Lic. Esteban J. Beltrán Ulate

Maestría Filosofía, Universidad de Costa Rica

Publicado en Revista Paidagogos, 3 (3), 2013, pp. 137-147. Universidad Católica de Costa Rica Anselmo Llorente y Lafuente.

 

Resumen

El presente artículo esboza las principales tesis de Martin Buber en torno al hecho educativo, en primer instancia se apela a brindar un acercamiento a su  pensamiento dialógico, ya que éste será el fundamento de su planteamiento educativo, una vez alcanzado dicho contacto se procede a realizar un estudio a tres discursos brindados por Buber, específicamente, Discurso sobre lo educativo (Heidelberg, 1925), Formación y cosmovisión (Freie Judische Lehrhaus, 1935), Sobre la educación del carácter (Tel Aviv, 1939). Las consideraciones finales se circunscriben a establecer una síntesis de las tesis buberianas, cuyo objetivo no dista de ser un simple prolegómeno para una educación dialógica.

Palabras Clave: Educación, pedagogía, ética, diálogo.

Abstract

This article outlines the main thesis of Martin Buber around educational event in the first instance to provide an approach appeals to his dialogical thinking, as this will be the foundation of its educational, once reached such contact is necessary to conduct a study three speeches provided by Buber, specifically, discourse on the educational (Heidelberg, 1925), Training and worldview (Freie Jüdische Lehrhaus, 1935), On the character Education (Tel Aviv, 1939). The final considerations are limited to establish a synthesis of the thesis buberianas, whose objective is far from being a mere prolegomena for a dialogical education.

Key words: Education, pedagogy, ethic, dialogue.

 

Consideraciones Proemiales

La sociedad occidental, caracterizada por algunos pensadores como postmoderna (Iriarte, 1998) y enmarcada en un sistema globalizado de mercado neoliberal, deja entrever un individualismo consumista, un relativismo moral, una exaltación del hedonismo, resurgimiento de ideas xenofóbicas, intolerancia a la diversidad de pensamiento. En este contexto resulta imperioso establecer una propuesta estructural que apele a un giro antropológico, un cambio cualitativo en la conciencia social, con el objetivo de posicionar al ser humano como eje central de toda acción, llámese ésta política o económica.

Re-direccionar las distintas sociedades hacia un modelo centrado en el ser humano y en su encuentro con todo lo existente, resulta ser una ambición portentosa claro está, empero no inadmisible. En éste escenario la educación se evidencia como el mecanismo ideal mediante el cual poder promover este cambio, las estructuras sociales han procurado guiar las líneas de acción de los diferentes planes educativos a nivel mundial, desde una óptica inversa, la educación ha de velar por generar los cambios necesarios para acceder a la sociedad anhelada.

En un contexto mundial de competencia e individualismo, la educación inculcada será una en cuyos valores primarios estén enmarcadas las competencias necesarias para dar subsistencia al modelo, por ende la educación no ha de estar al servicio de ideologías, sino centrada en la persona humana, comprendiendo ésta como una realidad, por sí misma. La educación ha de velar un desarrollo integral, no por ideologías que asumen al ser humano desde una óptica sesgada.

Los aportes de Martin Buber en éste asunto resultan esclarecedores, y aportan insumos teóricos-reflexivos, que si bien es cierto, no pretenden ser la guía universal, se presentan como una propuesta valiosa a considerar, misma que puede ser asumida y contextualizada en las diversas realidades sociales presentes, pues no responden a ideologías pasajeras, sino a una realidad inamovible, el ser humano.

            En el siguiente apartado se estima establecer los principales aportes del pensamiento buberiano haciendo hincapié en el pensamiento dialógico, su tesis fundamental, para posteriormente recaer en su propuesta pedagógica.

