(Conferencia pronunciada en las V Jornadas de la Asociación Española de Personalismo.

Madrid, Universidad San Pablo- CEU, 13-14 febrero 2009)

El título que encabeza esta comunicación quiere situar el descubrimiento de Marías en su auténtica dimensión dentro de lo que supuso para el filósofo y para el discernimiento posterior del tema de la vida humana. En efecto, supuso llegar a lo más propio y original de su reflexión, a lo que él considera su “propio nivel”. Aunque, como veremos, el hallazgo de este estrato de realidad lo vislumbra en algunas de sus primeras obras, es en Antropología metafísica donde aparecerá el descubrimiento en su máximo esplendor y rigor considerándolo como el libro “más mío”[1]. No obstante, cabría preguntarnos: ¿desde cuándo Marías vislumbró la idea de esta tercera zona o estrato de la realidad? Es, pues, obligatorio analizar, al menos de manera somera pero rigurosa, los distintos estadios de su proceso intelectual en el hallazgo de este eslabón que une la realidad radical, mi vida, y el conjunto de sucesos azarosos y casuales que conforman el cotidiano vivir. Pero, como he señalado, también supone un filón riquísimo para el análisis de la vida humana en el sentido que, a partir de este tercer nivel hallado, pueden ser analizadas con nuevas y enriquecedoras posibilidades las diferentes dimensiones de mi vida, incluso las que aparecen en ella en forma de ausencia, o negación ; en definitiva, gracias a este hallazgo de Marías, la vida como realidad radical,  es decir, como teoría analítica de la vida, puede ser articulada con el conocimiento inmediato, concreto, circunstancial de cada vida[2].

No pretendo reproducir aquí los distintos textos en los que nuestro filósofo analiza esa tercera zona que denomina “estructura empírica de la vida humana”, pero sí dejar constancia de que este hallazgo se remonta a sus primeras indagaciones, es decir, que desde que asumió, al principio de su vocación filosófica, la filosofía orteguiana, Marías ha ido más allá, elaborando su propia filosofía; y el centro de su perspectiva original ha sido esta nueva realidad o estrato de realidad.

Ya desde su Introducción a la filosofía de 1947 empieza a referirse a este eslabón perdido. Durante milenios, la vida como realidad había sido soslayada por la filosofía al considerarla en su tratamiento como una cosa entre las cosas cayendo en el realismo, o bien reduciendo la vida humana a la conciencia que se sitúa frente a las cosas, separándose de ellas y encerrándose en sí misma dando lugar al idealismo[3], Marías toma conciencia de que esta vida, mi vida tomada desde sus presupuestos radicales, no daba razón de ser de otras determinaciones que, de manera concreta y estable, aparecen en las vidas individuales, en el aquí y ahora del vivir.

La teoría analítica, es decir, aquella que me fundamenta mi vivir como realidad radical, no me explica las otras determinaciones del vivir cotidiano. En otras palabras, yo descubro mi vivir como un quehacer, un proyecto abierto al futuro, un drama, un ámbito en el que interactúan yo y mi circunstancia. Ahora bien, ¿de qué forma me proyecto, cómo es eso posible, qué determinaciones empíricas me permiten desenvolver ese quehacer?

Para Marías no hay duda de que la mundanidad forma parte radical de mi vivir ya que mi vida, (para que sea lo que es como realidad proyectiva, para que sea “ámbito”, “dónde” en el que realizar y construir mi vida) se sustenta en la circunstancialidad, es decir, mi vida es lo que yo hago con las cosas, con mi mundo. Por eso la mundanidad es ingrediente esencial de mi vivir : “yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”.

Ahora bien, el modo de esa mundanidad, la manera concreta, las determinaciones singulares de esta circunstancialidad en la que encuentro mi vivir no forman parte de las condiciones “sine quibus non” aparece mi vida. Que es circunstancial, pertenece a la teoría analítica de mi vida, pero qué determinaciones concretas tiene esa circunstancialidad pertenecería a la estructura empírica.

Pues bien, como he dicho antes, en su libro Introducción a la filosofía[4], concretamente en su capítulo VI titulado “La estructura de la vida humana”, realiza con sumo rigor el análisis de lo que es mi vida en sus distintos ingredientes fundamentales y a pesar de que no se perciba una claridad respecto de esta estructura empírica, su lectura nos manifiesta que ya estaba merodeando, echándose en falta, experimentándola como dificultad pero con la necesidad vital de necesitarla y darle presencia.

