1.     Planteamiento del problema [1]

La filosofía clásica, en palabras de Buber, tiende a tratar al hombre como un ‘él’. La filosofía moderna, a partir de Descartes, tiende a tratar al hombre como un ‘yo’. A principios del siglo XX, los llamados “filósofos del diálogo” advierten de que para que ese ‘yo’ esté plenamente constituido se requiere de la presencia de un ‘tú’. “Yo llego a ser Yo en el Tú”[2] dirá Martin Buber en su libro Yo y Tú. Gracias a estos pensadores la interpersonalidad entra por la puerta grande de la filosofía.

Este descubrimiento va a generar un debate en el ámbito dialógico y personalista. El debate tiene lugar porque algunos de estos pensadores no sólo afirman que es necesaria la relación interpersonal para la constitución del ‘yo’ sino que parece que dan prioridad a la relación misma sobre las personas que entran en relación. Así, por ejemplo, cuando Buber afirma que “no existe ningún Yo en sí, sino sólo el Yo de la palabra básica               Yo-Tú”[3]. En Lévinas, por otro lado, parece que el yo existe tan sólo en la relación.

Entonces, surgieron las siguientes cuestiones:

¿Qué es primero, el sujeto personal o la relación interpersonal? ¿Es primero el ‘tú’ sobre el ‘yo’ y el ‘nosotros’? ¿Es primero el ‘yo’? ¿Es primero el ‘nosotros’?

El comunismo, por ejemplo, considera que el ‘nosotros’ es primero sobre el ‘yo’ y el ‘tú’. El ‘yo’ y el ‘tú’, para el comunismo, no puede querer más que su bien individual, que es incompatible con el bien común. Luego, para preservar el bien del ‘nosotros, en algún momento, habrá que restringir libertades del ‘yo’ y del ‘tú’ o, incluso, prescindir del ‘yo’ o del ‘tú’ mismos, como prescinde un organismo de su parte enferma.

Otros autores, sin embargo, llevados por la necesidad del ‘tú’ para la constitución del ‘yo’, entienden que dicha constitución es de orden ontológico y, por tanto, propiamente, no existe la persona hasta que entra en relación con el ‘tú’.

Por otro lado, si se comienza por el ‘yo’, podría parecer que el ‘tú’ y el ‘nosotros’ no son fruto de un encuentro interpersonal sino más bien fruto de una deducción a partir de ese primer ‘yo’. Parece que los autores que concedan prioridad al ‘yo’ tendrán que explicar en qué sentido se ‘constituye’ el ‘yo’ a partir del ‘tú’.

Este trabajo de investigación tiene por objeto descubrir cuál es la posición de Karol Wojtyla con respecto a esta cuestión. Aunque los trabajos sobre este autor no han dejado de aumentar, este tema no ha sido todavía suficientemente estudiado y de ahí que despierte un interés particular.

2.      Metodología empleada

Aparentemente los textos en los que el autor trata de la interpersonal son relativamente pocos: Amor y responsabilidad, el último capítulo de Persona y acción, el artículo ¿Participación o alienación?, el ensayo Persona: sujeto y comunidad y el libro Varón y mujer lo creó.

Amor y responsabilidad[4] es un libro de ética sexual en el que el autor afronta, por vez primera, la relación interpersonalidad. En este libro Wojtyla no se limita a estudiar la sexualidad según el esquema clásico de bien-norma-virtud sino que amplía dicha concepción (no la anula) colocándola en el marco de la relación interpersonal              varón-mujer. De ahí que sea tan importante para este trabajo de investigación. No obstante, y pese a usar términos tales como ‘subjetividad’ o ‘autodeterminación’, propiamente modernos, en este libro no ha desarrollado todavía su propia concepción de la persona, como hará años más tarde. Wojtyla se percata que debe profundizar en la realidad personal que está en la base de toda su exposición.

Y esa será la tarea que llevará a cabo en Persona y acción[5]. Es su obra filosófica de  mayor calado. Es en este libro dónde Wojtyla establece su propia concepción de la persona, en su dimensión objetiva y subjetiva, que va a estar en la base de cuánto va a decir después sobre la relación interpersonal. Aquí aparecen conceptos clave, ya desarrollados, como ‘autoconsciencia’, ‘autoconocimiento’, ‘autodeterminación’, ‘participación’, ‘psique’, ‘soma’, experiencias o vivencias… en definitiva, todas aquellas propiedades que le pertenecen a la persona y, por tanto, a cualquier ‘yo’ y a cualquier ‘tú’. Por ello, no es suficiente con explicitar lo que Wojtyla explica en el último capítulo de Persona y acción, el capítulo que versa sobre la participación. Dicho capítulo presupone todo cuanto se dice en los anteriores y no puede comprenderse sin ellos. Y lo que se afirma es tan importante que, prácticamente, el primer capítulo de este trabajo de investigación se dedica exclusivamente a él. Por ello, es todo el libro Persona y acción y no sólo su último capítulo una de las fuentes principales de este trabajo de investigación.

¿Participación y alienación?[6] es un artículo en el que Wojtyla prolonga la reflexión que comenzó en el último capítulo de Persona y acción. La persona, a través de sus acciones, puede realizarse a sí misma realizando acciones junto con otras personas, participando, o puede alienarse (y alienar) a otras personas realizando acciones junto a ellas.

