(Comunicación presentada en las VIII Jornadas de la AEP:
Bioética personalista:
fundamentación, práctica, perspectivas
Universidad Católica de Valencia
Valencia, 3-5 de mayo de 2012)
[1]
RESUMEN
Uno de los propósitos actuales de la bioética, es contribuir a desarrollar programas académicos para la formación de profesionales en clave Bioética, que permitan dotar a los estudiantes de los conocimientos conceptuales, procedimentales y actitudinales necesarios para el análisis crítico de las implicaciones que surgen con la aplicación de la biotecnología a la salud y la vida humana.
Tarea difícil de cumplir sin la construcción y desarrollo de un modelo pedagógico-didáctico centrado en la “dignidad y el valor absoluto de la persona humana, como criterio de valoración ética”, que se comprometa seria y responsablemente con las generaciones presentes y futuras.
El propósito de esta ponencia es presentar algunos elementos relevantes a tener en cuenta en la construcción de una propuesta pedagógica que busca formar talento humano en las áreas de las ciencias naturales en clave Bioética. Para ello, se parte de la tesis central de que todo trabajo formativo, en especial, en el campo de la bioética, debe estar “soportado y justificado ontológica y antropológicamente, pues hacer explícito la concepción de mundo y de ser humano que orienta sus prácticas”, es hoy, un imperativo ineludible y no negociable, para todo aquel que pretenda formar a otros en estos campos del saber.
La formación de profesionales en clave bioética. Algunas reflexiones.
Uno de los grandes acuerdos establecidos por la comunidad académica de bioéticistas y recogido, de manera oportuna y acertada, por la Unesco en la “Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos” [2], es la recomendación formulada a todos los estados de fomentar la educación en bioética, no sólo dirigida a los científicos y académicos, sino en especial a toda la sociedad, de manera que se contribuya a evitar la manipulación de todo orden, de la cual ha sido víctima el hombre y, que lo ha conducido, lamentablemente, en la gran mayoría de situaciones, a adoptar posiciones ideologizadas, caracterizadas por el privilegio del individualismo, la producción irracional, el consumo desmedido y la obtención de placer, en detrimento de la vivencia de lo verdaderamente esencial del humano [3].
La situación se complica, cuando se analiza y comprende la enorme complejidad de las situaciones problemicas que se presentan con la aplicación de la biotecnología a la vida y a la salud humana, así como la enorme barrera lingüística que se genera por los procesos de especialización de estas áreas, lo cual reclama con urgencia, generar las condiciones necesarias para garantizar niveles de información y formación adecuada, tanto de los profesionales vinculados directamente a estos temas, como del ciudadano del común que se ve afectado con las medidas que se toman y las leyes que se promulgan [4].
En este sentido, preparar a los profesores encargados de formar a las nuevas generaciones de científicos en clave bioética, es un reto ineludible, inaplazable y no delegable, que toda universidad y demás centros educativos, deben asumir, pues lo que está en juego, no es otra cosa que el futuro individual y colectivo de las presentes y futuras generaciones, lo cual exige, entre otros, el apoyo decidido y continuado a los diferentes grupos de trabajo académico que tienen como objeto de estudio la enseñanza y el aprendizaje de la bioética, así como el fortalecimiento de comunidades de aprendizaje en biojurídica y biopolítica, encaminadas a la construcción de propuestas pedagógicas dirigidas a formar talento humano para asumir responsablemente la formación de formadores [5].
Si bien es cierto existe acuerdo, casi unánime, en la necesidad de formar a todo profesional, en especial a aquellos se dedicaran a las ciencias de la vida y de la salud, así como formar a las generaciones presentes y futuras en la bioética, no es menos cierto que el problema de la enseñanza y el aprendizaje de esta nueva disciplina comienza a ser un campo problemático, que ha empezado a aglutinar a un número significativo de expertos de las más diversas áreas del saber, quienes reclaman cada día la urgencia de asegurar y mejorar la calidad de la enseñanza ofrecida, así como examinar los aprendizajes obtenidos, llegando a plantearse “la necesidad de implementar un proceso de acreditación a nivel nacional y latinoamericano que ayude a unificar criterios y contenidos mínimos docentes y metodológicos” [6]
Sin embargo, emprender una tarea de esta magnitud no es nada sencillo, es más, para algunos es una tarea loable, importante, pero muy complicada de abordar y casi imposible de desarrollar, pues no sólo se debe partir de tener y demostrar claridad acerca de los conocimientos disciplinares necesarios, que toda disciplina científica requiere, en este caso de bioética, sino que además, es necesario, conocer a profundidad los fundamentos filosóficos, históricos, epistemológicos y obviamente pedagógicos y didácticos que soportarían una propuesta curricular para la formación de profesionales de las ciencias en clave bioética.
