¿EXISTE LA PERSONA PARA LA PSIQUIATRÍA?
Trabajo presentado en el 6º Congreso Virtual de Psiquiatríahttp://www.psiquiatria.com/congreso/2005/otras/articulos/20302/
La psiquiatría en su afán de seguir una metodología científica, trata de entender el proceso de la enfermedad mental, de buscar las causas que la producen, de encontrar una clasificación adecuada de los trastornos mentales, de buscar tratamientos eficaces, etc. Su objetivo, entre otros, es tratar de estudiar la enfermedad mental para combatirla eficazmente, aplicando para ello una metodología científica determinada. Una vez aplicada dicha metodología, se indaga en los resultados para comprobar si nos dan alguna respuesta a las hipótesis que nos planteemos inicialmente, para así ir avanzando en el conocimiento y comprensión de lo que es su objeto de estudio. ¿Pero cuál es su objeto de estudio? ¿Sólo la enfermedad mental? ¿O lo es la persona y sus padecimientos? ¿Y es la persona un mero objeto de estudio científico? ¿Se puede estudiar a la persona cómo se estudia a los objetos? ¿Vemos al paciente como realmente es? ¿O simplemente proyectamos sobre él nuestras teorías y expectativas? Estas son algunas de las preguntas que podemos plantearnos al reflexionar sobre lo que es la psiquiatría y sus objetivos, y sobre todo al tratar de averiguar qué significa la persona para el psiquiatra.
Gracias a la aplicación de una metodología científica determinada hemos avanzado respecto a tiempos previos en los que la enfermedad mental se achacaba a causas sobrenaturales, a la alteración de los humores corporales, a la vulneración de la ley divina, etc.; y al ir buscando un rigor científico mayor la psiquiatría actual se va decantando cada vez más por las dimensiones más controlables y estudiables a través del método científico, es decir, las que tienen que ver con la biología. Se trata de buscar respuestas estudiando dicha biología; se estudia el cerebro humano para encontrar las causas de los trastornos mentales y comprender las conductas humanas. Lo que lleva a posturas con frecuencia reduccionistas, porque se centran exclusivamente en la biología y sus alteraciones, ignorándose otros aspectos de la persona enferma como son sus experiencias subjetivas, su biografía, sus relaciones sociales y familiares, su visión del mundo, etc. Aspectos que se han estudiado en más profundidad en disciplinas más “humanísticas” como por ejemplo la filosofía, la antropología y la sociología.
Esa forma materialista de estudiar científicamente al hombre es evidentemente válida para alguna de sus dimensiones, pero insuficiente si nos quedamos sólo ahí. Nos pone delante la tentación de la seguridad, por estar estudiando algo controlable y que podemos entender intelectualmente, dejando de lado lo que no podemos ni pesar, ni medir, ni controlar. ¿Y dejar de lado todo ello nos permite tener una visión realmente objetiva de la realidad?
Como afirmaba Jaspers “se identifica falsamente la ciencia y las ciencias de la naturaleza. Tanto más que algunos psiquiatras acentúan el carácter científiconatural de sus maneras de conocimiento, especialmente allí donde este falta de hecho (…). La ciencia natural está limitada a la naturaleza como manifestación somática, que es casualmente captable. Ahora bien, las ciencias naturales son fundamento y elemento esencial de la psicopatología, pero también lo son las ciencias del espíritu, y por eso la psicopatología no es de ninguna manera menos científica, sino que es también científica de otra manera” (Jaspers, 1999, p. 847)
Si sólo tenemos en cuenta la biología en la psiquiatría caemos en una postura reduccionista como el monismo materialista o bien en el dualismo. Buscar con verdadero rigor científico supone tener en cuenta todos los aspectos de aquello que se estudia. No tiene sentido omitir nada y menos si esa omisión se hace conscientemente o por mera comodidad. Es necesario considerar globalmente toda realidad que estudiemos como científicos. En coincidencia con esta idea, Llopis (1970), haciendo referencia al perspectivismo orteguiano, afirma que “el conocimiento de cualquier realidad es tanto más perfecto cuanto mayor sea el número de aspectos parciales de tal realidad que podamos sintetizar en él”. Para Llopis, “los puntos de vista del filósofo y del biólogo no son más que perspectivas distintas de una misma realidad” (Llopis 1970, p. 335). En el perspectivismo orteguiano la captación de la realidad de las cosas cambia en función de la posición del observador, pero también según la estructura sensorial y las capacidades emocionales e intelectuales de los que observan (Llopis, 1970). Si esto sucede al estudiar al hombre, ¿cuál de las posturas que parecen contradecirse entre sí es acertada? ¿es posible integrar las verdades parciales en una verdad más amplia teniendo en cuenta las diferentes perspectivas? ¿y todas las posturas son igualmente válidas o hay criterios para saber cuáles corresponden a la realidad esencial del hombre? No es posible que toda visión de la realidad sea válida, porque entonces sería equivalente la percepción delirante a la percepción realista de las cosas y por ello tiene que haber alguna manera de determinar unos criterios mínimos de validez y fiabilidad de los métodos para estudiar a los seres humanos. Por esta razón hay que establecer siempre una metodología que sea lo más adecuada posible a la realidad estudiada, lo que está claramente definido en las ciencias de la naturaleza pero no en las ciencias que estudian a los seres humanos.
