en su hermoso libro L’Or dans la Fournaise (p. 44), con profundo amor del cuerpo y del alma. El episodio en el que se la ve desde los primeros años de su matrimonio pasar noches en oración mientras que Luis le tiene cogida la mano —y tanto tiempo que los dos terminan por caer dormidos sobre la alfombra (p. 45),— no significa sólo que ella quisiera por un tiempo hacer violencia a su carne. Aún mucho más profundo, no lo dudo, significa que durante aquellas noches ella cumplía un sacrificio definitivo, renunciaba por la locura de amor a Dios, fuera cual fuera la relación carnal entre los esposos, a la locura de amor humano que sentía agitarse en ella”[21]. No podemos pasar por alto la seguridad con que Jacques interpreta este gesto: “Aún mucho más profundo, no lo dudo, significa que durante aquellas noches ella cumplía un sacrificio definitivo…”; pensamos que puede expresarse con autoridad y de forma tan rotunda quien -por propia experiencia- sabe lo que dice.

En este contexto podemos entender por qué Dios es celoso: el alma humana no puede tener más que un único esposo, si es Dios este Esposo, su amor es celoso. Es necesario que El sea el único amado con locura de amor[22]. “¿Cómo probaré a Dios mi amistad? Observando sus mandamientos. ¿Cómo le probaré mi amor? Dándome a El desde lo profundo del corazón, de modo tal que ningún otro amor habite allí jamás. En este sentido Dios es celoso. No es celoso de nuestras amistades, más aún, las favorece. Pero es celoso de ese don particular del corazón que es el amor, y que es total y exclusivo por naturaleza”[23].

3.3. Amor y amistad en la caridad

 “Por la caridad se ama a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas y con todo el espíritu”[24]; esto quiere decir que comporta no sólo la amistad, sino también la locura de amor, en la que Dios es amado no sólo como Amigo sino también como Esposo.

Teniendo, pues, presente que en el amor de caridad[25]amor y amistad son dos grados diversos de un único amor de dilección, debemos afirmar que en relación con Dios no existe simple amistad que excluya la locura de amor, pero puede existir un amor que aparece más como amistad que como locura de amor. Es decir, puede ser que en cuanto al régimen ordinario de la vida la caridad esté en el alma en su grado sobre todo de amistad, y no tenga conciencia del grado de locura de amor más que en determinados momentos o en el último instante de la vida[26]. Diremos entonces que esa alma vive bajo el régimen predominante de la amistad (comprendiendo implícitamente la locura de amor). “Y es al menos bajo este régimen que se encuentra toda alma auténticamente cristiana, toda alma que ha recibido y conserva la caridad”[27].

Pero también puede ser que la caridad está en un alma al grado sobre todo de la locura de amor, tal que ésta toma plena posesión del ser humano y regula su actuar de modo habitual y permanente. En este caso diremos que esta alma vive bajo el régimen predominante de la locura de amor (que implica y presupone la amistad).

3.4. Régimen de locura de amor y régimen de amistad

El excursus realizado nos lleva a definir en qué consiste el estado místico. Se dirá que “un alma pasa al estado místico cuando pasa bajo el régimen de la locura de amor por Dios”[28] (la definición tradicional nos lo presenta como la vida bajo el régimen habitual de los dones del Espíritu Santo [29]).

Estando en la naturaleza misma de la caridad el pasar del régimen de la amistad al régimen de la locura de amor, se puede decir que por derecho toda alma humana, estando llamada a la caridad, está igualmente llamada a la vida mística[30]. De hecho, están llamadas a la vida mística aquellas que no pueden encontrar su razón de vivir más que en la locura de amor por Dios, mientras que no están llamadas a la vida mística aquellas que pueden encontrar su razón de vivir sea fuera de Dios, sea (si tienen la caridad) en un amor a Dios en el que la locura de amor queda escondida en la amistad.

La perfección de la vida humana o perfección de la caridad supone, evidentemente, el pasaje al régimen predominante de la locura de amor a Dios o a la vida mística. Es entonces cuando el amor de caridad se despliega plena y libremente en el alma, sea por su poder de alienar al alma de sí misma, sea por cuanto concierne a su intensidad. La experiencia personal de Raïssa nos da amplio testimonio de ello: “Mi Jesús es de tal modo mi Dios, que no puedo tener otro Dios fuera de El… El es mi vida… cualquier otra vida no puedo llamarla más que tentación… más allá es o la locura o la muerte… Pero mi elección ha sido hecha hace tiempo y para siempre: todo, antes que ofender el inmenso amor de mi Dios que es mi Amor amadísimo…”[31]. Esta elección le lleva a constatar cuál es su auténtico destino: “Mi destino es no ser de mí misma”[32], expresión que guarda el sabor paolino del Vivo, pero no yo, es Cristo quien vive en mí (Gal 2, 19-20).