Algunas preguntas orientadoras
Con base en lo anterior, se plantean algunas preguntas orientadoras, que pueden contribuir a allanar el camino en esta dirección. ¿Qué significa formar hoy profesionales de las ciencias en clave bioética?, ¿Qué criterios deben dirigir dicha formación?, ¿Cuál es el tipo de profesional que se piensa contribuir a formar?, ¿Por qué es necesario dicha formación?, ¿Para qué se forman los profesionales en bioética?, ¿Qué clase de finalidad política deben tener aquellos que dirigen dicha formación?, ¿Qué bioética enseñar?, ¿Con que finalidades?, ¿Cuál es la naturaleza de este conocimiento?, ¿Cuáles son los fundamentos filosóficos?, ¿Cuáles los fundamentos jurídicos?, ¿Quiénes serán los encargados de brindar dicha formación?, ¿Qué esperan de los profesores los estudiantes?, ¿Qué se espera que haga un profesor de hoy dedicado a este campo del saber?, ¿Qué debe saber y que debe saber hacer?, ¿qué se entiende por un aprendizaje de calidad hoy?, etc.
Responder estos interrogantes, parte de reconocer, la dificultad adicional que encierra el carácter fragmentario del contexto filosófico actual, en donde el pluralismo ha hecho morada y, como consecuencia de ello, han surgido diversas posturas, que exigen su conocimiento, estudio y comprensión, con el mayor respeto intelectual [7], sobre todo cuando se va a fundamentar un proceso formativo. Esto permitirá establecer aquella corriente de pensamiento que mejor promueve y defiende el respeto a la dignidad de la vida humana, en todas las instancias, dimensiones y etapas de su ser, es decir, si tenemos claro, que el para qué de la formación de la persona humana es, entre otros, para que no se repita Auschwitz [8].
El esfuerzo grande que hay que realizar en un reto de esta magnitud, es intentar resolver “los problemas bioéticos que conllevan la formación de profesionales tales como: de fundamentación filosófica, epistemológica, conceptual, metodológica, ética, sociológica, política etc., por una parte, y por otra, los problemas derivados de la enseñanza y el aprendizaje de la bioética, esto es, su didáctica” [9].
El no abordar los interrogantes arriba formulados y no analizar con profundidad las implicaciones de no tratarlos e intentar resolverlos, conlleva al privilegio de reducir un programa de formación en bioética, a la selección y secuenciación de contenidos e intensidad horaria o, en el mejor de los casos, complementarlo con estrategias que forman profesionales con capacidad deliberativa.
Con base en lo anterior, nos proponemos con este trabajo, aproximarnos al planteamiento, de tan sólo uno de los problemas: La fundamentación filosófica de la bioética, como camino a la comprensión de la importancia de fundamentar ontológica y antropológicamente toda propuesta de formación en bioética, de manera que se evite el relativismo ético, que surge cuando conceptos centrales o estructurantes, en términos disciplinares y didácticos, no están lo suficientemente definidos, justificados y fundamentados.
Un ejemplo: Los fundamentos de la bioética y el pluralismo filosófico
No es nuestro interés, ni tampoco el espacio, para abordar aquí todas las corrientes de pensamiento filosófico que soportan las diferentes concepciones de la bioética, nos parece más indicado señalar aquellas que más han logrado influir en el contexto en general y el académico en particular y, cuyo conocimiento y análisis nos permiten, por un lado, fundamentar una propuesta de formación y, por otro, examinar con cuidado si todo lo que lleva el título de bioética lo es en realidad.
Para nosotros es claro, que la bioética es “una disciplina que interpela al hombre, que es el único sujeto de la ley moral y solamente su vida constituye un principio ordenador del Derecho cuyas leyes se promulgan para obtener la protección efectiva de la vida y de los derechos humanos” [10] y, por lo tanto, “no es posible concebir una bioética global, que integre en ella a todos los seres vivos, pues estos son objeto de estudio de otra disciplina científica, que es la ecología” [11], la cual tiene un estatuto propio, unas leyes distintas y unos fines claramente definidos.