Su análisis riguroso aparecerá en dos ensayos que forman parte de su libro Ensayos de teoría de 1953 titulados: “La vida humana y su estructura empírica” y “La psiquiatría vista desde la filosofía” de 1952. Aquí lo que se encontró entre luces y sombras en su Introducción aparece iluminado y desarrollado tomando su posición central en el desarrollo de su filosofía. También aparece en Idea de la metafísica de 1953 y desde la dimensión social de la vida humana se encuentra analizado en sus obras El método histórico de las generaciones de 1949 y sobre todo en La estructura social de 1955. Marías desarrollará, a lo largo de estas obras y ensayos, la estructura empírica de la vida humana como estrato de realidad descubierta y necesitada de explicitación rigurosa. Como ya hemos comentado anteriormente, será en su obra culmen Antropología metafísica en la que me basaré a la hora de explicar con más detalle esta problemática.

Desde el nivel intelectual y vital de su Antropología metafísica Marías dará luz a todas sus obras anteriores e iluminará todas las posteriores. Es, si se permite la expresión, atalaya desde donde Marías ve con claridad en qué consiste su propia filosofía dedicada al único tema de la vida humana. Por eso en obras posteriores como La felicidad humana de 1987 o Tratado de lo mejor de 1995 situará dos dimensiones de la vida como son la felicidad y la moral desde los parámetros conceptuales que aporta la estructura empírica de mi vida.

En síntesis, podemos resumir en unas pocas ideas en lo que consiste esta estructura empírica:

1ª No son condiciones “sine quibus non” de la vida.

2ª No son determinaciones puramente empíricas e individuales.

3ª Es la forma concreta de la circunstancialidad

4ª Es un margen de posible variación histórica

5ª Pertenece de hecho y de modo estable a las vidas concretas que empíricamente encuentro.

6ª Esta estructura es lo que denominamos “hombre”, es decir, la manera concreta como se realiza mi vida.

7ª Su estudio o análisis es misión de la antropología, así como el análisis de mi vida como realidad radical pertenece a la metafísica.

8ª Es en y desde esta estructura donde encontramos el carácter mortal de mi vida.

Es interesante comprobar cómo la propia trayectoria intelectual que se percibe en sus obras manifiesta una cierta madurez en la conquista del contenido específico de lo que es esa estructura empírica. No olvidemos que, según la definición clásica de Ortega, por estructura hay que entender elementos más orden[5]; esa madurez en el desarrollo filosófico de la estructura empírica se hará visible en obras posteriores de Marías; por ejemplo en su obra Tratado de lo mejor, obra dedicada a la reflexión moral del hombre, su capítulo V lo titula: “La estructura empírica: el hombre de carne y hueso”. Después de 50 años analizando lo que es esta estructura empírica, es curioso y a la vez muy iluminador que concluya definiéndola como “el hombre de carne y hueso”. ¿No nos suena a su maestro Unamuno, el que en su Sentimiento trágico de la vida utiliza estas mismas palabras para identificar el sujeto de su preocupación?

“Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple, ni el adjetivo sustantivado, sino el adjetivo sustantivo: el hombre. El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre, muere-sobretodo muere- el que come, bebe y juega, y duerme y piensa y quiere…”[6]

 

Este descubrimiento madurado a lo largo de tantos años de análisis y aplicación a distintas dimensiones de la vida humana le hizo caer en la cuenta de lo que, desde un principio, atisbó como el tema central de la reflexión filosófica contemporánea y, más concretamente, de la filosofía española que, de una manera poco rigurosa, irracional y asistemática, introdujo Unamuno en la reflexión intelectual[7]. Esa es la realidad central de toda filosofía, si por ella entendemos no una ocupación sino una preocupación; preocupación por resolver la problematicidad del hombre concreto, del hombre que necesita para vivir saber a qué atenerse en su habérselas con las cosas.

Esa es la realidad a la que Marías da mayor importancia. Pero no nos lleve esto a error, pues al situar en el centro de la reflexión filosófica al hombre concreto “de carne y hueso”, podemos preguntarnos ¿Dónde queda la realidad radical, aquella que es el descubrimiento fundamental de la filosofía contemporánea y que ha estado oculta o, al menos, mezclada con otras realidades, si al final, quizá, hemos caído en un puro empirismo? Dando respuesta a esta pregunta diremos que en modo alguno Marías ha “caído” en la tentación biologista. No le interesa cómo es el hombre sino quién es, a la par que a su maestro no le interesaba qué es la muerte sino quién muere.

