Comunicación presentada en las IX Jornadas: “España en la filosofía española contemporánea” (23-25. X. 2014)
España como problema de amistad
La preocupación de Pedro Laín Entralgo (1908-2001) por comprender la vida española, el problema de su convivencia política, su historia, su cultura, sus raíces y su vida en amistad, ha sido una constante en su obra. Se define el mismo como figura intelectual por tres temas: su oficio de historiador de la medicina, por su cavilación y dedicación a la antropología, y también dirá que: “El tercero de los temas que han movido mi pluma ha sido mi condición de español”.
En la magnífica introducción a su libro Una y diversa España publicado en el año1968, tan de actualidad hoy en día, escribe Pedro Laín: “España, otra vez España. Para un hombre nacido entre el Bidasoa y Gibraltar –escribía Ortega en 1910–, España es el problema primero, plenario y perentorio”. ¿Sigue siendo así?. Dé cada cual su propia respuesta. En mi caso la da, con su mera existencia, el hecho de que este librillo junte en sus páginas todo un manojo de escritos compuestos con posterioridad a la publicación definitiva de mi España como problema (1956)”.
Prosigue Laín en esta introducción explicando su condición de español: “No era yo ajeno a ella –no podía serlo– en los años anteriores a 1936. Mi infancia y mi mocedad se hallan jalonadas en mi recuerdo por sucesos y fechas de nuestra historia contemporánea: “huelga revolucionaria del 17”, “muerte de Dato”, “Annual”, “Dictadura”, “Plus Ultra”, “Jaca”, “14 de Abril”… Pero fue en 1936 cuando la pertenencia a mi país se hizo drama y exigió imperiosamente de mí lo que con otro curso de nuestra historia tal vez yo nunca hubiera hecho; porque desde 1937 hasta hoy, varios años de mi vida han ardido en el empeño de esclarecer para mí y para otros el modo de mi inserción en la desgarrada vida histórica de mi patria.
Íntimamente movido por esta triple instancia –el drama de España, mi personal situación dentro de él, la índole cavilosa de mi alma–, me propuse entender históricamente la escisión de los españoles, más sangrienta entonces que nunca, y aspiré a una concepción de nuestra cultura capaz, como entonces se decía, de “superar” radical y definitivamente las causas de esa ya bisecular divergencia. Corría como ya he dicho, el año 1937. Arrollado, ya que no sorprendido, por el advenimiento de la guerra civil, yo había optado por uno de los dos bandos contendientes. Dentro de él, me afilié al grupo que más abiertamente proclamaba, en el orden político, esa actitud “superadora”. Y en el seno de tal circunstancia, disconforme, igual que tantos otros, con la interpretación maniquea o táctica de la guerra española como un combate entre “buenos” y “malos” –tópica interpretación, desde entonces–, inicié la publicación de la serie de artículos “Tres generaciones y su destino”, origen del libro que años más tarde había de llamarse España como problema”.
Entre las obras de Pedro Laín sobre España, su convivencia política y su cultura destacaríamos: Sobre la cultura española (1943); Las generaciones en la historia (1945); La generación del 98 (1945); España como problema (1949, edición definitiva en 1956); Palabras menores (1952); Las cuerdas de la lira, reflexiones sobre la diversidad de España (1955); Ejercicios de comprensión (1959); Una y diversa España (1968); A qué llamamos España (1971 y 1992); Sobre la amistad (1972); Descargo de conciencia (1930-1960), publicado en (1976); La guerra civil y las generaciones españolas. (1978); Más de cien españoles (1981); En este país (1986); Españoles de tres generaciones (1998).
Las obras teatrales de nuestro autor, también escribió teatro, además fue crítico teatral durante varios años en la revista Gaceta Ilustrada, son las siguientes: Entre nosotros; El empecinado; Cuando se espera; A la luz de Marte; Judit 44; Las voces y las máscaras, se hallan publicadas en el volumen de la Colección Austral. Espasa-Calpe. Madrid. 1991, que lleva por título Tan sólo hombres. Cuatro dramas, las dos obras Entre nosotros (1962) y Cuando se espera (1962) se publicaron por separado. Todas estas seis piezas teatrales tratan el problema de la convivencia humana que es la preocupación fundamental del teatro de Laín, para él: “Vivir humanamente es convivir con todos los hombres a través de los hombres más próximos, [así] voy tratando de comprender con lealtad a las personas”.
