Comunicación presentada en las IX Jornadas: “España en la filosofía española contemporánea” (23-25.X.2014).

Introducción

En la presente comunicación presentamos una comparativa entre la idea de España en Pedro Laín Entralgo y Ciriaco Morón Arroyo. Ambos autores han mostrado una gran preocupación por el tema España que ha quedado plasmada en sus contribuciones intelectuales.

1. La idea de España en Pedro Laín Entralgo (1908-2001)

Pedro Laín, pensador y humanista médico español, es una figura indispensable para quien desee un acercamiento crítico a lo que ha sido España durante los siglos XIX y XX. Cuenta en su haber con más de doce libros sobre este tema y supera la cincuentena de artículos y capítulos de libros sobre España, sus generaciones, el problema de la ciencia, España y sus pensadores y, en definitiva, parafraseando uno de sus títulos más conocidos, España y su problema.

En el año 1956 ve la luz la obra España como problema en dos volúmenes el primero de ellos con el subtitulo “Desde la polémica de la ciencia hasta la generación del 98” y el segundo “Desde la generación del 98 hasta 1936”. En ambos volúmenes Laín incluye temas o libros desarrollados previamente. En el primero, de forma más amplia, introduce la reflexión de 1952 sobre la Ciencia española, mientras que en el 2º añade el texto de La generación del 98 escrito en 1945 así como, a modo de apéndices los textos La espiritualidad del pueblo español (1951), y Reflexiones sobre la vida espiritual de España (1953)

Según el historiador Carlos Seco Serrano, Laín siempre tuvo una gran predilección por su obra España como problema1, texto que revisaría en la obra colectiva España en 1898. Las claves del desastre2.

En ECP recoge Laín el trabajo desarrollado a lo largo de quince años, es decir entre 1940 y 1955, sobre el llamado problema de España que él entiende como la dramática inhabilidad de los españoles, desde hace siglo y medio, para hacer de su patria un país mínimamente satisfecho de su constitución política y social, y acerca de las más importantes reacciones intelectuales frente a esa interna vicisitud de nuestra historia3.

Su intento de mostrar una visión lo más cercana a la realidad se remonta al invierno de 1936 a 1937, en plena contienda civil. Esa visión realista que Laín exige se refiere a la superación de las parciales y contrapuestas interpretaciones de la derecha y de la izquierda para sacar a la luz la verdad sobre lo mejor y lo más esencial de nuestra historia y finalizar con la lucha entre hermanos4.

Desde ese proyecto se entiende la publicación en el diario pamplonés Arriba España de una serie de artículos con el título Tres generaciones y su destino. Esas tres generaciones eran la del 98, la de Ortega y la de quienes entre 1925 y 1930 despertaban a la vida histórica. Deseaba desvelar su respectiva influencia sobre la formación de las almas jóvenes y así clarificar la historia de nuestra cultura contemporánea5. Esas tres generaciones son las previas a la suya. Julián Marías sitúa a Laín entre los componentes más jóvenes de la generación del 27, sin embargo él prefiere incluirse en la generación de los nacidos en torno a 19106. Laín destaca tres notas de aquel grupo intelectual:

“Fue una generación dividida por la guerra civil cuando sus componentes todavía estábamos terminando nuestra formación, cosa que no sucedió a ninguna de las tres generaciones anteriores. Después, que los integrantes de la parte de ella que quedó en España nos vimos en el trance de acabar de formarnos e iniciar nuestra obra propia bregando, cada cual a su modo, con su personal inserción en la vida española ulterior a 1939. Y en tercer lugar, que todos hemos sido fieles al deber de restaurar la continuidad histórica de nuestra cultura; más precisamente, que en todo momento y de muy varios modos hemos afirmado lealmente nuestra filialidad respecto de las tres generaciones inmediatamente anteriores, algo que no habían hecho nuestros padres y nuestros abuelos generacionales. Lo que en el cumplimiento de ese empeño a mí se refiere, mi libro Descargo de conciencia lo expone con algún detalle”.