Si en cambio el alma se ha quedado en el régimen predominante de la amistad, podrá alcanzar en este mundo una cierta perfección de la caridad en cuanto a la intensidad, pero no en cuanto al poder de alienar al alma de sí misma. En este caso, aunque no haya superado el umbral de la vida mística, recibirá en su vida toques de inspiración mística y de locura de amor a Dios[33].

4. La vida mística

Cuando un alma pasa bajo el régimen de la locura de amor por Dios se dice que pasa al estado místico.

Podemos afirmar que la locura del amor divino, es el núcleo de la experiencia espiritual de Raïssa, y la característica más íntima que ha marcado el recorrido interior de un alma que, tocada por Dios —objeto de la acción de la gracia fielmente correspondida— se ha dirigido a El por el camino de la purificación y de la desnudez de cuanto no sea El para tener todo en El. Esta característica aparece claramente en numerosos textos de nuestra autora, quien afirma que “Dios está en nosotros por medio de la gracia, basta desnudar al alma de cualquier otro amor para encontrarse en la sola presencia de Dios. Amar a El únicamente. En esto consiste toda mi oración, y no sé nada más”[34]. Esta desnudez debe ser total, y es lo único que se nos requiere para la santificación: “Amar, abandonarse. Ninguna otra cosa es necesaria para la santificación… evitar el pecado, humillarse del pecado, no desanimarse nunca. Amar a Dios, amar, amar. Esta es lo único necesario. Todo lo demás puede variar hasta el infinito”[35].  Por ello está convencida de que su vía es la de la abnegación total[36] para poder vivir sólo con Dios y no ver más que a El en cada cosa[37].

Con Raïssa afirmamos que la aspiración al amor divino constituye la verdadera razón de existir del ser humano[38]. Olvidarlo, vivir ajenos a la raíz divina, es la mayor ceguera y la mayor desgracia que puede acontecernos[39]. A menudo el hombre es ignorante; a pesar de que existan especialistas en tantos aspectos de la civilización, de que todos nos afanemos en buscar las vías que conducen a una mejor convivencia en la sociedad humana, a la solidaridad, al bien común, en definitiva, a la felicidad de cada hombre y de cada pueblo, son pocas las personas que nos enseñan que hay que hacer una elección. La vida de Raïssa anuncia esta necesidad, la necesidad de escoger la totalidad del amor divino y salir del estado ignorante que nos lleva a la mediocridad: «…debemos, en uno o en otro momento de la vida, optar por el mundo o por Cristo, en cuanto que El es cabeza del mundo de la gracia, opuesto a este mundo, del que Lucifer es el príncipe. Elijo Jesús con la misericordia de Dios»[40].

Quisiera señalar brevemente tres procesos característicos del estado místico, desde las expresiones de Raïssa, que surgen de su propia biografía espiritual:

4.1. Oblación

El primer paso es la donación total: la oblación. No existe una tercera vía:  o permanecer en un amor mediocre o confiarse totalmente en Dios. Ella misma afirma: “Siento que Dios nos deja libres de elegir entre un amor medido y un amor sin medida. Pero sería un gran mal escoger la mediocridad espiritual, y sin embargo solo existe o ésta, o la inmolación total de sí mismo”[41]. De hecho, a ella Dios le pide la inmolación de sí misma: “Dios me pide más que la vida: aceptar la muerte viviente, el desierto de la vida. Es más que donar la propia alma… y Dios me propone la muerte en cada instante. Puedo aceptarla, y entrar en el mundo de Jesús, o rechazarla y comenzar a vivir la vida de este mundo”[42]. Y es así cómo, con la aceptación de esta muerte, se encuentra la Vida en Dios: “Anulando a sí mismos se encuentra a Aquel que se ama. El yo es un obstaculo a la visión y a la posesión”[43]. Esta afirmación, hecha el 9 diciembre 1915, es una expresión significativa del ejercicio de abnegación total de sí que irá marcando su caminar en el amor de Dios. En sus notas de los días 27-30 de septiembre de 1933, Jacques apunta: “Raïssa: «Al no saber ya nada más, al no valer ya nada más, estando todo reducido a la nada, entonces todo marcha bien»”[44].

4.2. Purificación

Cuando en el ejercicio de la libertad, asistida por la gracia, elegimos la donación total, da inicio otro proceso místico, la purificación, porque la inmolación total de sí mismo consiste en un itinerario espiritual que nos va despojando de cuantos deseos no sean exclusivamente el amor divino[45]. “Mientras permanecemos capaces de desear con tenacidad cualquier otra cosa, y de hacer de cualquier cosa -aún fuera de las gracias más preciadas- el objeto de nuestras aspiraciones, somos imperfectos, presuntuosos o avaros. No estamos en total contacto, corazón con corazón, con Dios; de aquí derivan la mayor parte de nuestras tristezas, miedos y faltas”[46]. En cambio el abandono de sí mismos nos lleva al contacto corazón con corazón con Dios: “nuestro amor por El debe ser un éxtasis”[47].