Es cuestión ya de pasar a analizar con mayor detalle en qué consiste esa estructura empírica de la vida humana. Para ello, en primer lugar, analizaremos con algún rigor el capítulo X de su Antropología metafísica, haciendo referencia a su ensayo, considerado como el primer desarrollo del tema, “La vida humana y su estructura empírica”, que hemos mencionado anteriormente.

En un segundo momento, mostraremos que esta estructura empírica que es el hombre, tal y como se nos presenta la vida humana, no parte de cero sino que se sitúa desde algo previo, desde donde se está y proyecta su vida. Conceptos como “instalación” y “estructura vectorial” de la vida aparecerán en el análisis de la estructura empírica.

I.1. LA ESTRUCTURA EMPÍRICA

Si alguna cosa debe la filosofía contemporánea, y concretamente la española, a Julián Marías es, entre otras, el descubrimiento en el estudio de la vida humana de esta tercera zona que ha venido en llamar “estructura empírica de la vida humana”. Pero, como todo descubrimiento, tiene sus etapas que se desarrollan a lo largo de su prolongado discurrir por la filosofía, que ha ido paralelo a su prolongado discurrir por la vida.

Como todo descubrimiento, se atisba en el horizonte y se creen percibir, si no intuir, sus contornos. El descubridor se da cuenta de que aparece una nueva realidad que hasta ahora no había sido hallada o, tal vez, no había sido manifestada y explicitada en sus parámetros adecuados o tergiversada y, por tanto, parcialmente descubierta.

En aras a la brevedad que toda comunicación impone me centraré en su obra culmen Antropología Metafísica; dejo sólo aquí reseña de los tres ensayos de Marías que son antecedentes conceptuales de lo que expondrá con rigor en su obra fundamental. Los dos primeros : “La vida humana y su estructura empírica” y “La psiquiatríavista desde la filosofía” de 1952[8]. El tercero titulado “La estructura corpórea de la vida humana”[9]. En estos tres ensayos, Marías analiza el descubrimiento de la nueva estructura de la vida poseyéndola con todo su rigor y no tan sólo como meras intuiciones, como lo podemos observar en su Introducción a la Filosofía de 1947 o El método histórico de las generaciones de 1949[10].

Marías, insisto, va intuyendo este hallazgo mucho antes de que le diera sus contornos definitivos en su “Antropología Metafísica”. Así, como he señalado antes, lo ve asomarse en el horizonte conceptual y vital como el marinero que, a lo lejos, avista los contornos de la orilla y grita, aunque con cierta duda no exenta de esperanza :¡Tierra!

Demos ya  paso a su  análisis definitivo en su Antropología metafísica de la que, a continuación, haremos una breve síntesis.

Marías comienza su argumentación distinguiendo tres clases de realidades que se nos presentan: a) los objetos ideales como son los que forman parte de las matemáticas (un polígono); b) los objetos reales en el sentido de cosa (cualquier realidad que nos encontramos como un perro); c) finalmente, la realidad personal que es el hombre.

Cada una de estas realidades tiene un modo distinto de ser conocida. Así, las ideales a través de la definición en cuanto que delimito sus características que me identifican el objeto; las reales como cosa a través de la descripción en tanto en cuanto algunos rasgos o caracteres me hacen reconocible esa cosa; ahora bien, la realidad personal va más allá de la definición y de la descripción. No es que no se pueda definir y describir, pero al hacerlo, no agotaríamos la realidad personal manteniéndola en la periferia de su realidad auténtica. ¿Por qué? Porque la realidad personal, mi vida, no es cosa alguna que pueda delimitarse o definirse en unos conceptos, no puede ser apresada, sin más, ocupando su lugar en los límites de nuestro conocimiento.

Tampoco la descripción agota la realidad personal, porque mi vida es mucho más que mis caracteres propios. ¿A través de qué la vida o realidad personal puede ser conocida?: contando su historia, a través de su biografía. En efecto, mi vida no es cosa alguna sino historia, tarea, proyecto, quehacer.