La serie de artículos quedó inconclusa entre otras razones porque Laín deseaba profundizar en una visión más amplia sobre Menéndez Pelayo así como de la llamada polémica de la ciencia española y, en definitiva, una semblanza general de la vida espiritual de España durante el s. XIX. Este fue el germen de lo que posteriormente quedaría recogido en España como problema y que integra las siguientes obras previas:

1. Sobre la cultura española. Confesiones de este tiempo (1943)

2. Menéndez Pelayo (1944)

3. La generación del 98 (1945)

Ya en 1949 había publicado una obra con el mismo título en la que trataba de hacer una sinopsis del trabajo previo. Este es el libro al que contestará Rafael Calvo Serer con otro titulado España sin problema. En 1956 añadirá una serie ensayos sueltos, artículos y un discurso sobre la Universidad española (otro tema recurrente en su producción sobre España) para dar forma al nuevo libro sobre el problema de España7.

En estas páginas Laín no habla sólo como historiador o como intérprete de la vida española sino que reconoce estar hablando de su propio pasado en esa vida española8. Respecto al problema de España, relata Laín, ha sido una problema de identidad: es un problema de ser o no ser históricamente, es el problema de un pueblo en trance de ser “otra cosa”9. A ese problema relativo a la continuidad de la propia historia se suma la peculiaridad radical y extremosa del hombre que había de resolverlo, el español, el ibero10.

Laín tiene que justificar el titulo de su obra ante quienes no consideran tal problema y para ello se plantea los siguientes objetivos:

1. Hacer una historia de las más importante actitudes intelectuales ante la cultura española mostrando que desde 1812 hasta 1936 esta cultura ha sido un problema para todos sus protagonistas.

2. Definir en qué ha consistido el problema: la cultura española ha sido problemática, desde Jovellanos y las Cortes de Cádiz, porque en cuanto empresa nacional no ha conseguido resolver de un modo armonioso y continuo las varias antinomias operantes en el cuerpo mismo de nuestro país (…) Nombraré ahora la que se establece entre la exigencia de tradicionalidad, tan ardorosa en el carlismo del siglo XIX, y el afán de actualidad, tan operante en nuestro progresismo; la que resulta de la oposición entre una voluntad de eficacia concreta (p.ej. Cajal y Asín Palacios), y la entrega al utopismo histórico, no menos patente en Unamuno que en Ramiro de Maeztu; la que promueven, con su mutua pugna, el noble anhelo de una misión universal y la avidez desaforada por el provecho cotidiano (…) Dígaseme si entre 1812 y 1936 ha conseguido la cultura española resolver creadoramente esa larga serie de colisiones.11

3. En ese lapso histórico la cultura española ha sido para los españoles más problemática que la cultura de los franceses o los alemanes para sus respectivos habitantes.

4. La cultura española es un problema histórico pero no un problema insoluble ¿Acaso no es posible resolver por integración convivencial, o por asunción en una forma de vida más alta, las recias antinomias? Con la intención de responder afirmativamente, Laín desgrana en las páginas de su libro ideas para ordenar una cultura española que, sin dejar de ser problema, sin renunciar a proyectarse creadoramente hacia el futuro, sea tan poco problemática en sí misma como hoy pueda serlo la francesa o la norteamericana12.

Con bellas palabras concluye el epílogo de su obra:

“En aquello que estas páginas puedan tener de testimonio y de advertencia, ¿será más obradora su huella en el espíritu de quienes, por más jóvenes, no han compartido la hosca y torpe división de los hispanos según el nombre de la mano preferida? La

unidad de la cultura española, ¿llegará a ser compatible con su diversidad? Y ésta, por su parte, ¿dejará de ser riesgo mortal para la convivencia de los diversos? Más de una vez he propuesto clasificar a los hombres en dos grandes y enfrentados grupos: los «hereticales» y los «pontificales». Llamo «hereticales», de acuerdo con la etimología de la palabra, a cuantos se emplean y complacen en dividir a los demás y en desgarrarse de la vida común, a fuerza de afirmarse a sí mismos. Frente a ellos, los hombres «pontificales», fieles a lo que su nombre significa, se afanan por tender puentes entre lo distinto y separado, por reducir a comunidad la dispersión. No desconocen éstos la diversidad de las personas y las cosas; no proclaman el «Todos somos unos» de los utópicos y los resentidos; saben muy bien que esa diversidad es ineludible, y hasta subyugante (…) Pero no menos bien saben que lo diverso sólo es tolerable cuando todas y cada una de sus partes —llámense naciones, regiones o grupos de opinión— se hallan intercomunicadas por un denso sistema de puentes, y éstos pueden ser perennemente recorridos por todos los hombres de buena voluntad. «Puente soy, no fortaleza’… decía de sí mismo no hace mucho un agudo y fecundo pensador europeo. Como él, otros españoles y yo —formados espiritualmente en una época que se ha esforzado por convertir el simple «O esto, o lo otro» y el fácil «Esto y lo otro» en un resuelto «Esto y lo otro, pero de otro modo»— hemos consagrado buena parte de nuestras vidas a la tarea de edificar puentes: puentes de amistad y diálogo entre nosotros y quienes hoy viven y piensan a nuestro lado, puentes de continuidad y esperanza hacia quienes ahora ensayan su palabra propia. En camino de tan alto término quisiera poner este libro, que sólo por ser puente podrá alcanzar alguna fortaleza”13.