Aparece entonces claro que este amor de totalidad sólo puede darse a un objeto: o a Dios o al mundo. La vivencia espiritual del amor es, pues, un dato de experiencia mística: la persona no puede servir a dos señores. En este sentido interpretamos la máxima evangélica no se puede servir a Dios y a las riquezas  (Mt 6, 24), porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón (Mt 6, 21). Las riquezas representan lo que no es Dios, y nuestro corazón no puede estar dividido; se trata de no hacer tesoro mas que del amor divino. Pero lejos de separarnos de nuestra condición histórica, es precisamente el Amor divino quien morando en nosotros se vuelca al mundo haciendo presente al Espíritu.

Muy significativo al respecto, es cuanto escribió Raïssa el 4 de octubre de 1924: “Dios, Dios mío, quizás desconozco el grado de tu amor por mí, pero lo que sé con total certeza es que tu amor es mi único tesoro.”[48].

Esto, que aparece locura  a los ojos del mundo -como locura aparece la cruz de Cristo (1 Cor 1, 18-25)- es la exigencia de nuestro Dios que reclama para sí el amor total, y comporta una actitud básica en la persona: quien tiene, debe vivir como si no tuviera… (2 Cor 6, 10), y totalmente abandonado a la Providencia divina… (Mt 6, 25-34).

En enero de 1936 escribe a Jacques: “… sé que yo debo amar como no amando, en el sentido de San Pablo, y más allá del sentido de San Pablo. ¡Qué, terrible vocación!…”[49].

4.3. Transfiguración

La purificación es la vía necesaria para la unión mística, pero esto no significa que se oponga el amor humano al amor divino, porque sería totalmente contrario al mandamiento del amor; más bien se trata de aprender otra forma de amar, —como afirmará Raïssa en varios contextos— de superar los límites del corazón, para entrar resucitados con todo lo que se ama en el corazón ilimitado de Dios.

«¡Oh Dios mío, tómame, tómame, que yo sea tuya, que sea tuya completamente (…) que sea tu amor el que vaya de mi alma al prójimo»[50].. El amor a Dios y el amor al hombre componen un único mandamiento; la exclusividad del amor divino no se contradice con el amor humano: se trata de amar a los demás como Cristo nos ha amado[51].

Esto es amar desde el corazón ilimitado de Dios.  El proceso de purificación que ha sufrido el alma ha puesto a Dios en el centro de alma, siendo este amor el punto de apoyo que toma Dios en la naturaleza humana para transfigurarla[52]. Por eso le hace entrar resucitada -con todo lo que ama- en el corazón ilimitado de Dios. La muerte a sí misma deja el puesto libre al amor por Dios, y al mismo tiempo hace posible, desde Dios, el amor por las criaturas. No se trata, pues, de anular  el amor humano, «lo que hay que quitar del amor humano – para hacerlo puro, bueno, universal y divino, – no es el amor mismo: no, lo que hay que suprimir, o más bien superar, son los límites del corazón… en nuestros límites, está nuestra alegría humana… es necesario bajo la acción de la gracia y con el esfuerzo del alma, abandonar nuestro corazón limitado por el corazón ilimitado de Dios. Esto es verdaderamente morir a nosotros mismos. Solamente cuando se ha aceptado esta muerte, se entra resucitados en el corazón ilimitado de Dios con todo cuanto se ama, con los tesoros de nuestro amor, donando a sí mismos como rehén al amor infinito.  La muerte a nosotros mismos deja el puesto libre al amor por Dios. Pero al mismo tiempo deja el puesto libre al amor por las criaturas según el orden de la caridad divina»[53].

5. La paradoja del amor

La locura de amor por Dios comporta la experiencia mística de que puede resolverse la paradoja[54] del amor desde la vivencia de la oblación, purificación y transfiguración.  

Para finalizar, quisiera expresar que desde la vida de Raïssa y Jacques Maritain es fácil ilustrar el proceso espiritual que hemos narrado: la locura de amor. Basten como pinceladas, algunos episodios:

5.1.  El heroísmo de la oblación

Ellos conocen el heroísmo de la oblación, por la manera peculiar y extraordinaria en que les fue pedido -y dado- vivir su amor. Nos referimos al voto definitivo [55]que pronuncian el 2 octubre 1912, en la catedral de Versailles (ocho años después del matrimonio) tras un periodo de prueba de un año[56]. El voto que los Maritain deciden profesar -lejos de cualquier vestigio de carácter maniqueo- responde a una vocación específica que -en cuanto pareja- reciben de Dios.[57]

Sobre el significado del voto definitivo se han dado múltiples interpretaciones, aunque ellos se mostraran con extrema discreción, apenas mencionándolo. Por nuestra  parte afirmamos que la explicación de este hecho debe encontrarse en las características peculiares que conlleva la vivencia de la locura del amor divino  a la que —¡no cabe duda!— los Maritain aspiraron.