Al tener en cuenta diferentes perspectivas se pueden considerar más dimensiones aparte de la biológica como son la social, la psíquica, la espiritual. ¿Pero cuál es el método más adecuado para considerar todo ello?
Otra forma de tener más dimensiones es cuenta es considerando, por ejemplo, las repercusiones de la enfermedad en la vida de las personas que las padecen, su sufrimiento, sus limitaciones, las repercusiones que tiene en sus relaciones interpersonales, en su mundo, su biografía y la relación de esta con su vida actual, etc. Por ser la psiquiatría una disciplina que trata con seres humanos, con personas tiene que tener en cuenta todos sus aspectos, tiene que considerar al hombre en su totalidad en interacción con su mundo interno (subjetividad, valores, creencias) y externo (sociedad, familia, entorno físico).
En sintonía con la idea de buscar una visión más completa de paciente, Barcia afirma que “las doctrinas elaboradas sobre saberes positivos, biológicos y psicológicos no pueden dar respuesta cabal sobre la enfermedad humana, porque la enfermedad es un acontecimiento que afecta al hombre como tal, y los estudios sobre la patología, tanto los concebidos biológicamente como los de índole psicológica, si bien nos dan conocimientos sobre aspectos de la “enfermedad humana”, poco o nada aportan sobre qué es el “hombre enfermo”. (Barcia, 2003, p. 11).
Según Viktor Frankl (1999) nuestra teoría antropológica está presente en nuestra práctica psicoterapéutica, lo que también se podría afirmar la práctica la psiquiatría. En la teoría antropológica que asumamos, estaría nuestra visión de lo que es un ser humano, que puede ser contradictoria con otras imágenes que muestran distintas escuelas psicológicas. Para superar dichas contradicciones Frankl propone una apertura a una dimensión superior, “la dimensión humana con sus fenómenos específicamente humanos; sólo si seguimos a la persona humana en esta dimensión, es posible captar su unicidad, así como su humanidad” (Frankl, 1999, p18). La misma idea la manifiesta Demetrio Barcia, al afirmar que los modelos que utiliza la psiquiatría deben tener una fundamentación antropológica que siempre subyace, aunque no sea manifiesta, en cualquier doctrina psiquiátrica. Pero citando a Max Scheler y a Von Bertalanffy señala que la imagen del hombre que se ofrece desde la antropología es variable y contradictoria; y en dicha imagen no se ha encontrado una imagen válida del hombre que conjugue todas las cuestiones que se le plantean hoy en día a la humanidad, en relación con la persona. Las distintas imágenes del hombre que tenemos son parciales y para unificar los distintos hallazgos es necesaria “otra perspectiva más global y profunda”, lo que está en paralelismo con las ideas ya mencionadas de Frankl. Pero concluye que para llegar a una dimensión superior o a una imagen más completa del ser humano, es precisa la “una reflexión epistemológica” sobre quién es el hombre (Barcia, 2003).
Laín Entralgo también puso de manifiesto la necesidad de basar el saber médico (y por tanto el psiquiátrico) en una antropología, sobre una teoría del hombre, que al menos ha de explicitarse (Barcia, 2003). Pero no hay consenso en cuál es la antropología más adecuada para abordar la tarea de la psiquiatría, aunque sería más adecuada la que considere más elementos de la persona, por ser más realista.
La psiquiatría actual se olvida de la persona en muchas ocasiones, ignora que su objetivo es tratar a personas y no tiene en cuenta que con quién está tratando es con seres humanos que en cuanto a su valor intrínseco son iguales al psiquiatra que está en relación con ellas. Se puede ver al otro, al paciente, como un semejante que sufre y no como un objeto para adoptar una visión más realista de lo que está sucediendo. No se puede ser un buen psiquiatra sin un interés genuino por la persona del paciente porque entonces no se parte de una posición realista, sino reduccionista.