Ya lo dijo Ortega: El hombre no tiene naturaleza sino historia. Marías comenta esta frase precisando su sentido. Ortega no quiso decir que en el hombre no hubieran estructuras objetivas y universales sino que, asumiendo éstas, el hombre es más, mejor dicho, es radicalmente distinto a las cosas que tienen naturaleza, pues no es cosa alguna. Las cosas están determinadas por una serie de características que las definen, pero a su vez las delimitan en su ser. No son proyectos de nada. Están fijadas y se nos presentan en su ser estático. No así la realidad personal que, como tarea realizándose, no está acabada nunca, es dinámica y futuriza. Este descubrimiento de la vida como quehacer dramático es central en la filosofía española de tradición orteguiana. Esto, no obstante, no significa que niegue el carácter sustancial y consistente de la vida sino que, tratándose de ésta, lo sustancial y lo consistente aparece de otro modo que en las cosas: como proyecto que da cohesión a mi vivir[11].

Ahora bien, al descubrir esa realidad personal que es mi vida como realidad radical a través de la teoría analítica que es la metafísica, Marías se da cuenta de que para hacer inteligible una biografía concreta de la vida humana, nos son necesarios toda una serie de supuestos que constituyen la realidad que llamamos hombre. Al hablar de “supuestos” se refiere a todas las determinaciones que constituyen al hombre como su sexo, su forma corporal, su edad, su lengua etc, que a la teoría analítica de la vida humana no le interesa. La vida como realidad radical no deja de serlo porque cambie alguna de estas determinaciones, porque la vida, mi vida, aunque se constituye con ellas no es ellas. Pues bien, estas determinaciones que descubrimos en la vida concreta de cada uno es lo que denomina la estructura empírica de la vida humana. Repitámoslo otra vez con palabras de Marías:

“a ella pertenecen todas esas determinaciones que, sin ser ingredientes de la teoría analítica, no son sucesos o contenidos azarosos, casuales, fácticos, sino elementos empíricos pero estructurales, previos por tanto a cada biografía concreta y con los cuales contamos como supuesto de ella”[12].

Marías descubre esta tercera zona entre lo que es la teoría analítica de la vida como realidad radical, es decir, como ámbito donde arraigan todas las demás realidades o cosas y los sucesos azarosos, cotidianos de la vida humana que se descubren en su cotidianidad. Las determinaciones que constituyen la estructura empírica de la vida no son determinaciones que devienen de la vida concreta sino supuestos que la hacen posible; tampoco pertenecen a la realidad radical pues ellas mismas arraigan en ella. Sin embargo, sin ellas, la vida concreta del hombre como tal sería imposible.

Por eso el hombre es la estructura empírica de la vida, es decir, en mi vida como realidad radical se encuentra la realidad radicada, empírica, estructural, concreta que es el hombre. De ahí que la ciencia que estudia o analiza la estructura empírica, el hombre, no es la metafísica, sino la antropología. Así pues, “el hombre es el conjunto de las estructuras empíricas con que se nos presenta la vida humana………es la forma concreta de la circunstancialidad[13].Por eso la estructura empírica de la vida, que es lo que Marías denomina hombre, es cerrada a diferencia de la vida humana que, como estructura analítica, es abierta.

La estructura empírica de la vida humana es un requisito de la estructura analítica de la vida en la que se realiza, es en cada una de las vidas donde la descubro de una manera estable, aunque no permanente, es “el campo de posible variación humana en la historia”.

Marías nos da cuenta de un antecedente de la estructura empírica en la filosofía, concretamente en Aristóteles, al hablar de lo proprium del hombre como aquellas determinaciones que se encuentran en él y que no son esenciales ni accidentales. Pero sus referencias a él sirven para plantear la diferencia que existe entre un análisis y otro, y que podríamos sintetizar en estos tres puntos fundamentales:

  1. El idion o proprium se refiere a las cosas, a las sustancias mientras que aquí se refiere a una realidad que no es cosa sino drama o proyecto, tarea, biografía, quehacer.
  2. Lo propio tiene carácter de “nota” que determina o delimita aquello a lo que se refiere, mientras que la estructura tiene carácter, como no podía ser de otro modo, estructural, y por tanto, variable en cuanto futurizo, que está haciéndose.
  3. Finalmente, el idion o proprium se refiere a individuos mientras que la estructura empírica de la vida se refiere a realidades circunstanciales, es decir, esta vida, o esta , o esta……

I.2.. LAS INSTALACIONES

 