Ciertamente es posible vivir la contemplación y llegar a la santidad en el matrimonio, sin que se requiera de los esposos la continencia; no todas las parejas están llamadas a ésta, como parece fuera el caso de los Maritain; de afirmar lo contrario se quitaría su valor al sacramento del matrimonio, y se pensaría que la santidad es privilegio sólo de pocos.  No es este el punto. Se trata de un ámbito más profundo de la vida personal, se trata de cumplir la voluntad que Dios tiene sobre cada uno de sus hijos, llamados todos a la comunión de amor con El, unos en la vida consagrada, otros en el matrimonio. ¡Cuántos hombres y mujeres casados, padres y madres de familia, son ejemplo de santidad, precisamente por la ofrenda del corazón ![58]. Se trata de cumplir la voluntad de Dios al precio que sea. A cada uno le toca descubrir  cual  ha de ser el propio camino para progresar hacia Dios.

5.2. La paradoja del dolor de amor

En lo que se refiere a la purificación, prácticamente cada página del Diario de Raïssa da testimonio. Algunas fechas:

27-31 de octubre de 1924 (41 años) “He sufrido mucho. Dios ausente. El alma totalmente destrozada. Al sentir este vacío terrible en el corazón, paso interiormente crisis terribles. Me parece que no me quede una partícula de fe, un átomo de esperanza… Esta prisión está abierta hacia el cielo, lo sé…”[59];

27 de septiembre de 1931 (48 años) “…la angustia de mi alma se hizo tan grande que creí enloquecer o morir”[60];

18 de febrero de 1934 (50 años) “… Como extendida sobre la Cruz, fijada al corazón como por una lanza. Inmobilizada por el amor. Y el Amor ha actuado en silencio, vaciando, excavando, incendiando, sin tomar en alguna consideración mis gemidos…”[61];

9 de julio de 1934 (50 años) “… es como una lucha muy fuerte del alma entre la muerte y la vida…”[62];

14 de agosto de 1939 (55 años) “Si alguna vez he sentido el consuelo de la vida espiritual, este sentimiento me ha dejado hace ya mucho tiempo… el alma… está separada, pero aún no está retirada del mundo…”[63].

22 de julio de 1917 (33 años): “Esto aparece como una separación del alma y del espíritu: es un desgarre, una laceración indescriptibile. El alma se precipita completamente hacia el objeto natural que le es adecuado, el espíritu reconoce en Dios su único Amor”[64]…

30 de agosto de 1925 (41 años):“de repente me he visto sumergida en un abismo de dolor, en medio de tentaciones tan fuertes y tan profundas que mi corazón estaba siendo absolutamente martirizado. (…) No puedo decir cuanto sufro. Siento que mi sufrimiento tiene sus raíces en lo profundo del alma, en la fuente misma de la naturaleza. Es como un misterio absolutamente personal, inexpresable. Un corazón débil que necesita engañarse. Una sólida razón que no se lo permite nunca ”[65].

25 de abril de 1940 (57 años): “Sufro en realidad como alguien a quien ninguna iniciativa le es posible. Estoy atada como una víctima preparada para el sacrificio. Debo decirlo aunque me horroricen estas grandes y venerables palabras aplicadas a mi persona. No oso moverme,no oso querer, por temor de impedir algún bien que Dios desee hacer por medio de Jacques …”[66].

24 de agosto de 1947 (63 años): “Angustia casi cotidiana. Nuestro deber como nuestra vía, común para los tres, es la confianza. «No temais nada…»”[67].

Raïssa escribe su última poesía, “Postcommunion”, en Princeton en el 1952 (69 años, moriría a los 77): “Uno se siente la pequeñísima cosa que es/ que sabía que era./ Ahora se sabe en el espíritu/ y en el alma y en el cuerpo/ se ve este vacío con una alegría simple/ hay una luz en este vacío/ viene de otro lugar/ no designa más que este vacío/ y este otro lugar/ Se está sin defensa pero también sin temor/ es la paz de quien está sin defensa/ y no quiere ya defender nada en sí/ ni siquiera —quizás— su vida./ Todo el tesoro de los sufrimientos pasados/ siempre presentes/ reposa en paz y exclama un canto de invocación/ a la misericordia./ Mi miseria está conmigo como algo/ a lo que un milagro haya quitado su peso”[68].

5.3. La nueva creación

Este proceso espiritual que “hace nuevas todas las cosas” tiene importantes repercusiones en la vida personal y comunitaria.

Personalmente, nos es dada una nueva forma de amar, de actuar, de aproximarnos a la realidad; de alguna manera nos es dado de nueva lo que habíamos ofrendado, pero transfigurado. En este sentido podemos interpretar la exclamación de Jacques: “Mi vocación filosófica me era restituida en plenitud”.[69]

 En orden a las relaciones interpersonales y sociales, la donación a Dios de nuestro amor incondicionado –lejos de alejarnos del mundo–nos hace plenamente personas, eficaces constructores de la ciudad terrestre: «hay que vivir con Dios en la multitud; hacerlo conocer allí y hacerlo amar…»[70]. No se trata, por tanto, de hacer un paraíso terrestre adecuado a los egoísmos de nuestras pasiones, sino de vivir como hermanos (Hch 4, 32-35), y si bien sabemos que nuestro reino no es de este mundo (Jn 18, 36), es aquí donde debemos dar nuestra vida por amor, a Dios, y a cada hombre que lo necesite[71].