¿Qué es la amistad?
En el año 1972 publica nuestro autor Sobre la amistad. Es calificado el libro de clásico por Diego Gracia aún a pesar de escribirse en la segunda mitad del siglo XX.1
Pedro Laín se pregunta y nos brinda esta definición de amistad: “Es una peculiar comunicación amorosa entre dos personas, en la cual, para el mutuo bien de éstas, y a través de dos modos singulares de ser hombre, se realiza y perfecciona la naturaleza humana”. (S. A. p.147).
Aunque Laín no ignora que: “La amistad puede ser un mirlo blanco o un cisne negro” cree con Aristóteles en su Ética a Nicómaco que: “La amistad, lo más necesario para la vida” y también es Aristóteles el que afirma que: “La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas”. Cicerón en su De amicitia dirá que: “El mundo en que vivimos se halla menesteroso de amistad”.
La amistad no es fácil, exige como se sabe muchos y variados esfuerzos, la verdadera amistad es además muy escasa, así lo refiere en El Criticón su autor Baltasar Gracián, cuando Critilo se propone salir en busca del amigo verdadero, todos le disuaden de que vaya a encontrar en el mundo tan “raro prodigio”. No obstante Pedro Laín nos define la verdadera amistad como: “La verdadera amistad, una relación interpersonal que se realiza como benevolencia, benedicencia, beneficencia y benefidencia, y que sin excluir alguna de las diversas formas de camaradería, al contrario, exigiéndola, porque así lo impone la convivencia social, a todas supera”. (S.A, p.11.)
En tres partes ha indicado Diego Gracia en que puede dividirse el pensamiento de Pedro Laín, en referencia a la amistad, son estos: Antropología general de la amistad, la amistad en la Antropología médica, y España como problema de amistad.
Nos recuerda Laín que, no es para nada amistosa la actitud española más tradicional ante el enemigo, se suele decir en nuestro pueblo: “Por fuera de mi grupo, el silencio o la muerte”.
Cuatro grandes pensadores españoles
Ha consignado nuestro filósofo las posiciones de cuatro importantes pensadores españoles, tres filósofos y un historiador, sobre el español y la amistad, advierte que hay que tener en cuenta, pues reflejan el carácter español en relación a la amistad.
El primero es Miguel de Unamuno, hace la siguiente reflexión: “El español tiene, por regla general, más individualidad que personalidad: a la fuerza con que se afirma frente a los demás… no corresponde la riqueza de su contenido espiritual íntimo, que rara vez peca de complejo”.
Ortega y Gasset ha señalado que: “Yo sospecho que, merced a causas desconocidas, la morada íntima de los españoles fue tomada hace tiempo por el odio, que permanece allí astillado, moviendo guerra al mundo”.
Eugenio D’Ors dirá: “El pueblo español padece una incapacidad específica para el ejercicio de la amistad, y tal incapacidad es una especie de estado morboso, una impotencia, tal vez sólo aparente, hay que esperarlo, tal vez más debida a falta de ejercicio –más precisamente: a falta de educación– que a falta de disposición”.
Por último, Américo Castro constatará que: “El español sólo se siente unido a otras personas cuando éstas valen para él como una magnificación de la suya… La persona no sale de sí misma, y aspira a atraer a ella cuanto existe en torno”.
Pedro Laín ha señalado también en su libro más leído La Generación del 98 (1945) que: “Algo hay en los senos vitales del español, acaso en el mismo fondo social ibérico, que le lleva a considerar hostil lo que no le es propio […] el español que de veras llega a creer en algo, sea en la verdad o en el error, tiende un poco a la consideración maniquea del individuo”.