Sin embargo, vale la pena anotar, que para algunos bioeticistas, la “bioética global”, hace referencia, a una preocupación por garantizar, una “ética de la responsabilidad centrada en el nuevo deber del hombre de preservar su propia especie, frente a una ciencia sin valores ni responsabilidad que nos promete una utopía de progreso indefinido” [12], tal y como se desprende de los trabajos de Hans Jonas, quien preocupado por el avance de la ciencia, la tecnología y la medicina, propone una ética de la responsabilidad y no sólo de la prudencia, que este encaminada a garantizar el futuro de la humanidad con sentido ecológico, lo cual exige superar la división entre lo intelectual y lo material [13].
El análisis objetivo, de los fundamentos filosóficos que han soportado las concepciones de la bioética, nos permite identificar dos corrientes de pensamiento que han marcado dos caminos, sustentados por visiones antropológicas diferentes y unas concepciones sobre la moral totalmente opuestas. Para la primera de ellas, denominada bioética relativista, la moral es sometida al dictado de la conciencia personal, es decir apela a la conciencia de cada uno o a la decisión de la mayoría, planteamientos estos que obedecen a criterios eminentemente pragmáticos y utilitaristas, que impiden un orden social y no reconocen la vida humana como valor en sí misma y, por lo tanto, niegan la dignidad de la persona y el valor supremo de la vida humana. Para la segunda postura, la moral es un conjunto de normas objetivas y universales, que rigen en todo tiempo y lugar y, que por lo tanto, no están sujetas a la tiranía de la mayoría, ni mucho menos a la interpretación de cada quien.
La crisis del positivismo, y con él, la decadencia de las teorías cientificistas y materialistas, condujeron al contractualismo, para quien “el bien y el mal son determinados por una supuesta comunidad ética, basada en un acuerdo social” [14], también es conocido con el nombre de ética civil ó del consenso, el cual coloca el énfasis en el procedimiento, para lograr entre todos, una normativa moral universal que responda a una sociedad pluralista y democrática como la actual, por lo tanto, se fundamenta en la autonomía de la persona, que le confiere al hombre el carácter de autolegislador y, en la igualdad de todas las personas, que les da derecho a buscar una normativa universal mediante el dialogo [15].
La apelación al consenso, “válido para las decisiones políticas y recurso acreditado para la democracia no es admisible para decidir sobre el bien o el mal de los actos humanos” [16]. No podemos ser legisladores del bien y del mal, tan sólo nuestra conciencia nos permite reconocer lo que es bueno ó lo malo y, conforme a ella, aceptar voluntariamente hacer el bien o el mal, lo cual nos convierte en buenas o malas personas, por lo tanto, someter a las mayorías, lo que debe ser aceptado moralmente, reduciendo la ética al mínimo moral, justificado en la necesidad de responder a una sociedad plural y laica, es dar paso al relativismo puro y duro, en donde las normas estarían al vaivén de los intereses del gobernante de turno, entrando de paso en una anarquía jurídica, propicia para acabar con el estado social de derecho, el cual entre otros, propende por garantizar la seguridad jurídica que permite una convivencia pacífica entre los ciudadanos [17].
En síntesis, es claro que la ética de mínimos, pretende rescatar el positivismo jurídico, manteniendo el relativismo de las normas morales e imponiendo un legalismo según el cual los derechos los otorgan las leyes, es decir, pretende salir del campo de la ética, para invadir el del derecho [18] y, de esta manera, lograr sacar adelante proyectos que claramente son contrarios a la ley moral, tales como: la despenalización del aborto, la manipulación y experimentación con embriones, la utilización de células madre embrionarias, la clonación terapéutica, la “producción” de niños medicamento etc., por considerar que tanto los embriones como los fetos no pertenecen a dicha comunidad ética, evidenciando con ello, que la dignidad y el valor absoluto del la persona humana, como criterio de valoración ética, está seriamente comprometido, cuando no completamente ausente. Esta postura entonces, favorece, entre otros, la muerte de niños con malformaciones severa aun después de su nacimiento, ignorándose su condición de persona.