Un aspecto medular de la propuesta lainiana para superar el problema de España es el imperativo de la fraternidad que requiere al mismo tiempo el imperativo de la comprensión del otro. Desde esta sensibilidad ha de entenderse su tratado elpidológico Teoría y realidad del otro o el libro Sobre la amistad. En este último libro se interroga Laín sobre la posibilidad de la amistad con aquel que piensa distinto14.

Su examen histórico arranca de una exigencia ética que el autor cree, debería ser respetada por todo historiador crítico, la práctica del “abrazo dialéctico”. Así lo define el propio autor:

Ante los autores por mi estudiados puse formalmente en práctica la actitud anímica, no sólo anímica, también ética, que más de una vez he llamado “abrazo dialéctico”, consistente en enfrentarse con cualquier autor diciéndole sin palabras: “Después de haberte leído, lo que voy a decir puede dar razón de lo que tú has dicho, tanto de tus aciertos como de tus errores”. Sólo así puede tener fundamento antropológico y validez ética la proposición de una idea que discrepe de las que sobre el mismo tema hayan sido formuladas15.

Es una actitud difícil pues deben operar igualmente la inteligencia y el amor. A esto llamo yo, transhegeliana y transmarxianamente, cristianamente, en suma, “dialéctica del abrazo”16. Por tanto, lejos de lo que pudiese pensarse, tal práctica no persigue el sincretismo o relativismo sino un diálogo crítico y no dogmático. El pensamiento de Laín es deudor en muchos aspectos de Ortega. El filósofo madrileño proponía también ese imperativo de comprensión que no era sino fruto de la actividad del amor. De ahí que las siguientes palabras de Ortega estén en perfecta afinidad con la teoría del abrazo dialéctico:

Yo desconfío del amor de un hombre a su amigo o a su bandera cuando no lo veo esforzarse en comprender al enemigo o a la bandera hostil. Y he observado que por lo menos a nosotros los españoles nos es más fácil enardecernos por un dogma moral que abrir nuestro pecho a las exigencias de la veracidad17.

Pero su proyecto de reconciliación de España entra en crisis hacia 1948 al ser consciente de que la necesaria libertad para llevar a cabo el proyecto de reconciliación es un imposible en la España de Franco18. Por este motivo abandonó el ideal orteguiano de la “empresa colectiva” presente también en el programa político de José Antonio y, en 1950, pone su esperanza en un “pluralismo unitario por medio de la representación”, es decir, una democracia representativa que fuese asumida por el régimen19. Pero, a lo que no renuncia es a la búsqueda de un proyecto de unidad:

Es nuestra situación: «la búsqueda dramática y torpe de una nueva unidad de su cultura; unidad que por necesidad debe ser ahora múltiple e integral», gracias a un proyecto común y sugestivo de vida colectiva como quería Ortega, pero ¿cuál? «No soy profeta y no lo sé»20

España es un país diverso en sus regionalidades, en sus comprensiones de lo político, de lo religioso, etc. razón que siempre ha entorpecido la construcción de una identidad. Pero la convivencia con los otros distintos será posible si pensamos en la

composibilidades que afloran de los proyectos compartidos que son los que alumbran la esperanza. ¿Es posible hoy en España? ¿Es posible en Europa?

El proyecto político de Laín no se entiende al margen de una teoría de la comprensión del otro como camino indispensable para una convivencia genuinamente plural.