Raïssa conserva siempre íntimamente la aspiración de una civilización fundada en Cristo, y afirma que «tras el adviento del cristianismo, no existe verdadera civilización fuera de aquella que a través de la ciudad terrestre mira a la ciudad celeste. Mirar al bien humano y divino con la virtud, el trabajo, la política, las ciencias, las artes, la santidad»[72]. A ello se dedicaron los Maritain, haciendo de su casa (allí donde estuvieran) punto de encuentro de intelectuales y artistas, de teólogos y agnósticos.

Corolario

Quisiera finalizar con unas sencillas palabras que seguramente Raïssa nos dirigiría también hoy a nosotros, aquellas que ella misma recibió en su espíritu cuando aún no creía firmemente en la existencia de Dios: “Vosotros preguntáis siempre sobre lo que hay que hacer; no se debe hacer más que amar a Dios y servirle con todo el corazón”[73]… y éstas otras, que han sido la súplica de toda su existencia: “lo que antes que nada, y siempre, hay que decir a los hombres, es que amen a Dios, que sepan que El es el Amor, y que se confíen hasta el fin en su Amor”[74].

[1]  Burgos Juan Manuel, El Personalismo. Autores y temas de una filosofía nueva, Ediciones Palabra, Madrid 2000, p. 26.

[2]  AA.VV., Sacramentum Mundi, (tomo V), Herder, Barcelona 1974, p. 444.

[3]   “La persona está esencialmente ordenada a la relación ya sea de tipo interpersonal, familiar o social (…) el personalismo considera que todos estos aspectos son tan importantes que, sin caer en el extremo de afirmar que el sujeto se funda ontológicamente en la relación, la filosofía debe esforzarse por comprender con profundidad esta dimensión tan rica y trascendental y darle salida a través de las categorías pertinentes” (Burgos Juan Manuel, El Personalismo…, p. 183-184).

[4]  Maritain J., Journal de Raïssa, Desclée de Brouwer, Paris 1964, p. 150.

[5] Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 217.

[6] Cfr. Maritain J., Cuaderno de Notas…, p. 251. Cfr. Maritain J.,Diario de Raïssa…, p. 13: «El alma de la autora sigue siendo aquel alma que le conocíamos: pero se revela en etapas tan intensas y tan propias de la vida espiritual que tal libro pasa a situarse en la linea de las Confesiones de los santos que nos dejaron sus huellas autobiográficas».

[7] Cfr. Maritain J., Journal de Raïssa…, pp. XI, 4, 9 y 10.

[8]  Hemos tomado como punto de apoyo y clave de lectura la sistematización que hace Jacques del pensamiento de Raïssa al considerarla la más adecuada, no sólo por la profunda comunión espiritual de ambos -que sin duda hace de él su intérprete más autorizado- sino tras haber estudiado ampliamente el tema y comparado dicha sistematización con los textos de nuestra autora. El escrito de Jacques Maritain al que nos estamos refiriendo es el artículo Amour et amitié  publicado por “Nova et Vetera” 4 (1963) 241-279, que forma parte del Carnet de Notes  (cap. VII)de Jacques, publicado en 1965. Lo encontramos también en la recopilación publicada por el “Cercle d’Etudes Jacques et Raïssa Maritain” en el año 1973, bajo la denominación Approches sans entraves. Este escrito nace al margen del Journal de Raïssa,  como sustitución de una nota a pié de página aparecida en la edición no comercial del Journal y omitida posteriormente en la edición comercial; esta nota se refería al voto  realizado por los Maritain el 2 de octubre de 1912. Amour et amitié  toma como punto de partida la distinción entre la esencia del amor y la esencia de la amistad, distinción que Raïssa escribe en su diario el día 20 de abril de 1924.

[9]  Recogiendo la distinción tradicional (Cfr. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica,  I-II, q. 26, a. 4. ) entre el amor concupiscentiae, amor de deseo, amor por el bien del sujeto, y amor amicitiae, amor de dilección (benevolentiae ), amor por el bien del amado, Raïssa se detiene en el amor de dilección, distinguiendo en éste dos especies, que llama -según el lenguaje común- amor y amistad. La esencia del amor está en la comunicación de sí, con plenitud de beatitud y de delicia en la posesión del Dilecto, y la de la amistad en la benevolencia que va hasta el sacrificio de sí por el amigo (Cfr. Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 149). Todo amor de dilección es don de sí.

[10] La diferencia entre amor y amistad no es necesariamente en la intensidad o grandeza del amor de dilección; una cierta amistad puede ser tan intensa o más que un determinado amor. La diferencia entre ambos es una diferencia en la cualidad intrínseca del amor de dilección, o en el nivel ontológico en el que se constituye en el alma, esto es, en el poder que tiene de enajenar al alma de sí misma.

[11] Ib., p. 11.