También Jaspers ahonda en esta línea al decir que “toda investigación distingue, separa, toma algo singular e individual como objeto y busca en ello lo general. Pero aquello de que se separa, es en realidad un todo” (Jaspers, 1999, p. 36).
La psicología existencial ya puso de manifiesto las limitaciones de los reduccionismos al criticar la tradición positivista en psiquiatría y psicología en la que se valora únicamente el método empírico de validación del conocimiento sin ser conscientes de que así pierden a la persona, que sería mucho más que la suma de las partes que se han estudiado aisladamente. La psicología existencial también señala la importancia de darnos cuenta de que nos encontramos con una persona que existe y es y no con un sujeto abstracto o con un objeto. Quieren descubrir a la persona viva. (May y cols., 1977).
Como alternativa a los métodos habituales utilizados en diferentes ciencias que estudian a los seres humanos, Husserl proporciona con su método fenomenológico la posibilidad de ir más allá del método de conocimiento del ser humano y de trascender la escisión sujeto-objeto y critica la aplicación de los métodos de las ciencias naturales en las ciencias que estudian al hombre (Husserl, 1991).
Frankl (1988, 1999) propone también una visión más global del hombre en su ontología dimensional en la que propone una visión de unidad del hombre a través de la integración de verdades parciales. Esta visión unitaria daría lugar a una nueva dimensión como consecuencia de la unión de las diferentes dimensiones y de la vida exterior e interior, sería una unidad en la multiplicidad o bien unidad múltiple que definiría la existencia humana. Según Frankl las escuelas psicológicas no tienen una antropología definida, clara, como tiene la Logoterapia, ésta le da la dimensión humana a la psicoterapia, le da la dimensión antropológica que la psicoterapia no tiene (González y Villagra, 1999).
Aportaciones de la Filosofía
Aparte de lo que proponen diferentes escuelas psicológicas y los diferentes intentos de integración o de inclusión de una visión antropológica, desde la filosofía podemos ampliar nuestra capacidad de captar al otro en su totalidad; porque la filosofía se ha dedicado desde hace siglos al estudio de lo que es el hombre, su pensamiento y su esencia. Y dentro de la filosofía el existencialismo de Kierkegaard y la filosofía personalista pueden aportarnos una perspectiva más amplia y humana
De Kierkegaard nos pueden servir algunas de sus ideas para ampliar nuestra visión de lo que es un ser humano. Su afirmación de que cada hombre posee algo único e irrepetible, puede ayudarnos a no generalizar y a no quedarnos totalmente satisfechos con emitir un diagnóstico sin más. En la idea de que cada ser humano con el que nos encontramos (sea o no un paciente), también ahondó Viktor Frankl. En la Logoterapia de Frankl cada uno es una historia única porque pertenece a un ser humano con unas características que sólo se van a producir una vez, que no se van a dar en nadie más en las mismas circunstancias. Frankl dice que el encuentro terapéutico es una ecuación con dos incógnitas: la personalidad del terapeuta y la personalidad del paciente (González y Villagra, 1999).
También es importante la idea de Kierkegaard de que el espíritu humano se define más por relaciones personales que por su relación con objetos (Burgos, 2000), la relación del psiquiatra con su paciente no es una relación con un objeto sino con un ser humano, es una relación entre dos seres humanos que se definen también a través de dicha relación.
Otra aportación de Kierkegaard es que el hombre es un proyecto abierto por la capacidad de hacerse a sí mismo lo que supone una capacidad de decisión libre y que sus decisiones determinan su destino (Burgos, 2000), si vemos esta capacidad de libertad en el hombre es más fácil infundirle esperanza en una realidad positiva, esperanza en superar su enfermedad o en el peor de los casos el enfrentarse a ella con una actitud nueva que le posibilite una mejor visión de si mismo. Frankl también tiene esa visión positiva de la capacidad del hombre de ser libre ante las adversidades e introduce el concepto de valores de actitud como aquellos valores que desarrollamos cuando no podemos cambiar circunstancias adversas y decidimos que actitud tomar ante las mismas (Frankl, 1988).
El personalismo nos puede enriquecer y ayudar a tomar conciencia de lo que son las personas, de cómo son sus relaciones, sus intereses, cuál es su valor y su dignidad y gracias a esto no perder de vista el centro de aquello que estudiamos (el ser humano) aunque estemos concentrados en una de sus moléculas o en los síntomas de una enfermedad. Barcia señala que “si la Medicina no parte de la consideración del hombre como persona, es decir, si no establece una antropología personalista, no podrá ser plenamente médica” (Barcia, 2003, p.53). La persona es mucho más que la suma de sus partes y el personalismo puede ayudarnos a ver esto porque “sitúa a la persona en el centro de su reflexión y de su estructura conceptual” (Burgos, 2000), para lo que hay que ir clarificando cuál es nuestra concepción del hombre.