Un bello pensamiento escribía Laín en 1948, en las páginas de su libro Vestigios. Ensayos de crítica y amistad, al decir: “La amistad es el complemento de la justicia”. Aunque con gran escasez, la verdadera amistad existe y por fortuna seguirá existiendo. Quién no desearía junto a nuestro amable ensayista que, la amistad fuera en el presente y en el futuro el complemento de la justicia en estos y desde estos iniciales y azarosos años del tercer milenio.
Escribía Laín Entralgo en el prólogo a su libro Más de cien españoles (1981) su pretensión en la relación entre amistad y verdad con estas palabras: “Dos han sido las principales normas de mi vivir entre los hombres, y más de una vez las he proclamado: frente al rígido Amicus Plato, sed magis amica veritas, un más cordial Amica veritas, sed etiam amicus Plato; y contra la tácita, pero tan operante sentencia <Mis amigos son los mejores>, esta aspiración permanente: <Que los mejores sean mis amigos>”.
La posición y la pretensión de Laín en cuanto a la amistad y la vida pública española, la ofrece en el artículo “Vocación de amigo” y hace las siguientes reflexiones: “He pretendido ser –escribía Laín en 1963–, y en parte creo haberlo sido, un español terco en el deseo y en el proyecto de una vida pública española fundada no solo sobre la creencia, más también sobre la inteligencia y la amistad… Fundada sobre la amistad. Pienso que la amistad consiste, cuando se la reduce a su quintaesencia, en dejar que el otro sea lo que es y quiere ser, ayudándole delicadamente a que sea lo que debe ser. La relación amistosa exige, según esto, un cuidadoso respeto de la libertad del otro y un amoroso fomento de su vocación. Sin la justicia y la libertad como presupuestos, la amistad no es posible. No apoyada en la justicia, se trueca en compadrazgo; carente de atención a la libertad, se convierte, en el mejor de los casos, en mera tutela. ¿Es posible una sociedad española a la que como hábitos prepolíticos –subyacentes, por tanto, a la relación política, incluso cuando ésta haya de realizarse como discrepancia y oposición– pertenezcan, así entendidas, la inteligencia y la amistad? En términos absolutos, no lo sé. Debo confesar que, en orden a este deseo, mi ánimo oscila entre la esperanza y el pesimismo. Sé muy bien, en cambio, que en tal sociedad, precisamente en ella, necesito yo vivir. No puedo aceptar ninguna otra”. (O. S. págs. 1199-1200).
Pedro Laín Entralgo ha desarrollado tanto la “vocación de amigo”, como la “pasión por comprender”. Uno de sus libros Ejercicios de comprensión de 1959, nos muestra esta actividad. Con “mínimos, repetidos, insistentes ejercicios de comprensión”, pero en el fondo con un esfuerzo tenaz por comprender. Comprender qué, nos preguntamos, en primer lugar, para Pedro Laín comprender es ejercitarse en elaborar “una teoría de la comprensión”, y después la pasión por comprender autores (Ortega, Menéndez Pelayo, A. Machado, Maragall, Cánovas…); en segundo lugar comprender paisajes, de Castilla o de Valencia y por último comprender obras de teatro o películas de cine.
Y sobre todo buscar la comprensión de España como nación. Así lo hace en dos artículos de 1950, titulados: Sobre el ser de España y La espiritualidad del pueblo español, que son recogidos en su libro Palabras Menores (1952).
En La espiritualidad del pueblo español nos ofrece cuatro coordenadas del pueblo español que son cuatro maneras o formas de expresarse este pueblo nuestro, según sus palabras son las siguientes:
- 1. “La instalación del español en la temporalidad de la existencia humana, su relación con el tiempo”.
- 2. “La actitud del español frente a su propia realidad personal y frente a la realidad de las restantes personas”.
- 3. “La habitual presencia de la muerte –presencia intencional, ya se entiende– en los actos vitales del español”.
- 4. “La vivencia española de la realidad sensible”.