[12] Réne Mougel recuerda que si bien la noción de “amour fou” viene dada por Jacques Maritain como una prolongación e incluso una expresión del pensamiento de Raïssa, los palabras “amour fou” en cuanto talesno provienen de la pluma de Raïssa. El calificativo “fou” es una palabra de Jacques, que en el escrito Amor y Amistad  adquiere un significado preciso, pero que también podría bien designar la unión de los Maritain en sus años de juventud. Cfr. Mougel R., A propos du mariage des Maritain. Leur voeu de 1912 et leurs témoignages, en “Cahiers Jacques Maritain” 22 (1991) 36. En nuestro estudio hemos optado por traducir “amour fou” por “locura de amor”, en lugar de la traducción literal y generalizada de “amor loco”.

[13] Cfr. Maritain J.,  Carnet de Notes…, pp. 54-59.

[14] Ib., p. 65.

[15] Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 151.

[16] Rielo F., La dialéctica de lo antimístico en la Celestina, en AA.VV, Actas del Congreso Internacional sobre Literatura Hispánica en la época de los Reyes Católicos y el Descubrimiento,  Salamanca 1989, pp. 314-315.

[17]  Maritain R., Le Prince de ce monde, Desclée de Brouwer, Paris 1932, pp. 20-21.

[18] Maritain J., Carnet de Notes… p. 313.

[19] Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 28. Esta necesidad de corazón indiviso, parece sea común denominador de los que el Señor se elige para sí. De Edith Stein sabemos que “ella sintió personalmente la bendición de la cruz en 1921, cuando entregó a Dios libremente algo muy querido y bello, para que su corazón no estuviera dividido. Es algo tan tierno que cuesta trabajo no contarlo, pero debe respetarse su reserva acerca de su vida interior. Una vez, preguntada acerca de los pasos que condujeron a su conversión, ella contestó: Secretum meum mihi, «corazón mantén tu secreto, mantenlo»” [comunicación privada de la señora Anna Reinach, citada por Oesterreicher J.M., Siete filósofos judíos encuentran a Cristo (con prólogo de Jacques Maritain), Aguilar, Madrid 1961, p. 435].

[20] La posibilidad de amar totalmente a Dios está bajo el signo de una disyuntiva: Nadie puede servir a dos señores  (Mt 6, 24).

[21] Cfr. Maritain J., Carnet de Notes… p. 346.

[22] Ya hemos citado anteriormente que el 21 julio 1962 Jacques Maritain escribía: “cuanto celo, por los que entran en la vía. Habría que enseñar esto, cuanto esto es de mayor luz que el ‘modo sobrehumano de actuar’. Amar a Dios como Esposo”. Cfr. Mougel R., art. cit., p. 22 (1991) 11.

[23] Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 150.

[24] Maritain J., Carnet de Notes… p. 315. Cfr. Dt 6, 5; Mt 22, 37; Mc 12, 28; Lc 10, 27.

[25] Nos referimos en este apartado exclusivamente al amor de caridad entendido en la relación del hombre con Dios; lo que se refiere a la caridad entre hermanos lo trataremos más adelante.

[26] Jacques sostiene la tesis de que para estas almas que han vivido perseverando en el grado de amistad, el instante de la muerte será también el instante en el que la locura de amor proclamará en ella su imperio y soberanía, de modo tal que traspasarán el umbral de la muerte en un acto perfecto de locura de amor a Dios. Cfr. Maritain J., Carnet de Notes… pp. 319-320.

[27] Ib., p. 316.

[28] Ib., p. 317.

[29] Cfr. Royo Marin A., Teología de la perfección cristiana, BAC, Madrid 1962, pp. 239-248.

[30] “Para negar el llamamiento universal a la mística sería menester negar antes el llamamiento universal a la santidad” (Ib., p. 262). Cfr. Ib., pp. 262-266. Cfr. Lumen gentium, 39.

[31] Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 173.

[32] Ib., p. 230.

[33] Cfr. Maritain J., Carnet de Notes…, pp. 325-329.

[34] Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 68.

[35] Ib., pp. 114-115.

[36] “La abnegación total es mi vía”, Ib., pp. 113.

[37]  Ib., p. 154.

[38] Cfr. Grosso L.,La follia dell’amore divino in Raïssa Maritain, en  «Quaderni Regina Mundi» 1 (1990), pp. 11-25.

[39] Por ello misión de la Iglesia es proclamar “la altísima vocación del hombre y la divina semilla que en éste se oculta” Gaudium et Spes, 3.

[40] Maritain J., Journal de Raïssa…, pp. 252-253. Cfr. Grosso L., Coscienza morale e nuova creatura in Jacques Maritain, en AA.VV., Crisi e risveglio della coscienza morale nel nostro tempo, Bologna 1989, pp. 161-163. Por eso dice Raïssa, «la felicidad es vivir obedeciendoos y morir amandoos. Yo lo sé, yo lo creo»: Maritain R., Recit de ma conversion (1909), en «Cahiers Jacques Maritain» 7-8 (1983) 80.  