Estos planteamientos son apoyados por reconocidos bioéticistas, entre los cuales vale la pena mencionar a T. Engelhardt, para quien: “Lo que caracteriza a las personas es su capacidad de ser autoconscientes, racionales e interesadas por el mérito de reprobación y elogio… Por otra parte, no todos los seres humanos son personas. No todos los seres humanos son autoconscientes, racionales y capaces de concebir la posibilidad de reprobar y alabar. Los fetos, los infantes, los retrasados mentales graves y quienes están en coma sin esperanza constituyen ejemplos de no-personas humanas. Tales entidades son miembros de la especie humana. No tiene status, en sí y por sí, en la comunidad moral» [19].
Como se desprende de lo anterior, esta es una interpretación que no valora ni reconoce al ser humano en todas sus dimensiones, en todos sus niveles de desarrollo y estados de vida, por el contrario, lo cosifica e instrumentaliza, negándole el ejercicio pleno de los derechos fundamentales, que como bien sabemos el Derecho declara y reconoce, pero no instituye, pues es la concepción el acto constitutivo del ser humano como persona.
Otra postura muy fuerte hoy, es la bioética que está soportada en una concepción liberal, en ella la libertad humana se constituye en el valor absoluto y, por lo tanto, en la medida de lo que es correcto y debe ser aceptado por todos, aquí lo importante no es el acto humano en sí, sino que el valor se determina por la posibilidad del ejercicio real de esta libertad. En este sentido, el respeto a la autonomía del sujeto se considera fundamental para el ejercicio de la libertad, sin más condicionamiento que el que le dicte su propia conciencia, pues aquí no valen las exigencias externas, ni muchos menos, que tan fuertes y sólidos pueden resultar los contenidos de verdad que acompañan las decisiones, por ello se plantea que en esta postura, se privilegia la lógica autorreferencial extrema, donde lo que importa es el yo y la reivindicación de sus derechos [20].
Bajo esta perspectiva, se presentan como correctas, decisiones del sujeto tales como, el aborto, el poner fin a su propia vida, cuando este lo desee o considere necesario etc. Lo cual nos conduce a reflexionar seriamente, hasta que punto un sujeto formado desde esta corriente, puede abrogarse el derecho a decidir sobre su propia vida, es decir, a decidir cuándo ponerle fin, como si fuera el dueño absoluto de la misma, lo cual sabemos, jurídicamente no es legal ni legitimo, ni mucho menos correcto desde el punto de vista moral.
De otro lado, vale la pena presentar, a grandes líneas, una de las corrientes de pensamiento que está cogiendo gran fuerza, sobre todo entre aquellos filósofos y profesionales de las ciencias que consideran que la bioética no es suficiente para afrontar y dar respuesta a los problemas complejos que surgen de la aplicación de la biotecnología a la vida en general y la humana en particular, sino que proponen que es desde la biopolítica que se debe y puede dar respuesta a los grandes interrogantes de hoy. Heidegger, Nietzsche, G. Deleuze, A. Negri y M. Foucault, son entre otros, los referentes e inspiradores más citados.
El Sociobiologismo, es uno de los nombres que ha recibido esta corriente de pensamiento, que tiene a Peter Sloterdijk [21], filósofo alemán, como su representante y defensor. Las ponencias de este autor, en especial el discurso pronunciado con motivo del aniversario de la muerte de Levinas, en 1999, que tituló: Normas para el Parque Humano, una respuesta a la Carta sobre el Humanismo, en la cual éste presenta a la educación y a la cultura como técnicas de domesticación del hombre, usando términos de uso ganadero tales como “doma y cría del animal humano”, logró generar un debate de gran calado con los intelectuales alemanes, en especial con el filosofo J. Habermas, quien acusó a Sloterdijk de eugenista y filonazi.
El hecho de reclamar una revisión genético-técnica de la humanidad, puesto que la era del humanismo tradicional, como escuela y utopía domesticadora humana, según Sloterdijk, está terminada, unido al planteamiento hecho en el sentido de que la ingeniería genética ha de desplegar un efectivo –aunque discutible- “plan de domesticación y cría de seres humanos”, de donde, sugiere una revisión genético-técnica de la humanidad y la formulación de un código antropotécnico, dejando abierta la posibilidad de una antropotecnología en la que pueda cambiarse el “fatalismo del nacimiento” por un “nacimiento opcional” y una “selección prenatal”, revivió la pesadilla del holocausto nazi y sus anhelos perversos de selección, eugenesia y control de los seres humanos, de lo que se trata, en estricto sentido, es de “una nuevaingeniería social que aparentemente busca cimentarse en una antropología de cuño neodarwinista, compatible con cualquier racismo revivido, encontrando sus primeros antecedentes en Platón donde los discursos educativos sobre la comunidad humana parecen apuntar a un parque zoológico“ [22].