Sobre cómo es la persona del español ha destacado que: “La creyente instalación habitual del hombre español en la esperanza no puede explicar toda la posible peculiaridad de la vida hispánica; pero esa valiosa clave interpretativa permite entender y alumbrar, creo, muchos de los entresijos de nuestra existencia histórica. Escribió Nietzsche que el rasgo principal de la historia de España consiste en “haber querido demasiado”. Con otras palabras: en que los españoles se han hallado siempre dispuestos a querer todo lo que su esperanza les mostrara posible”. (P. M. p. 104).
En relación a la realidad de la persona, del hombre español diferencia lo que ese hombre “hace” de lo que ese hombre “es”, porque: “Dos momentos estructurales, esencialmente conexos entre sí, pero muy netamente discernibles, integran la individualidad personal de un hombre: lo que ese hombre “hace” y lo que ese hombre “es”, su operación y su entidad. La operación personal viene compuesta por las creaciones originales propiamente dichas (Cervantes, creador del Quijote) y por la copia, deliberada o no, de lo que otros hicieron (Cervantes, realizador original de ciertos cánones del Renacimiento italiano). La entidad personal de cada hombre se halla constituida, a su vez, por el supuesto metafísico e individual de su propia existencia. Pues bien: se diría que el personalismo español descansa más resuelta y decisivamente sobre la entidad de la persona que sobre la operación en que esa entidad se realiza y manifiesta […] de ahí la peculiaridad del tan traído y llevado individualismo de los españoles, ese individualismo radical, metafísico […] de ahí también la índole fundamentalmente personalista del misticismo español, tan distante siempre de cualquier panteísmo”. (P. M. pp. 105-107)
El ideal manifestado por Laín en cuanto a la convivencia política de los españoles, “convivencia eficaz y armónica” entre diversas posiciones y situaciones, lo expresa con estas palabras: “Déjeseme reproducir al frente de todos ellos unas líneas de mi prólogo a la edición definitiva de España como problema: “En la España a que yo aspiro pueden y deben convivir amistosamente Cajal y Juan Belmonte, la herencia de San Ignacio y la estimación de Unamuno, el pensamiento de Santo Tomás y el de Ortega, la teología del padre Arintero y la poesía de Antonio Machado; y para salir al paso de los simples, los perezosos y los terroristas…, me esforzaré por demostrar con el hecho de mi vida y con la letra de mi obra la indudable fecundidad de tener tan varia y egregiamente poblada el alma… Si logro transvasar esta honda convicción al ánimo de un solo lector, y más aún si ese lector es joven y ambicioso, pensaré que la publicación de estas páginas ha tenido algún sentido”. Entre las filas de cuantos a una y otra mano se esfuerzan por ser <hombres de un solo libro> –pobre y terrible cosa–, tal es el designio inmediato con que ahora reitero estos Ejercicios de compresión ante quienes con buena voluntad quieran oírlos. (E.C. p. 8).
Ha abordado en las páginas de España como problema (1949) el importante y descuidado asunto de que España cuente con un proyecto de nación y ve como el gran problema es la incapacidad de los partidos políticos o de los intelectuales de izquierdas y derechas de llegar a un acuerdo, a un consenso de alcance nacional en diversos asuntos: “la causa de la dolencia española… radica justamente en la fatal incapacidad de Derechas e Izquierdas ante el empeño de entender a España como empresa nacional inmediata…, capaz de ilusión, hazaña y proyecto”. Este proyecto de nación ha de tener en cuenta la esencia de España, Pedro Laín la definía de este modo: “1. el sentido católico de la vida; 2. la unidad política y económica de la nación española; 3. respeto por la dignidad y libertad de la persona con atención a la justicia social.; 4. la concepción de España como unidad dinámica con idioma y costumbres en estado de evolución, no fijas”. (E.C.P., II, p. 445).