Como consecuencia directa del hallazgo de la estructura empírica de la vida humana está el descubrimiento, también novedoso, de las formas de instalación de la misma. Pero ¿a qué llama Marías instalación? Para entenderlo adecuadamente, es necesario hacer una breve reflexión filológica que distinga el uso filosófico de dos verbos decisivos como son el “ser” y el “estar”. Marías, desde la visión global que posee de la filosofía universal y el uso del lenguaje en ella y su conocimiento profundo y cercano de la filosofía española, no duda en sentenciar “el verbo ser estorba un poco para entender la vida humana”[14]. La verdad es que en la mayoría de las lenguas europeas en la que se ha desarrollado la filosofía, existe un mismo vocablo que aglutina los dos verbos. No así en español que necesita de dos con el significado peculiar de cada uno de ellos. Se ha considerado que con el verbo ser se subrayaba el carácter de permanencia y estabilidad, mientras que con el estar se refería a meros estados pasajeros que no afectaban a la realidad del ser. Marías rechaza este análisis reclamando para el estar el carácter de radicalidad de la realidad. Permítaseme citar el ejemplo que aduce en su obra:

 “El ser puede referirse a cualquier modo de ser, de cualquier forma de irrealidad, ideal o ficticia, mientras que el estar se refiere necesariamente a la realidad. Quizá Ofelia “es” pálida pero no puede ser sino real la mujer que “está” pálida[15].

El verbo estar con su carácter dinámico, proyectivo, de ámbito vital donde yo estoy, de circunstancialidad en el que “está incluido el stare de la circunstancia” es el verbo que nos sitúa en la auténtica realidad de la vida. El error consistía en considerar el verbo estar en función de las cosas. Pero hemos dicho que la vida humana no es una cosa sino una tarea, un hacer yo algo con las cosas, un ámbito en el que yo estoy, es decir, en el que yo estoy viviendo.

Tratando de la vida humana, debemos rechazar cualquier significado del estar cosificante, estático, espacial y restaurar el aspecto estructural y biográfico, propio de la vida humana. Pues bien, dirá Marías:

“cuando consideramos el estar de manera a la vez biográfica y estructural, llegamos a un concepto imprescindible en una teoría del hombre como estructura empírica de la vida……….: el de instalación[16].

 

Y volvemos, después de esta reflexión sobre el estar, que nos situaba en el camino correcto para entender la nueva perspectiva en la que se sitúa el análisis de la vida humana, a preguntarnos en qué consiste la instalación para Marías.

Ahora ya podemos precisar una respuesta desde varios enfoques distintos:

1º Si la vida humana es proyecto, ningún proyecto empieza de cero, sino que toda vida se está proyectando desde lo que ya estaba haciendo. De lo contrario, volveríamos a tratar a la vida como una cosa ya hecha de una vez para siempre, anulando el carácter dinámico, futurizo de la vida. Pues bien, ese “desde” es lo que Marías llama instalaciones de la vida humana:

“No puedo vivir hacia adelante más que desde una manera previa de estar…en la cual estoy instalado”[17].

2º Por instalación también entiende Marías, y es otra forma de expresar lo mismo, las diferentes formas de vida o estructuras biográficas del estar desde las que, apoyándose en ellas, hace el hombre lo que ha proyectado, es decir, vive. El hombre está en el mundo pero eso, que es una constatación, no es suficiente. También las cosas y los animales “están” en el mundo. Del hombre no sólo nos interesa su estar en el mundo sino cómo está en él, de qué manera proyecta su vida en él, desde qué estructuras o determinaciones lo proyecta, cuál es, en definitiva, su proyecto vital que lo define, más bien, lo narra. “La instalación es la forma empírica de radicación en la vida humana como realidad radical”[18].

3º El descubrimiento de la vida como proyecto en donde se subraya su carácter biográfico y dinámico a la vez que permanente y consistente nos obliga, según Marías, a buscar otras formas de expresión que no sea el lenguaje común utilizado para nombrar cosas estáticas y fijas. De ahí que recurra a las metáforas para dar a conocer la riqueza que entraña la vida humana. Por eso definirá también “instalación” como “el alvéolo o cauce por el que transcurre la vida” o “la corriente marina hecha de diferencias de presión y temperatura que conduce, dentro del océano en movimiento, esa realidad dinámica que llamamos corriente del Golfo”[19].

4º La instalación desde donde estoy para proyectarme no es neutral. Ese presente en el que estoy se constituye de mi pasado y de mi futuro. El proyecto vital que soy está configurado por lo que fui en cuanto que forma parte de él y de lo que seré en cuanto posibilidad, en cuanto futurizo[20]. La imagen adecuada aquí es la del arco y la flecha. Mi vida parte de un estar instalado desde donde toma impulso para proyectarse hacia adelante, orientándose hacia varios puntos, buscando un blanco. Como el arquero, que tensa su arco desde donde la flecha recibe el impulso buscando un objetivo. Es importante subrayar la dimensión de búsqueda del blanco que es uno entre varios posibles. Esa dimensión de búsqueda constituye uno de los elementos esenciales del carácter personal de la vida humana[21].