Sin embargo, para Sloterdijk, “El eugenismo forma parte del pensamiento moderno. Es la base misma del progresismo. El eugenismo es una idea de la izquierda clásica, retomada por los nacionalistas después de la Primera Guerra Mundial. Es el progresismo aplicado al terreno de la genética. Cada individuo razonable es eugenista en el momento en que se casa. Cada mujer es eugenista si prefiere casarse con un hombre que posee cualidades favorables en su apariencia física. Es el eugenismo de todos los días […] Nunca existió un eugenismo fascista. Lo que hubo fue un exterminio racista. Esa voluntad de matar nunca tuvo la más mínima relación con el concepto de eugenismo concebido como un medio de reflexionar sobre las mejores condiciones en que será creada la próxima generación. Los nazis se aprovecharon de algunos pretextos pseudo científicos para eliminar enfermos. Eso no tiene nada que ver con el eugenismo. Es un abuso total de lenguaje llamarlo así” [23]
Para el sociobiologismo, los valores y principios morales que caracterizan a una sociedad, en un momento histórico determinado, son producto de la selección natural y la adaptación al medio ambiente, los cuales se convierten en costumbres, de manera tal que, un acto o comportamiento humano será considerado moralmente bueno si favorece la evolución de la especie, lo cual conduce necesariamente al privilegio del grupo sobre el respeto al individuo.
Sostiene además, que al igual que la evolución biológica, las sociedades no son estáticas sino que cambian a través del tiempo, en ocasiones como cambios graduales y continuos y en otras por saltos evolutivos, de esta misma manera se considera que cambian los comportamientos humanos en las sociedades y con ello cambian también los valores y principios. En este proceso la ética juega un papel fundamental, pues permite mantener un equilibrio dinámico en la sociedad y sienta las bases para la juridificación de los comportamientos que se materializan en el Derecho como gran ordenador y regulador de las relaciones interpersonales, entre ellas y el ordenamiento jurídico que permite la vida en sociedad.
Aparentemente, esta corriente se presenta como una alternativa real para resolver los problemas generados por la biotecnología, sobre todo en un momento histórico caracterizado por la decadencia de los dogmas de fe y la crisis de del humanismo clásico, sin embargo, debemos dejar en claro que este sociobiologismo abre las puertas a la instalación del relativismo moral, pues el hombre queda reducido a una simple creatura que habita el cosmos en un momento dado de su infinita historia, de manera que no habría necesidad de llegar a construir acuerdos y tratados internacionales que sólo tendrían validez y vigencia en un lapso muy corto de tiempo.
Igualmente, es importante destacar que “si bien es cierto que algunos componentes culturales están sujetos a la evolución, no es menos cierto que el hombre resta en su mismidad, en su identidad específicamente humana, diverso por naturaleza y no sólo por complejidad neurológica de todo otro viviente. La muerte y el sufrimiento, la libertad y el conocer, no son elaboraciones culturales sino hechos y valores que acompañan al hombre en todas las circunstancias” [24]
Una de las corrientes de pensamiento más extendida y seguida en la actualidad, es la utilitarista, surgida a partir del carácter pragmático anglosajón y desarrollada por J. Bentham, quien preocupado por la felicidad humana, elabora una aritmética moral, “el principio del cálculo de las consecuencias de la acción sobre la base de la relación costo-beneficio”. Para esta corriente, la conducta debe regirse sólo por el interés y, por lo tanto, toda sabiduría moral consiste en un frio cálculo de intereses. La virtud será entonces el hábito de hacer bien las cuentas para lograr el mayor placer evitando el dolor, bueno es lo que produce placer, malo lo que produce dolor. La máxima de acción moral es la mayor felicidad, entendida como placer, para el mayor número de hombres. Esto es lo que se denomina maximización de la felicidad [25]. De ahí que el interés público este siempre por encima del interés particular, para esta corriente, no se puede asumir otro criterio superior, ontológico, como verdad o norma universal que este cálculo de intereses. Esta corriente es corregida por Stuart Mill, discípulo de Bentham, quien le da mayor importancia a la calidad del placer que a su cantidad, en este sentido los placeres intelectuales o del espíritu son más valiosos que los placeres sensuales. Desde esta perspectiva las personas se clasifican con base en los placeres a que aspiran.