Un acercamiento al pensamiento dialógico de Martin Buber

            El pensamiento de Martin Buber,[1] se encuentra enmarcado en medio de un movimiento de pensamiento denominado Filosofía del encuentro o del diálogo, según Lorda (1996), éste presenta como característica fundamental, el haber brotado en el seno del segundo decenio del siglo XX. Este movimiento rechaza la idea de racionalidad funcional y la relativización de valores, se coloca en las antípodas del individualismo, y rebate proyectos objetivistas que reducen el alcance de la realidad a un solo modo. Su planteamiento dialógico asume el reto de trazar una revaloración del acontecimiento denominado encuentro, asumiendoesta categoría como el medio primordial sobre el cual adquirir conocimiento de la realidad, a partir de la relación humana, con los otros, con la naturaleza y su sentido de trascendencia. Dicho pensamiento descansa en la idea del Otro, denominado Tú/tú, como punto de partida  para comprenderse a sí mismo.

Buber manifiesta que ante la pregunta ¿Qué es el hombre?, no cabe la respuesta de un grupo de especialistas, pues la interrogante interpela a toda la humanidad, por tanto cualquier solución aspire responder a dicha interrogación ha de resultar de un compromiso global para comprender al hombre. El autor considera que el ser humano no tiene control sobre el mundo que ha creado, (Buber, 1973), v. gr. en el campo de la técnica el hombre se auto desplazó, sobreponiendo la máquina a la persona, en el campo económico, el aumento de la producción se desligó de la voluntad humana, y en el campo de la acción política el hombre se entregó fomentar propósitos egoístas, mismo que desencadenaron destrucción humana.

Ante esta crisis de lo humano, el autor vienes, apunta a establecer un sistema de relaciones que trascienda la visión cosificada de ser humano, dicha propuesta responde a generar un cambio estructural, “Cuánto más grave sea la crisis, tanto más serio y consciente de la responsabilidad es el conocimiento que de nosotros exige” (Buber, 1973, pp. 190-191). Toda crisis en torno a lo humano exige una comprensión de la realidad social, ahí donde toda posible respuesta ante la pregunta “¿Qué es el hombre?”, promueva un compromiso de la comunidad mundial, que procure una relación dialógica con el entorno, misma que debe ser traducida en responsabilidad humana.

La visión antropológica buberiana coloca al ser humano, como un ser en completa relación, su existencia misma radica en la relación, “la vida humana… considera al hombre con quién se enfrenta… el hombre no puede hacerse enteramente hombre mediante su relación consigo mismo sino gracias a su relación con otro” (Buber, 1973, p.93), el autor considera al hombre en su relación con el hombre, por medio del diálogo, mismo que se traduce en el amor, comprendido éste como la responsabilidad. La antropología buberiana considera al hombre en una realidad dinámica, como un ser dialógico, “estar-dos-en-reciproca-presencia” (Buber, 1973, p.151).

Dicho ámbito dialógico se compone, según expone el autor, a partir de una comprensión del mundo, desde el par de vocablos “Yo-Tú” y  “Yo Ello”, ambos corresponden a diferentes modos de existencia del ser humano, ya que indican relaciones o experiencias  que dan lugar a existencia, por ejemplo, el Yo no puede verse fuera de una relación, ya sea con o con Ello, por tanto, no existe un Yo en soledad (Buber, 1984).

Yo-Tu y Yo Ello, manifiestan tipos de relación, disímil entre cada par de vocablos. El par Yo-Ello, comprende una relación como incompleta, ya que carece de un interlocutor activo, Yo es la persona mientras Ello es la cosa, dicho par se ve reducido a la experiencia de la persona hacia la cosa,  lo cual se caracteriza por presentar una carencia a propósito del diálogo, el Ello limita el encuentro.

Respecta a la relación Yo-Tú, como expresa Buber, la ser humano se interrelaciona con otro, el diálogo es posible, el Yo al decir se siente interpelado, este encuentro es considerado por el autor como una relación Persona-Persona o Persona-Dios. Dicho encuentro trascendencia, pues el no tiene límites. Es meritorio reconocer que cada particular se encuentra dirigido hacia el eterno.