El carácter no neutral de la instalación viene dado por “la manera primordial de instalación que es aquella en la que nos sentimos más próximos, desde la que nos reconocemos y proyectamos sin que por eso sea independiente de las demás instalaciones”, ya que las diferentes dimensiones de la instalación se sitúan en perspectiva respecto a mi vida:

“Esa perspectiva es la que da su concreción efectiva a la instalación[…]es un sistema de proyecciones y tensiones de diferente dirección e intensidad. Es lo que llamo la estructura vectorial de la vida”[22].

5º Aquí aparece otro de los hallazgos en la antropología de Marías: el carácter vectorial de la vida.

 “El concepto de estructura vectorial es el reverso de instalación. No tienen sentido el uno sin el otro. Sólo desde una instalación pueden lanzarse las flechas proyectivas de la vida humana”[23].

 

. La vida humana no puede reducirse a la vida biológica. Es cierto que ésta es soporte orgánico de aquélla. Pero vida humana es, sobretodo, vida biográfica. No es mero material biológico desde el que mi vida se realiza pues la reduciríamos a cosa y ya hemos insistido que el hallazgo más importante de la filosofía desde Ortega es el descubrir que la vida no es cosa alguna[24]. Al ser biográfica mi vida está constituida vectorialmente en tanto que posee intensidad y orientación, o dicho de otra forma más acorde con la antropología: “importancia” y “significación”. Si mi vida es lo que yo hago con las cosas y lo que me pasa, si es una tarea, una historia, debo elegir aquello que sea importante para mí y dé sentido a mi vida. Esta transcurre en equilibrio buscando que mi proyecto, constituido por múltiples cosas con las que yo hago mi vida, se ordene “en una perspectiva rigurosa y cambiante” que imprima importancia y sentido a mi vida[25]. En definitiva, la instalación es unitaria, porque la vida es una, pero no simple: es pluridimensional, articulándose en varios niveles y direcciones. Por eso es una estructura.

6º Marías distingue entre situación e instalación. A la situación corresponde el ser concreta y singular, no componerse sólo de elementos circunstanciales sino de mi pretensión, es decir, que estoy en una situación porque tengo la pretensión de salir de ella para llegar a otra situación con lo que la dimensión permanente o estable desaparece. No ocurre así con la instalación que posee cierta estabilidad, se la vive como duradera, aunque no permanente, me proyecto desde aquello en que ya estaba y, por tanto, no pretendo salir de ella sino proyectarme desde ella.

7º Existen muchas formas de instalación desde las que yo hago mi vida. Entre ellas, Marías analiza la corporeidad, la sensibilidad, la mundanidad, la condición sexuada, la edad, la raza, la casta, la clase social, la lengua. La pérdida de una de las instalaciones, la corporeidad que, a su vez, me desinstala de la mundanidad y de la circunstancialidad, como una de las dimensiones de mi vida en su radicalidad, hace aparecer una de las determinaciones fundamentales del hombre como es la mortalidad.

Pero no podemos ir más allá en esta comunicación. Como puede observarse, el hallazgo de esta estructura empírica de la vida humana posibilita el análisis profundo, riguroso de múltiples dimensiones de mi vivir, amén de la posibilidad de enriquecimiento mutuo de diversos niveles de comprensión como son el metafísico, antropológico, estético, teológico etc.

Que esta comunicación sirva, al menos, para ir más allá de los parámetros clásicos de reflexión de la vida humana reconociendo en la filosofía española orteguiana posibilidades nuevas que nos invitan a reconocer mi vivir , en su concreción empírica, el hombre, como la realidad única , intransferible e irreductible, llena de posibilidades y realizaciones.

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[1] Cfr prólogo a la primera edición en Alianza Universidad donde explica el origen y desarrollo de este nuevo hallazgo.

[2] Cfr. Prólogo a la primera edición en Alianza Universidad. A este respecto dice Marías: “Pero el concepto de estructura empírica de la vida humana no se encuentra en Ortega; es precisamente el paso que su pensamiento requería para poder articular la estructura analítica de la vida humana con el conocimiento inmediato, concreto, circunstancial de cada vida”p. 11.