De esta corriente se deriva “el axioma de cuidar la calidad de vida, como si fuese la palabra clave y el principio último al que todo debe rendir cuenta” [26], es decir, la licitud de un acto está determinada por la utilidad para la sociedad, sin importar, el acto en sí mismo, no reconocen la vida humana como un valor en sí mismo, sino meramente referido a criterios creados por la propia sociedad en función del interés predominante. Niegan tanto la dignidad de la persona como el valor máximo de la vida [27], así el aborto, la eugenesia, la eutanasia, la experimentación con embriones, el suicidio asistido etc., no sólo serian actos legales sino legítimos, pues “el utilitarista valora la vida en tanto en cuanto merece ser vivida” [28].
Concluyendo
Del análisis anterior se desprende, que no todas las corrientes de pensamiento tratadas tienen la misma validez y, ninguna, proporciona los elementos necesarios para fundamentar ontológica y antropológicamente un programa de formación que contribuya a formar talento humano que respete el valor de la dignidad de la persona humana, en todas sus dimensiones y momentos de la vida, lo cual nos obliga, no sólo a hacer un abordaje de los principios fundantes de las diferentes concepciones de Bioética actuales, sino además a examinar con detenimiento, si todas las propuestas que se denominan bioéticas en realidad son “auténticas bioéticas”.
Pero qué es lo que identifica a una bioética auténtica. Una verdadera bioética. No puede ser otra razón, que aquella que se caracterice por ser “una forma nueva de hacer ética, no abstracta y filosófica, sino teórico-práctica: una sólida teoría, cuya aplicación sirva de instrumento tanto a los estudiosos como a los ciudadanos de “a pie” para valorar algunas de las implementaciones y servicios de las nuevas tecnologías a todos los seres vivos en general, y en especial, a la vida humana sin ninguna discriminación, únicamente fundados en su indiscutible dignidad, extensible, en alguna medida, a todos los seres de la creación, empezando por los seres vivos” [29]. En otras palabras, es “el uso creativo del dialogo interdisciplinario para formular, articular y, en la medida de lo posible, resolver algunos de los problemas planteados a los seres humanos por la investigación y la intervención sobre la vida, la salud y el medio ambiente” [30].
Ante las falencias, inconsistencias y carencias de los modelos ya mencionados, y las características que deben identificar a una auténtica bioética, se propone el modelo personalista ontológicamente fundado, como una verdadera opción para fundamentar, no solo la objetividad de los valores y las normas, sino para la construcción de cualquier propuesta pedagógica que pretenda formar hombres y mujeres verdaderamente opcionados para participar idóneamente en los grandes debates y contribuir con soluciones racionales, razonables y prudentes.
El personalismo, ha sido y sigue siendo tratado y representado por notables filósofos y bioeticistas, tales como Enmanuel Mounier, Jacques Maritain, Romano Guardini, Xavier Zubiri, Pedro Laín Entralgo, Elio Sgreccia, Lino Ciccone, , Karol Wojtyla, Alfonso López Quintas, Juan Manuel Burgos Francisco Javier León, Luis José González entre otros, los cuales a nuestro juicio han sentado bases firmes para que el personalismo resista y se imponga ante propuestas contemporáneas clara mente opuestas a ella, entre las cuales vale la pena mencionar a T. Engelhardt, Peter Singer, y toda una línea de filósofos inspirados en las filosofía moral de Nietzsche, entre ellos: Michael Foucault, Guilles Deleuze, Roberto Esposito y Peter Sloterdijk como algunos de sus principales representantes.
Finalmente, es importante recordar que el personalismo ontológicamente fundado, como pilar fundamental de una auténtica bioética, defiende y promueve toda Ley coherente con el orden moral natural, esto es, con aquellas que afectan todo el genero humano, independientemente de sus creencias, aquellas que rigen en todo tiempo y lugar, que no solamente son legales sino también legítimas, es decir, que estén acordes con la Ley natural, con las leyes que emanan de la naturaleza humana y se encaminan al mejor desarrollo de sus operaciones propias, en otras palabras, son las leyes que están de acuerdo con el orden que se expresa en la razón humana y contribuyen al pleno desarrollo de su personalidad en el orden personal y social, como ser dotado de razón y libertad, que ama, sufre, goza y aspira a realzar los valores espirituales [31].