Pedro Laín, en las últimas páginas de A qué llamamos España, afirma que España comenzó siendo una sed infinita, es decir, un proyecto de ser. Pero la esperanza que ha animado siempre ese proyecto ha sido “conflictiva” por la interna diversidad de España y las variopintas formas ideológicas-religiosas, socioeconómicas, regionales. Pero tal conflictividad, lejos de ser irrevocable desesperación es también una posibilidad. Laín nos invita a imaginar esa posibilidad pero no se ahorra el presentarnos su sueño para España: una convivencia que sea confederación armoniosa de un conjunto de modos de vivir y pensar capaces de cooperar y competir entre sí; una caminante comunidad de grupos humanamente diversos en cuyo seno sean realidad satisfactoria la libertad civil, la justicia social y la eficacia técnica (…)21

2. La visión de España en Ciriaco Morón Arroyo.

Cuarenta y un años transcurren desde la publicación de “España como problema” (1956, 1ª Edic.) y veintiocho años desde la publicación en 1971 por parte de Pedro Laín de su obra: “A qué llamamos España”, para que el profesor Ciriaco Morón Arroyo nos regalase su trabajo: “El “alma de España”. Cien años de inseguridad.” (1997, reeditado en diciembre de 2013).

En el tiempo que transcurren entre estas tres publicaciones sucedieron acontecimientos transcendentales para la historia de este gran país que aún seguimos llamando España: El fin de la Dictadura franquista, con la muerte de su Mentor en

noviembre de 1975 y el inicio del período de transición hacia la democracia y la puesta en marcha de nuestra Carta Magna del 6 de diciembre de 1978.

Ciriaco Morón centra su ensayo, preferentemente, en los problemas que la rápida democratización de España ha traído; una reflexión desde tierras americanas, (Universidad de Cornell, USA), donde ejerció la docencia, durante 41 años en el campo de las humanidades

Un análisis rápido de la situación española de finales del siglo XX y la primera década del XXI, pude ser ésta que propone en profesor Morón Arroyo en su obra:

1.- Una actitud crítica con respecto a la vida política. La escasísima aceptación de los políticos por parte de la ciudadanía ¿Qué nivel de formación y moralidad se les exige para engolfarse en la política? Los casos de corrupción afianzan en nosotros periódicamente una de las expresiones más espontáneas de nuestra lengua: es “la picaresca española”.

2.- No se puede seguir viviendo por encima de las posibilidades reales. La inseguridad sobre si podrá sostenerse el estado del bienestar diseñado por la competencia y honradez de algunos de estos políticos a los que injustamente englobamos en la general desconfianza.

3.- Problemas sangrantes para cualquier pueblo: El terrorismo, paro, el aumento de las familias en los umbrales de la pobreza, delincuencia, los nacionalismos.

4.- La pérdida de los valores en nuestra sociedad: valores morales, religiosos, sociales, familiares…

Ante este oscuro panorama no nos queda otro remedio que buscar horizontes de esperanza que permitan superar la desilusión que reina. Quizá la solución pueda venir de manos de la cultura y todo lo que ella conlleva; nuestro país tiene olvidada la lectura en amplísimos sectores sociales y para éstos sólo es verdad lo que dice la televisión, fomentando la “inculturación” de los espectadores.

5.- Una forma de vida agitada, en general, que conduce: al estrés, a los estados depresivos, a las acciones violentas y a comportamientos deplorables en la calle y en el propio hogar; el alcohol, las drogas, violencia de género, el suicidio…

En conclusión: El tema de España es apasionante; ha sido uno de los trabajos que ha obsesionado a los historiadores y pensadores en general, y sigue apasionando. Una prueba de ellos es el trabajo del profesor Ciriaco Morón que estoy exponiendo: “El “alma de España”. Cien años de inseguridad.

Los tres primeros apartados de la obra los dedica el profesor Morón Arroyo al estudio de los textos de los integrantes de la G-98, sobre la visión de España. Busca descubrir la obsesión colectiva por la “identidad” de España: La religiosidad, la personalidad, la creación artística; la renovación pedagógica, social y económica; el popularismo…

El capítulo cuarto: El tema central es la “Identidad colectiva”. Señala como cuatro maneras de abordarla: La metafísica, la ontopsicológica, la de las comunidades marginales, la fundada en la razón histórica. Esta última es la defendida por nuestro Autor. Cita