La relación Yo-Ello resulta ser una posición unilateral donde la persona motivada por su interés busca alcanzar alguna cosa para satisfacer su necesidad, es ególatra, mientras que en la relación Yo-Tú, emerge una bilateralidad del uno como el otro, cada cual interlocutor activo, se genera un ámbito que posibilita el reconocimiento y por ende la responsabilidad de manera libre.

La civilización, según concibe Buber (1984), se ha convertido en una exaltación del Ello, la actitud de la modernidad, ha  evidenciado una preponderante actitud positivista, el Ello se utiliza como un medio para acceder al mundo. La supremacía del Yo-Ello sobre el Yo-Tú, desemboca en un ser humano incapaz de descubrir a la humanidad, y ser cerrado en sí mismo, cuyo único horizonte se circunscribe a los objetos-cosas (Ello).

Ante esta realidad social, Buber invoca la necesidad de establecer un giro del pensamiento, que deje de lado el Yo aislado, narcisista y se desplace hacia un , mismo que será fundamento de su propia realidad.  A partir de éste giro, surge la verdadera comunidad, como centro viviente para una relación mutua y recíproca, entre Yo-Tú.[2]

Esta comunidad, esgrimida en el pensamiento buberiano, tiene como punto fundante la  libertad considerada como resultado de la capacidad de entrar en relación, es a partir del encaramiento del rostro del otro, donde el Tú emerge, pues en cada rostro se desvela un tú.

 El planteamiento dialógico buberiano, interpela los postulados educativos, en cuanto ambos apelan a una misma raíz antropológica, desde la cual se apunta a una convivencia humana armónica, con lo existente, con la naturaleza, con la humanidad, y con lo aquello que lo trasciende.

 

Apuntes para una educación dialógica

Martin Buber, considera que la educación manifiesta,  per se, una acción dialógica, “la relación educativa es una relación puramente dialógica” (Buber, 2004, p. 26), ya que involucra todo lo existente a partir de su concepción relacional de la vida, a partir de la reciprocidad de las relaciones, el ser humano accede a un ámbito que inevitablemente adquiere un matiz pedagógico, así pues, las relaciones Yo-tú educan el “aire, la luz, la vida de las plantas y los animales” (Buber, 2004, p. 20). El afrontamiento del otro, a partir del llamado, invoca en cada ser humano una respuesta personal y comunitaria, que le compele a reaccionar.

El autor vienes, asume de manera específica el tópico de la educación, el presente estudio aborda de manera tácita tres de ellas, el Discurso sobre lo educativo (Heidelberg, 1925), Formación y cosmovisión (Freie Judische Lehrhaus, 1935), Sobre la educación del carácter (Tel Aviv, 1939).

 

El niño y las fuerzas creadoras[3]

El niño, es una realidad innegable e irrepetible, expresa Buber en su discurso en Heidelberg,  asumiendo esta tesis, para deducir que el género humano, es una realidad agitada por un constante inicio, la humanidad, no es acabada en ningún momento, la niñez en este caso evidencia la tónica innovadora, que impulsa a la humanidad, en éste sentido, la importancia que adquiere la formación educativa en estas tempranas edades, asume un carácter perentorio.

La primera infancia desvela, el talante creativo del ser humano, el niño no busca tener, sino hacer, no ambiciona, más bien apasiona, por tanto, no persigue el Ello, se adhiere al tú, a un su instinto creador, “el niño reclama lo que es su participación en ese llegar a ser de las cosas” (Buber, 2004, p.15). Empero, este instinto innato en el ser humano, que evidencia su cualidad como co-creador, no es suficiente por sí mismo, requiere de la tensión de otras fuerzas, estas son, según indica el autor,  las fuerzas de la educación.