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[1] Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Profesor Facultad de Ciencias y Educación. Director grupo de investigación “ethos et paideia”, Línea de investigación: Formación docente en Bioética y Biojurídica. Doctorante en Bioética y Biojurídica, Cátedra UNESCO – Universidad Rey Juan Carlos. Diploma de Estudios Avanzados “DEA”. Cátedra UNESCO – Universidad Rey Juan Carlos. Magister en Biología, Universidad Javeriana, Magister en Docencia, Universidad de la Salle. Especialista en Informática para la Gestión Educativa. Bogotá-Colombia.
[email protected], [email protected].
[2] “Los estados tomarán las medidas adecuadas para fomentar los principios establecidos en la presente Declaración, a través de la educación y otros medios pertinentes y, en particular, entre otras cosas, la investigación y formación en campos interdisciplinarios y el fomento de la educación en materia de Bioética, en todos los niveles, particularmente para los responsables de políticas científicas”. UNESCO. Declaración Universal sobre Genoma Humano y los Derechos Humanos, 2005.
[3] J. Pinilla, “Formación de profesores de ciencias en bioética, biojurídica y biopolítica para la educación básica y media” (1a ed.), Docencia de la Bioética en Latinoamérica, Fundación Ciencia y Vida, Santiago de Chile, 2011.
[4] Ibid, p.85.
[5] Ibid, p.86.
[6] F. León, “Institucionalización de la Bioética en Latinoamérica: desarrollo de la docencia y la bioética como disciplina académica”(1a ed.), en Docencia de la Bioética en Latinoamérica, Fundación Ciencia y Vida, Santiago de Chile, 2011.
[7] J. García, “Bioética”,URL< http://www.philosophica.info/voces/bioetica/Bioetica.html.>
[8] G. Vargas y Cols, La humanización como formación, San Pablo, Bogotá, 2008.
[9] Este planteamiento es formulado por G. Vargas, y cols., En La humanización como formación, San Pablo, Bogotá, 2008, p.11, para el caso de la filosofía y la enseñanza de la filosofía en la condición postmoderna, con el cual nos identificamos y retomamos, para el objeto del presente trabajo.
[10] Mª D. Vila-Coro, “Biotecnología y Biojurídica”, Ponencia presentada en el curso de Doctorado en Biotecnología y Bioética de la UNESCO, abril. 2009.
[11] Ibid
[12] F. León, Bioética, La promoción de la dignidad de la persona en el ámbito biomédico, Palabra, Madrid, 2011.
[13] Ibid, p.15.
[14] J. García, Bioética, en Fernández Labastida, Francisco – Mercado, Juan Andrés (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL: http://www.philosophica.info/archivo/2010/voces/bioetica/Bioetica.html
[15] L. González, Ética, (4a ed.), El Búho, Bogotá, 2009.
[16] Mª D. Vila-Coro. “Biotecnología y Biojurídica”, op.cit.
[17] Ibid
[18] Ibid.
[19] Citado por, J. García, “Bioética”, op.cit.
[20] Ibid
[21] P. Sloterdijk, “Normas para el parque humano”, en Conferencia Castillo de Elmau, Baviera, julio de 1999, publicada en Die Zeit 1999, Ediciones Siruela, Madrid, 2000.
[22] A.Vásquez, “Peter Sloterdijk: normas y disturbios en el parque humano o la crisis del humanismo como utopía y escuela de domesticación, en Universitas, Revista de Filosofía, Derecho y Política, nº 8, julio 2008”, pp. 105-119.
[23] Entrevista con Luisa Corradini, “Peter Sloterdijk: El fascismo de izquierda nunca hizo su duelo”, La Nación, Buenos Aires.
[24] J. García, “Bioética”,op.cit.
[25] L. González, Ética, op.cit., p. 41.
[26] J. García, “Bioética”, op.cit.
[27] C. Centeno., y cols., «Bioética de la situación terminal de enfermedad», en Cuadernos de Bioética, nº 12 – 4º, Santiago, 1992, p. 39.
[28] Mª D. Vila-Coro,“Biotecnología y Biojurídica”, op.cit.
[29] J. Drane, Medicina humana, Una bioética católica liberal (1a ed.), San Pablo, Bogotá, 2006.
[30] Ibid, p.7.
[31] Mª D.Vila-Coro, La Bioética en la encrucijada: Sexualidad. Aborto. Eutanasia (2a ed.), Dykinson ,S.L., Madrid, 2007, p.27.