[41] Maritain J., Journal de Raïssa…, pp. 72-73. Cfr. Maritain J.-R., Vita di preghiera, Borla, Cittá di Castello 1979,p. 34 (versión italiana del original francés, De la vie d’oraison, A l’Art Catholique, Paris 1922): “A este punto es conveniente recordar que quien pierda su propia alma -quien la deponga completamente en Dios- la salvará. A nosotros se nos pide, como enseñaba Santa Catalina de Siena, actuar virilmente, odiarnos, amar a Dios sin medida”.

[42] Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 227.

[43] Ib.,p. 25. Así expresa Santa Catalina de Siena: “Mira hija mía, con cuantos y variados pecados [los hombres] me azotan, y especialmente con el miserbale y abominable amor propio de sí mismos, de donde procede todo mal” Santa Catalina de Siena, o. c., p. 45. Cfr. Maritain J.-R.,Vita di preghiera…, p. 34: “Se debe absolutamente huir como vicio peligrosísimo del espíritu de replegamiento, de la vuelta sobre sí mismos (…) si volvemos la mirada al yo en vez que a Dios (…) perdemos completamente el fruto de la vida interior, entramos en la inquietud en vez que en la paz (…). Examinémonos, pero bajo la mirada de Dios y para llorar ante El nuestros pecados, no para tener el placer y la vana seguridad de poseer todas las medidas de nuestro ser y de construir por nosotros mismos nuestra perfección”.

[44] Maritain J.,Carnet de Notes…, p. 227

[45] Cfr. Ib., pp. 91-92: “En el «capítulo» [durante un periodo Raïssa, Vera y Jacques realizaban a modo de un capítulo monástico] Raïssa nos dice que cuando uno quiere desprenderse de alguien comienza por alejarse de él, viajar lejos de él, poco a poco se le vuelve indiferente. No se comienza por ser indiferente, primero se viaja. Del mismo modo con respecto a nosotros. Debemos comenzar por viajar lejos de nosotros, hacer nuestro trabajo de cada día, ponernos en camino para las diversas cosas que Dios pide. Después de esto, pero sólo después, comenzaremos a desprendernos de nosotros mismos”.

[46] Maritain J., Journal de Raïssa…, pp. 73-74.

[47]  Ibid, p. 73.

[48] Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 156. Cfr. Maritain J.,Carnet de Notes…, p. 207: “El 5 de junio de 1923 se habían instalado en Meudon. Jacques relata «Raïssa iba a conocer en Meudon «dias de sol en Francia», los años más felices de nuestra vida, con las gracias de recogimiento que eran su tesoro, y presentes junto a ella los tres seres sin los que no podía vivir su corazón, y amistades, alegrías del espíritu sin par, y a la vez penas interiores y desgarramientos que sólo a Vera y a mí no conseguía ocultar totalmente, y que le hacían gustar la amargura de la muerte, llevándola a aquel don completo de sí por el que ha quedado completamente disponible para las almas y para los sufrimientos de la cruz”.

[49] Ib., p. 237.

[50]  Ib.,p. 136.

[51]  Cfr. Catecismo de la Iglesia católica…, nn. 1701-1709:El hombre es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma. n. 1702:»La imagen divina está presente en todo hombre. Resplandece en la comunión de las personas a semejanza de la unión de las personas divinas entre sí». n. 1878: «Todos los hombres son llamados al mismo fin: Dios. Existe cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la fraternidad que los hombres deben instaurar entre ellos, en la verdad y el amor (cf. GS 24, 3). El amor al prójimo es inseparable del amor a Dios».

[52] Cfr. Maritain J., Journal de Raïssa…,p. 205. «… Tengo conciencia de colaborar. Tengo conciencia, pero oscuramente, de estar en un gran trabajo… Las más dolorosas de estas experiencias terminan con el deseo más vivo de ser de Dios, de su amor. Pero las vivo con la impresión de algo humano a salvar, a ofrecer, a dejar transfigurar por el Señor» (p. 224).

[53]  Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 221.

[54] Conviene tener presente una paradoja, según la definición ordinaria, es una afirmación aparentemente ilógica o contradictoria, que sin embargo encierra alguna verdad. Es paradójico, por ejemplo, aseverar que el fracaso puede llevar al éxito. Es otra paradoja el precepto evangélico que perdiendo la vida la ganamos.

[55] Cfr. Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 21: «Voto definitivo de J. y R.: el 2 octubre 1912, en la Catedral de Versailles, fiesta de los Santos Angeles Custodios».