Para el autor la educación ha perdido su carácter de espontaneidad, por tanto no responde a las necesidades del educando, la pedagogía moderna se encuentra dominada por una tendencia libertaria, clara manifestación de un ser humano ensordecido por el Ello de la existencia. En estas circunstancias no es posible pensar en volver a los tiempos previos de la Escuela, o en dado caso, retroceder a los anales del desarrollo de la técnica, lo que Buber considera, es la necesidad de asistir a la actualidad de la educación, con el fin de humanizar la realidad educativa.

En las antípodas de una educación liberal, el autor concibe que “la libertad en la educación, es la posibilidad de la comunión” (Buber, 2004, p.20). La libertad según la concepción buberiana resulta a partir del reconocimiento de la intima unidad  presente entre la naturaleza, destino y ser humano; desde la óptica educativa la libertad emerge a partir del reconocimiento de unidad entre las diversas partes que componen la realidad educativa, teniendo como claros referentes el ser humano, y todo lo existente.

Para Buber la educación es una elección del mundo operante por el ser humano, a partir de una acción creativa, vibrante de espontaneidad, el ámbito de acción del maestro está delimitado ser ese promotor de las propias elecciones y acciones espontáneas. La tarea del educador es la de liberar las fuerzas internas de cada ser humano, esto deviene a partir de la reciprocidad, de la unión, el acontecimiento educativo revela este encuentro. El educador ha de leer el contexto del estudiante para guiarlo en el uso de sus fuerzas, en pos de la construcción de su ser.

Ante las diversas figuras que postulan las sociedades invadidas por la exaltación del Ello, emerge, el gentleman, el burgués, pues las distintas épocas educan según sus ideales sociales y culturales, empero todas estos referentes, perecen en su ideal de responder a la existencia.

La sociedad ha de responder ante la pregunta ¿Hacia dónde? y sobre ¿qué hay que educar?, a partir de la pregunta ¿Qué es el hombre?

Es a partir de la relación Yo-Tú, que se concibe una nueva civilización, donde los seres humanos se descubren en recíproco compromiso. En el hecho educativo, a su vez se procura en “la medida que el educador se da cuenta una y otra vez de lo que éste ser humano necesita o no necesita en este instante, eso le lleva a un conocimiento cada vez mayor de lo que dicho ser necesita para llegar a ser” (Buber, 2004, p.29)

El ser humano, no puede definirse como un ser acabado, sino una realidad en compromiso, por ende en el ámbito educativo, las relaciones han de estar marcadas por una confianza propia, resultado del compromiso y responsabilidad del uno por el otro, profesor y estudiante, no se distinguen uno del otro, en cada rostro nace un tú, la relación educativa deja de lado el enfoque unilateral y vertical, y asume un carácter dialógico, horizontal.

 

Educación y cosmovisión[4]

Una vez asumido el carácter de compromiso y respeto, entre maestro y alumno, en la obra buberiana se descubre un interés por abordar el tema de la interculturalidad, enfocado desde la noción cosmovisión. Las distintas naciones se ven intersecadas, por múltiples cosmovisiones, los seres humanos imaginan la nación, sin poder abarcarla, y esta idea, se disuelve en todos, según el autor, empero las distintas  ópticas con las cuales se observa la existencia, requieren una atención especial.

En estas circunstancias, la educación ha de tomar partido, pues no puede permanecer en una posición neutra, lo cual no indica, claro está, que deba asumir un partido específico, y adquirir un carácter dogmático al respecto, a enseñanza a partir de las cosmovisiones mas allá de ser posible es deseable, en un contexto que promueva, un diálogo y respeto por el Otro.

En las antípodas de un planteamiento dialógico, la sociedad moderna, se adhiere a un proyecto por alcanzar la totalidad, aspecto recurrente a lo largo de la modernidad, que a través de un racionalización exacerbada ha pretendido resolver toda incógnita o misterio, sin embargo, la propuesta ha fracasado en el intento, pues la totalidad en lugar de ser abarcada crece constante, según expresa Buber (2004). En este escenario las cosmovisiones han degenerado en posturas ideológicas dominantes que han procurado un daño al ser humano y lo existente en general.