Dentro del ámbito de la psiquiatría quizás sea la Logoterapia Viktor Frankl la postura más cercana al personalismo, que aunque hunde sus raíces principalmente en el existencialismo acaba haciendo planteamientos de tipo personalista y proponiendo una visión global o integral del ser humano.
El personalismo pone de manifiesto la crisis de las visiones parciales y muestra el valor de los intentos de integración de diferentes perspectivas (Burgos, 2000). Son varios los filósofos personalistas los que buscan un modo de acercarse a la realidad a través de la experiencia sin reduccionismos como Edith Stein, Nedoncelle, Maritain, Mounier, etc.
Vemos en el filósofo personalista Mounier una inquietud por ver al hombre como es sin reducirlo a sus elementos constituyentes, pues para él es necesario que se tome a la persona en serio en todas sus dimensiones: yo-tú-nosotros (Burgos, 2000).
Los personalistas Raïsa y Jacques Maritain manifiestan la necesidad de encontrar una visión global de la realidad en la que también lo negativo pueda tener sentido (Burgos, 2000). Viendo al ser humano globalmente y buscando un sentido que abarque toda la realidad y todo lo que sucede es posible encontrar sentido incluso a lo que nos parece más negativo, incluso en casos de sufrimiento extremo.
En esta inquietud por buscar a un ser humano completo, Edith Stein también señala la insuficiencia de algunas imágenes que existen en nuestro mundo sobre lo que es el hombre. Para ella no dan una respuesta completa ni los idealismos, ni la psicología profunda porque descomponen la unidad espiritual del hombre y el sentido objetivo de su creación cultural. (Stein, 2002).
El misterio del ser humano
Aún teniendo en cuenta la necesidad de considerar al otro como una totalidad, como una persona, resulta imposible abarcar todas sus dimensiones y aún menos hacerlo simultáneamente. Por mucho que queramos tener en cuenta todas las dimensiones es muy posible que haya aspectos que se nos escapen por la complejidad de lo que es un ser humano, el cómo se desarrolla su relación con el mundo, su subjetividad, la interrelación simultánea de todos sus componentes, etc. Por eso se podría afirmar que la esencia última de lo que es una persona es aún un misterio.
Como ya afirmó Jaspers, el ser humano es inaccesible en sí mismo al conocimiento, proponiendo una posibilidad de síntesis de las diferentes modalidades de conocerlo y estudiarlo, solamente “por la estructuración de nuestro conocimiento acerca del hombre, como desarrollo de las modalidades básicas de nuestra concepción, de nuestro pensamiento y sus categorías, es decir de nuestros métodos. En ese esbozo metodológico llega la ciencia tan lejos como sean accesibles los objetos, en tanto que tales. Pero para llegar a ese límite, hay que estar cómodo más allá de esos límites. Ya que no experimentamos lo que es el hombre más que a través de nosotros mismos” (Jaspers, 1999, p. 826), habiendo una base en nosotros mismos que tiene que estar siempre presente como instrumento de nuestro conocimiento. Según Jaspers “hay que organizar más bien el conocer para echar mano del hombre en todas sus dimensiones, en todos los planos posibles de la cognoscibilidad” (Jaspers, 1999, p. 826) pero, sin embargo “el todo único del ser humano no se vuelve un objeto para nosotros” (Jaspers, 1999, p. 827). Es imposible captar el todo como se capta cualquier objeto de la realidad, pero también pretender que la captación de todas las partes posibles nos dé una visión global. Jaspers (1999) considera falsa la generalización absoluta que pretende tener el todo propiamente dicho del hombre en el conjunto de todas las totalidades que se abarcan. Por lo que sería una falsa exigencia el hacer del todo del ser humano un dominio especial de investigación y enseñanza. Esta idea la completa con la siguiente afirmación: “en los métodos de la exploración del ser humano no nace una imagen unitaria del hombre, pero sí muchas imágenes y cada cual con un poder propio de ella que se impone” (Jaspers, 1999, p. 836) y al decir que “si hubiese una terminación empírica del ser humano, una división completa de su ser como ser explorable, no habría ninguna libertad” (Jaspers, 1999, p. 837).