[3] Heliodoro Carpintero al analizar el concepto de “sustancia” en la reflexión sobre la vida humana, afirmará que tanto el realismo como el idealismo reposan sobre él, bien porque son suficientes las cosas o la mente(Carpintero, Helio: “Persona y sustancia: una nota en torno a la obra de Julián Marías” en Homenaje a Julián Marías: Un siglo de España, Alianza Editorial, 2002, p. 70.

[4] Cfr. Marías, Julián: O.C. II.

[5] Roldán Sarmiento, Pilar: “El concepto de estructura en Julián Marías”Anuario Jurídico y económico escurialense, XXXIII, 2000, pp. 715-743.

[6] de Unamuno, Miguel: Del sentimiento trágico de la vida, O.C. VII, p.109. El subrayado es mío.

[7] Para comprender en qué consiste la “irracionalidad” en Unamuno y cuál es su auténtico carácter filosófico de su pensamiento ver Laín Entralgo, Pedro: La generación del 98, Espasa Calpe, Madrid, 1956,pp.6168-69.También mi tesis doctoral Mortalidad y perduración de la vida humana en la filosofía de Julián Marías.Influencias unamunianas, especialmente capítulo 1 de la primera parte.

[8] Incluidos en su obra Ensayos de Teoría en O.C.IV.

[9] Publicado en Revista de Occidente 2, Madrid 1963.

[10] O.C II y VI respectivamente.

[11] Cfr. Carpintero, Heliodoro: “Persona y sustancia: una nota en torno a la obra de Julián Marías” en Homenaje a Julián Marías: un siglo de España, Alianza Editorial, 2002, p.70.

[12] Marías, Julián Antropología Metafísica, O.C ,X , p. 67.

[13] Ibidem, p. 70.

[14] Marías,Julián: Antropología Metafísica, O.C X, p. 72.

[15] Ibidem.

[16] Ibidem, p. 73. Es clarificador para la comprensión de las instalaciones de la vida humana la distinción que Marías nos ofrece unas páginas más allá de las que aquí citamos, en cuanto a qué estructura pertenecen: si a la analítica o a la empírica. Reproduzcamos el texto por su importancia:“A la estructura analítica le pertenece el que la vida humana tenga instalación y eso es lo único que sabe la teoría general de la vida humana. Cuál sea esa instalación es cosa que pertenece a la estructura empírica” ibidem, p. 75.

[17] Ibidem, p.74.

[18] Ibidem. p. 78.

[19] Ibidem., p. 79.

[20] Ha sido crucial el análisis de “lo irreal”como una dimensión esencial de la vida humana en la filosofía española. desde Ortega pasando por Zubiri, Marías, Aranguren. Nosotros la tenemos en cuenta en mi tesis doctoral a la hora de “dar razón” de la mortalidad como dimensión irreal en la realidad que es mi vivir.(véase la presentación de Jesús Conill del libro de Zubiri, El hombre: lo real y lo irreal,  Alianza Editorial, Madrid 2005, donde expone sintéticamente la importancia de lo irreal en el análisis filosófico de la vida humana en la filosofía española).

[21] Diego Gracia utiliza la imagen aristotélica del arquero en su estudio sobre bioética titulado: Como arqueros al blanco, Triacastela, Madrid, 2004, para subrayar el carácter proyectivo y opcional en que consiste la configuración de mi vida como tarea inconclusa y que necesita elegir entre las distintas posibilidades que se le ofrecen desde una vocación y circunstancia determinada. Volveremos sobre esta imagen más tarde.

[22] Marías, Julián: Antropología Metafísica, O.C X, p. 81.

[23] Marías, Julián: Antropología Metafísica, O.C.X, p. 84.

[24] Cfr Raley, Harold “Apuntes para una filosofía cristiana en Julián Marías” en Homenaje a Julián Marías: un siglo de España, Alianza Editorial, Madrid, 2002.

[25] “El carácter a un tiempo dinámico, plural y necesariamente orientado de toda acción vital justifica el uso del concepto “vector” para comprender su realidad”O.C.,X, p. 81.


[1] Cfr prólogo a la primera edición en Alianza Universidad donde explica el origen y desarrollo de este nuevo hallazgo.

[2] Cfr. Prólogo a la primera edición en Alianza Universidad. A este respecto dice Marí­as: “Pero el concepto de estructura empí­rica de la vida humana no se encuentra en Ortega; es precisamente el paso que su pensamiento requerí­a para poder articular la estructura analí­tica de la vida humana con el conocimiento inmediato, concreto, circunstancial de cada vida”p. 11.