La educación, desde la postura dialógica, no asume una cosmovisión determinada, ni las jerarquiza, sino más bien, funge como facilitadora en la relación que ha de existir entre grupos de personas con distintas cosmovisiones; lejos de la neutralidad, se asume, un rol de solidaridad, y reciprocidad viva, esto es “demostración comunitaria de la responsabilidad común” (Buber, 2004, p. 35). La enseñanza, une los grupos de cosmovisiones, tenor de un modelo de comunidad, esto no pretende ser un conglomerado de simpatías, sino más bien, convivencia auténtica de iguales, con sentimientos diversos. De éste modo la educación, sintetiza la multiplicidad y complejidad de las personas que componen la sociedad, logrando alcanzar la visión buberiana de comunidad, como aquella consumación de la alteridad, que se evidencia en la unidad.

La tarea de concretar en la praxis los considerandos derivados del diálogo que emerge entre las cosmovisiones, ejemplifica lo verdadero, las visiones perecen en la simple altura del pensamiento abstracto, la testificación de lo pensado en la realidad y hacia la realización es labor de la educación.

El itinerario hacia la realización personal, se gesta en el diálogo de las distintas cosmovisiones en un ámbito de confianza y responsabilidad, de éste deriva una verdad que será manifestada en la vida vivida, como expresa Buber, a partir de la testificación en la praxis; lo meritorio e imperioso a meditar, es que si bien, el ser humano está determinado, en su “de dónde”, no se encuentra esclavo de su “hacia dónde”, y éste último corresponde a cada ser humano, “este trabajo de formación educa a cada uno para tomar en serio su cosmovisión a partir de la seriedad del fundamento y hacia la verdad de la meta” (Buber, 2004, p.38).

Educar es confianza y responsabilidad[5]

El acto educativo, implica encuentro, es un estar-frente-a-frente-en-recíproca-presencia. El educador no solo ha de centrarse en el desarrollo de conocimientos y habilidades, debe atender a la totalidad de su estudiante, como realidades inminentes, e ineludibles, asumiendo su actualidad y su “llegar a ser”. Si bien, la personalidad del estudiante, crece lejos de los alcances del educador, el carácter será un ámbito altamente influenciado por el educador, la personalidad puede ser promovida, pero solamente el carácter puede y debe ser educado, según manifiesta Buber (2004).

El desafío que se desprende, resulta de la tarea de educar el carácter, debido a que los estudiantes huyen, se atemorizan, al advertir que la formación no apela solo a contenidos programáticos, apunta a lo profundo de su ser. Esta problemática, ha de resolverse a partir de la vocación del educador.

Ante un estudiante atemorizado, inseguro, a propósito del mundo y de su entorno inmediato, el educador resulta lejano también, el acontecimiento de la confianza, según expresa el autor judío, emana en el momento que el educador deja de representar opresión u ocupación sobre él, aquella figura que amedrentaba se transfigura en un elemento que participa del entorno vivo del estudiante, en ese momento florece la confianza, e inevitablemente derivarán las preguntas del uno hacia el otro.

Las respuestas serán tarea, del educador, las mismas no han de mantener tónica dictatorial, circunscritas a un “sí o no”  o a un “bueno o malo”, sino que encaminarán hacia alternativas, superando incluso los límites y expectativas de la interrogante primera. La responsabilidad, ante esta actitud de confianza es ineludible, tanto uno como otro dejan de ser lejanos y se confabulan en un diáfano diálogo Yo-tú.

 

Consideraciones conclusivas

La filosofía del diálogo presenta aportes que tienen vigencia en la actualidad para responder a ciertos desafíos, pues la época actual ha sido el legado tanto de los beneficios y como de los malestares de la modernidad. En el caso específico de Martin Buber las consideraciones a propósito de la educación evidencian la necesidad de establecer un giro en cuanto a la concepción antropológica, su visión pedagógica parte del compromiso con los demás, donde no impera el orgullo por el conocimiento que se posee, sino más bien, en la responsabilidad que ejerce el saber para con la humanidad.

