Fecha de publicación: 24 de noviembre de 2004
Enlace: Zenit.org

Las razones que explican la revitalización del personalismo.

Habla el fundador de la Asociación Española de Personalismo

MADRID, jueves, 25 noviembre 2004 (ZENIT.org).- La revitalización que actualmente experimenta la filosofí­a personalista no sólo responde a la necesidad que tiene de esta antropologí­a una sociedad multicultural y fragmentada, sino a la del propio cristianismo para presentar su mensaje al mundo contemporáneo.

Es la inquietud que dio origen a la Asociación Española de Personalismo (AEP), primera de estas caracterí­sticas en España y en Europa, y a la celebración de las I Jornadas que ha convocado –desde una perspectiva multidisciplinaria– sobre «Itinerarios del personalismo: balance y perspectivas de una filosofí­a» en la Universidad Complutense de Madrid el 26 y 27 de noviembre (Cf. www.personalismo.org).

Karol Wojtyla (Juan Pablo II), la filósofa judí­a convertida al catolicismo –y carmelita descalza– Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz) o el conocido psiquiatra vienés Viktor Frankl se cuentan entre los representantes del personalismo, de cuyo alcance habla en esta entrevista concedida a Zenit el fundador y presidente de la AEP, Juan Manuel Burgos.

Doctor en Ciencias Fí­sicas y en Filosofí­a, Juan Manuel Burgos ha dado clases en diversas universidades de Roma y Madrid. Es profesor en el Instituto Juan Pablo II y editor en Ediciones Palabra. Antropologí­a, personalismo y familia han sido los principales temas de sus artí­culos y libros publicados.


¿Qué es el personalismo?

El personalismo es una corriente filosófica moderna y realista cuya tesis central es que la noción de persona es la categorí­a filosófica esencial en la elaboración de la antropologí­a. Lo que se quiere decir con eso es que el personalismo no sólo habla de la persona, lo cual es una caracterí­stica presente en otras filosofí­as, sino que su arquitectura conceptual está basada en esa noción tal y como se ha elaborado en el siglo XX. Además, el personalismo, concede especial relevancia a la afectividad, las relaciones interpersonales, la corporalidad, la diferenciación de la persona, dentro de una igualdad radical, en varón y mujer, el carácter narrativo de la existencia humana, el carácter donal y solidario de la persona, su apertura intrí­nseca a la trascendencia, etc.

¿Cómo surge el personalismo? ¿Está vivo hoy?

El personalismo surge en la época de entreguerras de la mano del conocido filósofo francés Emmanuel Mounier, que murió prematuramente en 1950.

Posteriormente se enriqueció y se extendió a otros paí­ses: Italia, donde goza de muy buena salud (Buttiglione, por ejemplo, es un filósofo personalista), Polonia, donde su principal representante es Juan Pablo II, pues antes de ser elegido Papa realizó una colosal labor como filósofo personalista, España, donde se pueden integrar en esta corriente a autores tan conocidos como Julián Marí­as, Laí­n Entralgo o Zubiri.

El personalismo sufrió un fuerte eclipse durante el convulso periodo de los años 70 y 80 por la influencia negativa de los epí­gonos descontrolados del post-concilio, el predominio cultural del marxismo, la revolución sexual y, en España, el convulso periodo de la transición. Pero actualmente se está revitalizando y ha cobrado un nuevo impulso.

¿Es necesario el enfoque personalista en nuestros dí­as?

La actual revitalización del personalismo se debe precisamente a que muchas personas lo valoran como una realidad necesaria y sugerente. Dirí­a que, fundamentalmente, por cuatro motivos. Es una filosofí­a interesante y con muchas potencialidades; es necesaria para hablar con profundidad de la persona, un concepto socialmente asumido pero, a veces, sólo de manera superficial; en nuestra sociedad multicultural y fragmentada se presenta como una antropologí­a fuerte e integral que ofrece una visión completa y trascendente de la persona y, por último, creo que muchos intuyen que es la antropologí­a que hoy necesita el cristianismo para presentar su mensaje al mundo contemporáneo. En este sentido, al hablar de personalismo, tengo la impresión de que muchos lo reciben con un cierto sentimiento de liberación, pues se presenta como un instrumento coherente con la doctrina de la Iglesia, pero desde la modernidad.

¿A qué ámbitos o disciplinas puede llegar la filosofí­a personalista? ¿De qué manera?

La filosofí­a personalista debe ahondar ante todo en el terreno puramente filosófico porque todaví­a no se ha superado completamente el eclipse de los años 70 y 80. Pero además, y sobre todo, debe explotar y sacar partido a la gran potencialidad de crecimiento que posee en ámbitos como la bioética, la filosofí­a del derecho, la economí­a, la filosofí­a de la educación, etc. Para lograrlo hace falta mucho trabajo intelectual en el marco de una comunidad cientí­fica. Este justamente es uno de los objetivos al que nos proponemos contribuir desde la Asociación Española de Personalismo, de reciente creación. Estas primeras Jornadas de reflexión cientí­fica son una muestra de ello.

¿Qué hace falta para que el personalismo llegue al gran público?

No tengo claro que el personalismo pueda llegar al gran público en general, pues se trata de una filosofí­a. Otra cuestión es que sus ideas se difundan capilarmente en la sociedad. Pero sin duda debe llegar al gran público de intelectuales. Para lograrlo hace falta ante todo una importante labor de difusión: cursos, publicaciones, seminarios, etc. Ya se está haciendo ese trabajo; en España, por ejemplo, se han publicado más de 100 libros sobre temas personalistas en los últimos años. Pero hace falta mucho más. Hay que trabajar, por lo menos, en dos lí­neas: formación del profesorado para que lo transmita a los alumnos de bachillerato y de universidad y desarrollo de una labor cientí­fica que le dé cada vez más peso y prestigio, facilitando así­ su expansión.