[56] Cfr. Maritain J.,Cuaderno de Notas…: En Versalles, el día 7 de febrero de 1910, el P. Clerissac pregunta a Raïssa: ¿Está dispuesta a hacer sea lo que fuere si está segura de que es la voluntad de Dios? – Sí, responde Raïssa. – Pues bien, es lo único que hace falta. El 9 febrero, miércoles de ceniza, el P. Clerissac dice a Raïssa que «nos ha entregado y consagrado a Dios [a Jacques y Raïssa] como San Benito y Santa Escolástica, que pertenecemos totalmente a Dios» (p. 72). El 10 de mayo de 1911 comienza el año de noviciado para ser recibidos como oblatos de la abadía de Oosterhout (p. 84). Estas situaciones vitales reflejan claramente el pensamiento de los Maritain a propósito de los esposos cristianos, como podemos apreciar en el siguiente texto de las notas de Jacques: «Es asunto del clero instruir a los esposos cristianos de una manera bastante verdadera y bastante profunda para que tomen conciencia de su vocación integral (…) La verdad (dificilmente reconocida, sin duda, mientras que no se tenga una idea bastante comprensiva de los recursos propios del laicado y al que se vacila en otorgarle confianza) es que corresponde a los mismos esposos, a través de un largo y paciente noviciado, descubrir -a la vez que los secretos sagrados, hundidos en los replieges de la persona, que cada uno entrega a la custodia del otro- el que ha de ser su propio camino para progresar hacia Dios. Absolutamente nada puede sustituir a este esfuerzo de descubrimiento y a esta experiencia» (p. 207).

[57] Maritain J., Journal de Raïssa, (hors commerce) 1964, p. 27. (La traducción directa del texto francés es mía). La nota omitida en la edición comercial del Journal, es la siguiente: «Tras haber escuchado ampliamente el consejo del Padre Clérissac, y con su aprobación y su parecer, de común acuerdo hemos decidido renunciar a lo que en el matrimonio no sólo satisface una necesidad profunda del ser humano, tanto carne como espíritu, sino que es cosa legítima y buena en sí, y hemos renunciado a la vez a la esperanza de sobrevivirnos en hijos o hijas. No digo que fue fácil tomar tal decisión. Ella no comportaba sombra de desprecio por la naturaleza, pero en nuestra carrera hacia el absoluto y nuestro deseo de seguir al precio que fuera, aún permaneciendo en el mundo, al menos a uno de los consejos de la vida perfecta quisimos hacer lugar neto para la búsqueda de la contemplación y de la unión con Dios, y vender por esta perla preciosa los bienes en sí mismo excelentes. La esperanza de tal fin nos dio alas. Presentimos así, y ha sido ésta una de las grandes gracias de nuestra vida, que la fuerza y la profundidad de nuestro mutuo amor crecerían como al infinito. El voto definitivo que aparece señalado en las notas de Raïssa había sido precedido por un voto temporal de un año. Ahora que ella y yo, de una manera o de otra, hemos terminado con esta tierra, no me siento obligado al silencio que hemos guardado siempre sobre estas cosas»

[58]  Cfr. Maritain J., Carnet de Notes… p. 343.

[59] Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 160.

[60] Ib., p. 187.  Cfr. Maritain J.,Carnet de Notes…, pp. 225-226: “Domingo 27 de septiembre [1931]. Los Van der Meer desayunan con nosotros. En cierto momento Raïssa abandona la mesa. Me inquieto, subo rapidamente a buscarla a su habitación, la encuentro en una agonía de dolor y de angustia, como si Dios la rechazara con indecible violencia. Gime, llora. Rezo con ella. Después de mucho llorar, el dolor se apacigua. Finalmente Raïssa se encuentra con fuerza bastante para bajar y asistir a la conferencia del P. Garrigou a las tres”.

[61] Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 214.

[62] Ib., p. 224.Cfr. Maritain J.,Carnet de Notes…, pp. 229-230: septiembre de1934 “El P. Garrigou-Lagrange, a quien Raïssa ha hablado de lo que ella soporta en la oración, me dice que es la gracia mayor que hayamos recibido. Todo procede de Dios, es una obra de redención que se realiza en ella y por ella, la verdadera vida. Hay que envidiarla por haber entrado en los estados de Nuestro Señor”.

[63] Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 257. Cfr. también el poema “Je t’ai longtemps prié”, en Maritain R., Lettre de Nuit. La Vie donnée , Paris 1939,pp. 82-83.

[64] Maritain J., Journal de Raïssa…, p. 49.

[65] Maritain J., Journal de Raïssa…, pp. 172-173.

[66] Ib., p. 269.

[67] Ib., p. 291.

[68] Cfr. en Galeazzi G., Raïssa Maritain. Poesie…, p. 269,

[69] Maritain J., Le philosophe dans la cite, Ouvres completes, vol XI, pp. 27-28 [citado por Burgos Juan Manuel, El Personalismo..., p. 41]

[70]  Ib., p. 83.

[71]  Cfr. Ib., pp. 318-319.

[72] Ib., p. 97.

[73] Ib., pp. 93. Cfr. Maritain J.,Carnet de Notes…,  p. 31: “Raïssa, 9 de octubre [1905] – En medio de la noche fué despertada por estas palabras que ella oyó: «Siempre buscas lo que hay que hacer. No hay más que amar a Dios y servirle con todo tu corazón»”.

[74]  Maritain J., Journal de Raïssa, p. 369.