            La propuesta pedagógica buberiana, está íntimamente ligada a su pensamiento dialógico, es un desplazamiento de la noción de intervención pedagógica, en miras de una nueva concepción, “encuentro pedagógico”, en el cuál la confianza será el punto de ruptura de la incomunicación, y el pesebre sobre el cual verá la luz, un ámbito de acción entre seres humanos, sin que importe su “de dónde”, sino la actualización de su testificación “hacia dónde”, en un ambiente de reciprocidad y responsabilidad del uno por el otro.

            La educación, deja de ser en este caso, una exaltación de la razón, sin caer en un entusiasmo de las emociones, se centra en llamado, que emana de cada rostro, en la niñez, en la juventud y adultez, en la naturaleza y en el infinito. La ventana hacia una sociedad en la cual estar frente a frente en recíproca presencia se encuentra de par en par, tan solo basta que educadores y educandos, atiendan el llamado y caminen juntos hacia el Tú.

Referencias

Buber, M. (1973).¿Qué es el hombre? México: Fondo de Culturas Económica.

Buber, M. (1984). Yo y Tú. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.

Buber, M. (2003). Eclipse de Dios. México: Fondo de Culturas Económica.

Buber, M. (2004). El camino del ser humano y otros escritos. Salamanca: Kadmos

Iriarte, G. (1998). Postmodernidad, Neoliberalismo, Globalización. Bolivia: CEPROMI.

Lorda, J. (1996). Antropología Cristiana. Madrid: Ediciones Palabra.

[1] Martin Buber, judío, nace el 8 de febrero de 1878 en Viena, transcurre su adolescencia en Lemberg con su abuelo Simón Buber, según cita Arrayás en Buber (2003), es ahí donde tiene su encuentro con grupos jasidístas de inspiración mística, según cita Buber (1974), en 1896 inicia estudios en la universidad de Viena, se ve influenciado por la obra de Spinoza; continua estudios en Leipzig, Zurich y posteriormente en Berlín; en 1898 se adhiere al sionismo. En 1904 publica su tesis doctoral misma que versa acerca de la mística del Maestro Eckhart y de Jacob Böhme. En 1923 publica su reconocida obra Yo y Tú así como Diálogo  en 1932; inicia en 1925 la traducción alemana de la Sagrada Escritura junto con la ayuda de Franz Rosenzweig, finalizando en 1962. En 1933, viaja asume la direcciòn de la Freies Jüdisches Lehrhaus (Académia Libre Judía), en 1938 asume la Catedra de Filosofía Social en la Universidad Hebrea de Jerusalén hasta el año de 1951. Buber muere a sus 87 años en Jerusalén el 13 de Junio de 1965.

[2]Buber esgrime una distinción entre las esferas de relación, ya que estima que el Yo-Tú, se puede asumir a partir de una triple condición. La primer esfera (Yo-tú) la desvela como el encuentro del ser humano con la naturaleza, donde el lenguaje mantiene un carácter truncado; la segunda esfera (Yo-tú), se define como la relación del ser humano con la humanidad, a partir del cual, el lenguaje adquiere su máxima expresión; la tercer esfera (Yo-Tú), es considerada por el autor vienes, como la relación entre el ser humano y el infinito, el Tú eterno (Buber, 1984).

[3]El apartado hace referencia a considerandos esgrimidos por Buber en su Discurso Sobre lo Educativo en Heidelberg (1925), disertación gestada durante el Tercer Encuentro Pedagógico Internacional.

[4]El apartado hace referencia a considerandos esgrimidos por Buber en su Discurso Instrucción y Cosmovisión (1935), en Freie Jüdische Lehrhaus, en Frankfurt.

[5]El apartado hace referencia a considerandos esgrimidos por Buber en su Discurso Sobre la Educación del Carácter (1939), durante un encuentro de docentes judíos en Palestina, en Tel Aviv.