El humanismo de Pedro Laín consiste, sobre todo, en un afán de armonizar los contrarios, de asumir los conflictos, de buscar la paz. “Le gustaba hablar del “abrazo dialéctico”, que no era la negación de las diferencias entre los hombres o de las contradicciones de dentro de uno mismo, sino la confianza en la capacidad del hombre para superarlas”. (Reyes Mate en el diario El País 6-6-2001)
Con acierto destaca Victor García de la Concha en la personalidad y en las preocupaciones de nuestro autor, calificándolo como “un español cabal”: “Lo que Américo Castro llamó “la edad conflictiva” de España se prolongó, según Laín, en la España contemporánea en tres líneas de tensión: la religioso-ideológica, la socioeconómica y la regional. Si la primera y la segunda no pueden solucionarse más que en la comprensión y el diálogo intelectual, la tercera requiere lo que Laín soñaba en el colofón de su libro A qué llamamos España. Allí, tras el grito de “¡no más sangre!”, alzaba el programa de la España unida en la diversidad: “Una suma de términos regida y ordenada por el prefijo con, una convivencia que sea confederación armoniosa de un conjunto de modos de vivir y pensar, capaces de cooperar y competir entre sí”. (Un español cabal en diario El País 6-6-2001).
Pedro Laín ha sido un español ejemplar en la búsqueda insistente a lo largo de su vida por conocer la esencia de España y darla a conocer con sus obras, busca también detectar sus problemas y debilidades para poder “superarlos”. Una forma superar los problemas de nuestra patria, esto es, tres siglos en que nos hemos enfrentado en diversas guerras civiles, de españoles contra españoles: Guerra de Sucesión, nuestras tres Guerras Carlistas, llama Laín al siglo XIX español, “nuestro azacanado siglo XIX”, es también muy significativo el asesinato de cinco presidentes del Gobierno de España (General Prim en 1870, Cánovas del Castillo en 1897, José Canalejas en 1912, Eduardo Dato en 1921, Carrero Blanco en 1973). Los asesinos son anarquistas, republicanos o terroristas de ETA. Recordemos el sangriento y largo historial de ETA, movimiento separatista vasco, comienza en 1968 y termina en 2009 con más de ochocientos asesinados, secuestros, extorsiones o el llamado impuesto revolucionario, el exilio forzado de vascos a otras partes de España. Nuestro gran problema como nación ha sido el sistemático enfrentamiento entre bandos y la violencia de la guerra, pueblo muy guerrero el nuestro, ante lo cual propone Pedro Laín, la amistad como forma de superación de los problemas y asumir lo mejor de las posiciones de los contrarios para llegar a acuerdos. Es ineludible recordar las palabras de otro gran filósofo español, Julián Marías, cuando decía, refiriéndose a la última guerra civil española de 1936: “La guerra pudo evitarse”. Fallaron una vez más los esfuerzos de muchos o no se puso todo el empeño necesario, especialmente de políticos y sus partidos por alcanzar un consenso, por lograr una convivencia armónica y sobrevino desgraciadamente lo peor, una guerra cruel y devastadora para todos.
Para lograr la amistad lo primero que hay que hacer es superar la actitud de enemistad. Aplicado al caso de España, donde una guerra civil (1936-1939) ha enfrentado a dos bandos de hermanos, Pedro Laín es partidario de superar todas las secuelas del conflicto y asumir amistosamente lo bueno del bando contrario, es pues, una posición asuntiva y superadora. Pero no es esta tarea leve, Gregorio Marañón escribe al respecto: “Es más fácil morir por una idea, y aun añadiría que menos heroico, que tratar de comprender las ideas de los demás”. (Discurso de contestación al ingreso del Padre Miguel Batllori en la Real Academia de la Historia, 1958. Obras Completas II, p. 586).
Si alguien se preguntase porque nuestro autor adopta esta posición, tendría que tener en consideración dos razones: primero que Pedro Laín combatió en el bando contrario al de su padre y al de su hermano, incluso su padre murió durante la guerra de unas dolencias cardiacas en el mismo hospital donde prestaba sus servicios como médico. Es una situación familiar desgarrada, Laín escribe: “De un modo o de otro, el drama de la Guerra Civil había caído con enorme dureza sobre mi familia”. (D.C. p. 197). No ha olvidado nunca a pesar del correr de los tiempos el conflicto, aunque la familia se profesaba mutuo respeto, le acucia llegar a una auténtica reconciliación, consecuentemente también a nivel nacional, aspira a la superación del drama de los dos bandos enfrentados.