[3] Heliodoro Carpintero al analizar el concepto de “sustancia” en la reflexión sobre la vida humana, afirmará que tanto el realismo como el idealismo reposan sobre él, bien porque son suficientes las cosas o la mente(Carpintero, Helio: “Persona y sustancia: una nota en torno a la obra de Julián Marí­as” en Homenaje a Julián Marí­as: Un siglo de España, Alianza Editorial, 2002, p. 70.

[4] Cfr. Marí­as, Julián: O.C. II.

[5] Roldán Sarmiento, Pilar: “El concepto de estructura en Julián Marí­as”Anuario Jurí­dico y económico escurialense, XXXIII, 2000, pp. 715-743.

[6] de Unamuno, Miguel: Del sentimiento trágico de la vida, O.C. VII, p.109. El subrayado es mí­o.

[7] Para comprender en qué consiste la “irracionalidad” en Unamuno y cuál es su auténtico carácter filosófico de su pensamiento ver Laí­n Entralgo, Pedro: La generación del 98, Espasa Calpe, Madrid, 1956,pp.6168-69.También mi tesis doctoral Mortalidad y perduración de la vida humana en la filosofí­a de Julián Marí­as.Influencias unamunianas, especialmente capí­tulo 1 de la primera parte.

[8] Incluidos en su obra Ensayos de Teorí­a en O.C.IV.

[9] Publicado en Revista de Occidente 2, Madrid 1963.

[10] O.C II y VI respectivamente.

[11] Cfr. Carpintero, Heliodoro: “Persona y sustancia: una nota en torno a la obra de Julián Marí­as” en Homenaje a Julián Marí­as: un siglo de España, Alianza Editorial, 2002, p.70.

[12] Marí­as, Julián Antropologí­a Metafí­sica, O.C ,X , p. 67.

[13] Ibidem, p. 70.

[14] Marí­as,Julián: Antropologí­a Metafí­sica, O.C X, p. 72.

[15] Ibidem.

[16] Ibidem, p. 73. Es clarificador para la comprensión de las instalaciones de la vida humana la distinción que Marí­as nos ofrece unas páginas más allá de las que aquí­ citamos, en cuanto a qué estructura pertenecen: si a la analí­tica o a la empí­rica. Reproduzcamos el texto por su importancia:“A la estructura analí­tica le pertenece el que la vida humana tenga instalación y eso es lo único que sabe la teorí­a general de la vida humana. Cuál sea esa instalación es cosa que pertenece a la estructura empí­rica” ibidem, p. 75.

[17] Ibidem, p.74.

[18] Ibidem. p. 78.

[19] Ibidem., p. 79.

[20] Ha sido crucial el análisis de “lo irreal”como una dimensión esencial de la vida humana en la filosofí­a española. desde Ortega pasando por Zubiri, Marí­as, Aranguren. Nosotros la tenemos en cuenta en mi tesis doctoral a la hora de “dar razón” de la mortalidad como dimensión irreal en la realidad que es mi vivir.(véase la presentación de Jesús Conill del libro de Zubiri, El hombre: lo real y lo irreal,  Alianza Editorial, Madrid 2005, donde expone sintéticamente la importancia de lo irreal en el análisis filosófico de la vida humana en la filosofí­a española).

[21] Diego Gracia utiliza la imagen aristotélica del arquero en su estudio sobre bioética titulado: Como arqueros al blanco, Triacastela, Madrid, 2004, para subrayar el carácter proyectivo y opcional en que consiste la configuración de mi vida como tarea inconclusa y que necesita elegir entre las distintas posibilidades que se le ofrecen desde una vocación y circunstancia determinada. Volveremos sobre esta imagen más tarde.

[22] Marí­as, Julián: Antropologí­a Metafí­sica, O.C X, p. 81.

[23] Marí­as, Julián: Antropologí­a Metafí­sica, O.C.X, p. 84.

[24] Cfr Raley, Harold “Apuntes para una filosofí­a cristiana en Julián Marí­as” en Homenaje a Julián Marí­as: un siglo de España, Alianza Editorial, Madrid, 2002.

[25] “El carácter a un tiempo dinámico, plural y necesariamente orientado de toda acción vital justifica el uso del concepto “vector” para comprender su realidad”O.C.,X, p. 81.