“La razón histórica plantea el tema de la identidad colectiva desde la presencia de la historia compartida del pasado, desde el descubrimiento de ese pasado, no como tradicionalismo ciego sino como estudio científico en vista de proyectos de vida presente y futura, y desde la conciencia de lo que esa historia nos brinda como aceptable y nos impone como obligación. Pasado presente y futuro nos sugieren tres segmentos del tiempo en una línea horizontal. Pero la memoria no es lineal sino esférica. Mi presente personal está poblado de toda mi vida pasada, con las casas, pueblos y ciudades en los que he vivido, y con los familiares, amigos y enemigos que me han rodeado. Y mi presente cultural, que puede dar la sensación de más lineal, ya que es el resultado de investigaciones sobre textos concretos de otros siglos, es también esférico, puesto que se inserta en la esfera que ha condicionado mis estudios: el cultivo de la filosofía griega y la Biblia, los dos pilares de la cultura en Occidente”22

Las almas nacionales. Mucho es lo que se ha escrito sobre “las almas” nacionales. El impacto mayor lo encontramos en el regionalismo. En la España de hoy el tema está presente en el continuo forcejeo de las regiones por extraer el máximo rédito de sus contribuciones al gobierno de la nación. Dos casos especiales lo han representado, en este siglo, Cataluña y las provincias Vascas: en su interior está la consecución de una soberanía separada del resto de las regiones, que integran el Estado Nacional.

Es justo reconocer que en el nacionalismo catalán, escribe Morón Arroyo, siempre han existido unos rasgos culturales muy diferenciadores: la lengua, una literatura propia, y aportaciones al mundo de la ciencia, que parecen rasgos suficientes para sostener un sentido de identidad único. Sin embargo esta realidad aceptada por minorías no es reconocida por la mayoría: el conflicto entre el nacionalismo catalán y el Estado Central es permanente, acallado, en múltiples ocasiones, con la concesión de privilegios y dinero de las arcas del Estado.

El capítulo VI: “Las dos Españas”. La interpretación del concepto de “las dos Españas, para Ciriaco Morón, no se plantea como oposición entre gobierno insolvente y sociedad saludable, sino en este otro sentido: “Por un lado entre conservadores, con los sinónimos de integristas, inmovilistas, casticistas e Iglesia, y por otro los liberales, modernistas, anticlericales y europeistas”

Testimonios que así lo acreditan los hallamos en las novelas galdosianas, por ejemplo, en Dª Perfecta –la lucha de conservadores contra liberales –o en Blasco Ibáñez en su novela: El intruso; un enfrentamiento entre ambas facciones que se convirtió en algo más que una discusión verbal.

Los temas de mayor enfrentamiento entre conservadores y liberales aparecen más claramente en los proyectos de ley contra “la enseñanza de los frailes” y la enseñanza religiosa en las escuelas. La iglesia pedía libertad en la enseñanza y que los padres pudiesen elegir los colegios. Por su parte los liberales, la educación de la persona pertenece al estado; todo tenía que ser público. De este modo la Iglesia se convirtió en un elemento anárquico.

Con la llegada la Primera República la lucha entre ambas tendencias en el plano religioso se radicaliza. El culmen está en el famoso discurso de Azaña, del 13 de octubre de 1931, en el que con toda solemnidad que afirma: “España ha dejado de ser católica”.

Una variante de las dos Españas, durante el franquismo fue el concepto diferenciador entre: los rojos y los blancos. Repasada la realidad histórica vivida por

nuestro país, el profesor Morón añade un capítulo (VII) para la esperanza de esta España nuestra: “Pero otra España nace”.

El nuevo estado democrático, nacido en 1975, bajo la óptica de don Ciriaco, ha permitido superar tres tipos de inseguridades: la económico-social, la articulación de España según su diversidad histórica y lingüística y, por último la inseguridad política.

No deja de ser halagüeño para nosotros el pronóstico el Profesor:”Ya no esperamos cambios radicales imprevistos. El ejército se ha compenetrado de tal modo con su sociedad, que nadie puede pensar en una conspiración militar. Sólo nos persigue y nos atosiga la inseguridad cultural. Desde el punto de vista educativo, algunos españoles contribuyen al avance científico en todos los campos, hay pioneros en física, aeronáutica, medicina y humanidades. Y, no obstante, seguimos inseguros. No hace falta más que ver los programas de televisión. Mientras los españoles salimos a estudiar fuera todo tipo de saberes, a España vienen los interesados en hispanismo, aunque desde la primera publicación de este libro (1997) ha crecido el prestigio de nuestros centros de investigación.”23

La España actual

Los españoles de hoy nos enfrentamos con varios problemas colectivos y cada uno con los suyos personales: corrupción política y no política, trabajo difícil y depresión, drogas, estrés, hasta hace muy poco el terrorismo de Eta. La corrupción en el mundo de la política se ha generalizado, se ha convertido en” plaga cómica de unos golfos, traidores al resto de los españoles, a los amigos de partido y a sus cómplices de negocios.”24 Los podemos hallar en todos los estamentos del Estado: el poder ejecutivo, legislativo y judicial. Esto produce el desencanto entre la ciudadanía y es un freno para que nuestra democracia avance.