Pedro Laín combatió en el bando nacional o franquista y su padre y su hermano José Laín, presidente de las Juventudes Socialistas, en el bando contrario, el bando republicano. Políticamente Pedro Laín se afilió al partido de Falange Española y durante la guerra estuvo en Burgos, donde se formó un pequeño grupo, el más abierto del régimen franquista al que Pedro Laín le dio el nombre de “Gueto al revés”. El grupo estaba formado, casi en su totalidad, por grandes escritores, especialmente poetas: Dionisio Ridruejo, Pedro Laín, Antonio Tovar, Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, Gonzalo Torrente Ballester y el abogado Rodrigo Uría. Su misión durante la guerra fue el servicio de inteligencia y propaganda, estando al frente de la Dirección General el poeta y político Dionisio Ridruejo y por encima de él, el ministro de la gobernación Ramón Serrano Suñer. En segundo lugar no habría que olvidar que Pedro Laín estudió primero la carrera de ciencias químicas y después medicina en un Colegio Mayor Católico, el San Juan Ribera de Burjasot en Valencia y tal condición de católico no la abandonó tampoco nunca.
En referencia a nuestra estirpe española y la necesaria amistad ha señalado: “Pertenezco a una estirpe que con frecuencia ha confundido ensueño y realidad y que, movida por esta confusión, no pocas veces ha sido cruel y sanguinaria dentro de sí misma y frente a los otros […] pero, esta estirpe mía ha sido una de las que con más alto esfuerzo de obras y palabras ha proclamado que el hombre, por su simple condición humana, debe ser hermano para el hombre […] tal, es pienso, la mejor lección de mi pueblo. Y una hermandad que no lleve la amistad en su seno, ¿no está haciendo traición a su misma esencia?. (Una y diversa España, págs. 254-255).
Creo que el mejor premio y respaldo a las ideas y la actitud asuntiva e integradora de Pedro Laín, a su gran trabajo de constante pensador sobre el ser de España y la reconciliación de los españoles es la inclusión, en el discurso de proclamación como Rey de Felipe VI ante el Congreso de los Diputados, el 19 de Junio de 2014, de la frase: “Una y diversa España en la que todos caben”. Sabemos nosotros ahora muy bien que “Una y diversa España” es el precioso título de uno de los libros de nuestro escritor publicado en 1968 y que contiene en su interior un profundo, integrador y esperanzador proyecto político para España.
Pedro Laín Entralgo afirmaba en marzo del año 2000, un año antes de su muerte que: “Puesto que la historia ha de seguir, quiero continuar proclamando que no he dejado de creer en la inteligencia, la libertad y la dignidad del hombre.
Y por consiguiente, en la amistad”.
Notas
Pedro Laín Entralgo: Sobre la cultura española. Madrid. Editora Nacional. 1943
España como problema. Madrid. 1949; Segunda edición. 1955.
La generación del 98. Ed.Espasa-Calpe. Madrid. 1945.
Las cuerdas de la lira, reflexiones sobre la diversidad de España. 1955.
Una y diversa España. EDHASA. Barcelona. 1968.
A qué llamamos España. Espasa-Calpe. Madrid. 1971.
Sobre la amistad. Ed. Revista de Occidente. Madrid. 1972.
Descargo de conciencia. (1930-1960). Barcelona. 1976.
La guerra civil y las generaciones españolas. Ed. Karpos. 1978.
Más de cien españoles. Ed. Planeta. Barcelona. 1981.
En este país. Madrid. Ed. Tecnos. Madrid. 1986.
Españoles de tres generaciones. Real Academia de la Historia. Madrid. 1998.
Diego Gracia Guillén. Antropología de la amistad. Revista de Occidente. Nº 116. Noviembre, 1972.
Diego Gracia Guillén. Voluntad de comprensión. La aventura intelectual Pedro Laín
Entralgo. Madrid. Ed. Triacastela. 2010.
Francisco Roger Garzón. El concepto de persona y amistad en Pedro Laín Entralgo. Su formación en Valencia. Institució Alfons El Magnànim. Diputación de Valencia. 2011.