Según Jarpers “ningún hombre es totalmente abarcable, sobre ninguno es posible un juicio de conjunto definitivo. Por tanto “no quisiéramos perder la conciencia de la inagotabilidad y de lo enigmático de cada individuo aislado mentalmente enfermo, ni siquiera frente a los casos aparentemente más cotidianos” (Jaspers, 1999, p. 846)
Jaspers también señala la limitación de nuestra capacidad de captar a otros hombres porque “en el explorar del hombre somos no sólo espectadores de algo extraño a nosotros, sino también hombres. Somos nosotros mismos los que nos examinamos cuando investigamos a los otros.” (Jaspers, 1999, p. 845). Es decir, somos observadores y al mismo tiempo lo observado, por lo que no somos diferentes a aquello que consideramos objeto de estudio y esto dificulta o tal vez imposibilite la imparcialidad como observadores externos.
Tal y como plantearon los existencialistas en la realidad queda siempre una dimensión de opacidad o misterio que no es posible desentrañar plenamente y esto se pone especialmente de manifiesto en el caso de la persona y en la insuficiencia de los métodos que tratan de estudiar su naturaleza (Mounier, 1967). Lo cual no quiere decir que debamos desdeñar el conocimiento empírico de la realidad aunque sí sea importante ser conscientes de sus limitaciones.
Edith Stein (2002) nos muestra un camino posible para explorar en ese misterio de la individualidad afirmando que “sólo se podrá acceder a la singularidad de cada individuo mediante un contacto espiritual vivo” y esta comprensión sólo será posible cuando el alma se exprese libremente y para que dicha expresión se favorezca es precisa una mirada de amor que permite abrir una brecha por la que atravesar las defensas del otro y conocerle como es realmente. Es decir, que sin una mirada de aceptación y aprecio por el otro y por su vida no será posible verle en su totalidad.
Otra opción de acceso al alma humana nos la puede dar el arte y la literatura, para Edith Stein las obras maestras de la literatura a lo largo de la historia y las obras de arte nos dan capacidad para acceder al interior de las almas, cobran una gran relevancia como introducción y entrenamiento para la captación del modo de ser del hombre (Stein, 2002).
Está claro que somos mucho más que cualquier esquema conceptual y que las ciencias son en sí mismas insuficientes, aunque necesarias para comprender a los seres humanos. El ser humano es en su esencia aun un misterio que aún no somos capaces de entender totalmente, quizás sólo comprendemos muy poco. Seguramente necesitamos mucha humildad como científicos y como personas para enterarnos de quienes. Para transmitir lo que es una persona no hay nada mejor que una experiencia que vaya más allá de lo que cualquier esquema o mapa puede transmitir y por eso hemos de ir a nuestra experiencia real cotidiana de interacción con nosotros mismos, con la realidad y con otras personas.
Es importante que partamos de poner a la persona en el centro de nuestra reflexión como psiquiatras o como psicólogos. Y también fundamental que aprendamos a ponerla en ese centro a través de una mirada de aceptación incondicional en la que el hombre se muestra ante nosotros como la máxima expresión de un arte que se escapa a nuestra comprensión y que nos puede revelar mucho si sabemos mirar. Esa forma de mirar el ser humano puede ser un universo fascinante por explorar en cada una de las personas que nos encontramos en cada instante de nuestras vidas y de nuestra práctica profesional.
BIBLIOGRAFÍA
– Barcia, D. “Psiquiatría y humanismo”. Quaderna Editorial – Interlibro. Murcia, 2003.
– Burgos, J.M. “El Personalismo”. Ediciones Palabra, 2000.
– May, R.; Angel, E.; Ellenberger, H.F. “Existencia“. Nueva dimensión en Psiquiatría y Psicología. Ed. Gredos, 1977.
– Frankl, V.E. “El hombre en busca de sentido”. Editorial Herder, Barcelona, 1988.
– Frankl, V.E. “La idea psicológica del hombre”. Ediciones Rialp. Madrid 1999.
– González Álvarez, E.; Villagra Vera, N. “Encuentro con Oscar Ricardo Oro en Madrid”. NOUS, Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial, Número 3, Otoño 1999, p.55-66
– Husserl, E. “La Crisis de las Ciencias Europeas y la Fenomenología Trascendental”. Barcelona, Editorial Crítica, 1991
– Jaspers, K. “Psicopatología general”. Fondo de Cultura Económica, México, 1999
– Llopis, B. “Introducción dialéctica a la psicopatología”. Ediciones Morata. Madrid, 1970.
– Mounier, E. “Introducción a los existencialismos”. Madrid, Ed. Guadarrama, 1967
– Stein, E. “La estructura de la persona humana”. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2002.