Este lugar negro de la corrupción en España, que representa una minoría en el cómputo global, no puede hacernos caer en el pesimismo; basta para levantar el ánimo observar a tantos españoles que trabajan en el anonimato cada día; los donantes de sangre, los estudiantes honrados que pueblan las universidades. Organismos como Caritas, Cruz Roja y un buen número de ONGs, que trabajan desinteresadamente a

favor de los necesitados. Profesionales del mundo de la ciencia y la cultura y un largo etc.…

Otro grave problema, en el intento de definir España, es el de los separatismos, sobre todo el catalán, avivado por los políticos: “Hay que potenciar el enriquecimiento humano que nace de la diversidad. Pero hay que denunciar el masoquismo y el resentimiento de quienes evitan el nombre de España. Cuando salimos fuera ese nombre es nuestra única seña de identidad”25.

A los temas de nuestro tiempo dedica el capítulo IX (pág., 251 y ss.). La nueva situación de España, tiene muchos problemas, pero no es problema. Tenemos los españoles una serie de retos que resolver en el siglo XXI. Ciriaco Morón apunta cuatro tareas: 1.- clarificar nuestra identidad como españoles (unidad en la diversidad); 2.-poner como ideal del país la educación (esto exige un cambio de mentalidad); 3.-amor a la tierra en que vivimos (para los creyentes un regalo de Dios); 4.-la fraternidad.

La utopía hoy más digna de nuestro empeño es la fraternidad universal. Pero, la inmoralidad política, la exploración de los débiles a los que se les quita “la esperanza, son el abismo desde el que gritamos la fraternidad. De la trilogía: libertad, igualdad y fraternidad, de la Revolución Francesa, las dos primeros en cierto modo se han hecho realidad en la sociedad moderna, sin embargo mientras que la tercera, la fraternidad ha quedado relegada a grupos de voluntarios o a las iglesias. La última base filosófica de la fraternidad está en el hecho de que todas las personas deseamos ser reconocidas por los demás como personas.

Conclusiones:

1.-“En 1898, los españoles se preguntaban si España había muerto definitivamente. En el año 2014, España vive, es una y diversa, justa y libre, a pesar de que el problema de las autonomías sigue vigente.

2.- En el programa de actuaciones en el siglo XXI: el nuevo siglo exige el amor a la tierra y al cielo; “construir Europa o acomodarnos en ella con la agilidad que exige toda instalación humana. Necesitamos reconstruir nuestra historia en diálogo con

Europa y aprovechar las magníficas investigaciones ya existentes en una enseñanza exigente y razonable”26

3.- Mejorar la calidad de la educación, en todos los niveles; que no siga convertida en un arma política en manos de la opción que gobierna en el momento de la reforma. En este sentido sería necesario un pacto por la educación.

4.- Superar la idea de que los nacionalismos tienen como única finalidad la separación del resto de los integrantes de la nación; que la clase política no busque conflictos y disputas inútiles, sino en bien de los miembros de cada comunidad, diversidad dentro de la unidad.

5.- Es urgentísimo un gran pacto nacional contra la corrupción a todos los niveles; que los cargos políticos dejen de ser el lugar donde se pueda meter mano en el erario público con toda impunidad. Es cierto que Laín Entralgo hace escasas referencias a casos de corrupción en la época que le tocó vivir, no porque no los hubiera, sino por las dificultades en su circunstancia para hablar de corrupción y corruptos. En este sentido Ciriaco Morón escribe en un momento en el que estos temas siguen siendo presentes pero hay mayor libertad para hablar sobre los mismos.

6. Superar la poco constructiva dialéctica entre grupos políticos para ensayar una política que pivote sobre el ideal posible de un proyecto compartido, es decir, elaborar la respuesta a la pregunta cuál es nuestra España soñada. Esto implica desarrollar una mentalidad de la fraternidad tal y como nos enseñan Laín y Morón. Nos encontramos con la dificultad de que España ha sido siempre un país de extremos y muy tendente al cainismo.