Persona: sujeto y comunidad[7] es un ensayo fundamental para la realidad interpersonal en Wojtyla. Aquí aparece, por vez primera y como consecuencia de las reflexiones sobre la persona, la relación ‘yo-otro’, ‘yo-tú’ y ‘nosotros’. En ella se da un paso más en la reflexión sobre la comunidad humana y el bien común, al considerar ambas no tan sólo en su dimensión objetiva sino también en su dimensión subjetiva.

La última gran fuente de este trabajo de investigación es Varón y mujer lo creó[8]. Es un libro extraordinario en el que Wojtyla, presuponiendo la antropología de Persona y acción y, a la luz de esta, de Amor y responsabilidad, estudia la relación interpersonal             varón-mujer. Al ser, todo ‘yo’ y todo ‘tú’ o varón o mujer, en cierto modo, la relación varón-mujer se convierte en la relación interpersonal básica. No se puede ocultar, por tanto, la importancia de este texto para la cuestión interpersonal.   

Para llevar a cabo este trabajo de investigación se han tenido que superar, fundamentalmente, dos escollos. El primer escollo es la dispersión de los textos que tratan sobre la cuestión y el segundo el escollo es la naturaleza teológica del libro Varón y mujer lo creó.

La primera dificultad consistía, sobretodo, en que los textos en los que Wojtyla hablaba implícita o explícitamente sobre la interpersonalidad se encontraban dispersos en distintos libros, ensayos y artículos. El filósofo polaco no llevó a cabo una visión sistémica de su pensamiento (que, además, sufre cierta evolución) y, menos aún, de su posición sobre la cuestión interpersonal. Por ello, se ha tenido que llevar a cabo una reconstrucción metodológica y sistemática. En este sentido, uno de los objetivos de este trabajo de investigación era, precisamente, aportar una visión sistemática del pensamiento del autor en la cuestión interpersonal de la que se carecía hasta el momento.

La segunda dificultad consistía en la naturaleza teológica del libro Varón y mujer lo creó. En efecto, este escrito es un libro teológico. Pero no es tan sólo un libro teológico. Dicha obra contiene una antropología filosófica que presuponiendo los hallazgos de Persona y acción integra también las aportaciones de Amor y responsabilidad justamente en el contexto de la relación interpersonal varón-mujer. En este trabajo de investigación nos hemos limitado exclusivamente a la visión filosófica de este escrito, obviando las cuestiones teológicas. Por ello, puede ser, y es de hecho, una de nuestras fuentes.

3.      La posición de Wojtyla sobre la interpersonalidad

3.1. El ‘yo-sí mismo’

Para Wojtyla, el ‘yo’ no debe entenderse tan sólo en su dimensión objetiva sino que debe entenderse también en su dimensión subjetiva. El pensador polaco parte de la experiencia, de la experiencia cada persona tiene de sí misma y de los otros.

Para alcanzar la dimensión subjetiva de la persona, el filósofo de Cracovia parte de la experiencia de que cada uno de nosotros no sólo actúa conscientemente sino que es consciente de que actúa. La consciencia, en su primera función, acompaña nuestras acciones y refleja lo conocido (lo que la persona conoce o a la persona que conoce). A través de la segunda función de la consciencia, la persona experimenta, vive, las acciones realizadas como acciones y como sus acciones (así como puede tener vivencia de otras personas). En cierto modo, la persona subjetiviza lo objetivo, lo hace suyo. A esta segunda función de la consciencia Wojtyla la denomina reflexiva y es la que le permite hacer la siguiente distinción: una cosa es ser persona, otra conocer a sí mismo y a los demás como persona y otra tener experiencias, vivencias, de las demás personas y de sí mismo.

Así, para Wojtyla el ‘yo’ tiene una dimensión objetiva u ontológica, por la que puede afirmar que la persona lo es desde el primer instante de su concepción y no deja de serlo porque, en algunos caso (enfermedad, por ejemplo) no pueda desplegar toda su subjetividad personal y, a la vez, tiene una dimensión subjetiva, que se manifiesta en las vivencias, experiencias.

De hecho, para Wojtyla la dimensión subjetiva de la persona desvela dos vivencias fundamentales: la vivencia de ‘algo sucede en el hombre’ y la vivencia ‘el hombre actúa’.

En la vivencia ‘el hombre actúa’ se manifiesta el dinamismo de la acción, que reclama una potencialidad propia, que va a ser la voluntad entendida como autodeterminación. La voluntad, para Wojtyla, es algo más que la facultad que tiende naturalmente al bien. La voluntad, para él, es una propiedad de la persona a través de la cual la persona que libremente realiza una acción no sólo realiza una acción sino que, a la vez, se realiza a sí misma como persona al realizar la acción (si la acción es realmente buena porque las acciones malas no realizan a la persona). Por ello, Wojtyla, aunque usa el término ‘voluntad’ prefiere el término “autodeterminación”[9]. Pues en cada querer intencional de la voluntad me determino a mí mismo al realizar la acción: realizo la acción y me realizo en la acción.

En la vivencia ‘(algo) sucede en el hombre’ distinguimos el dinamismo somático-vegetativo y el dinamismo psico-emotivo que reclaman, cada uno de ellos, su propia potencialidad. Si en la vivencia ‘el hombre actúa’ nos encontramos en el ámbito de la operatividad y la trascendencia, en la vivencia ‘(algo) sucede en el hombre’ nos encontramos en el ámbito de la subjetividad (segundo sentido) y de la naturaleza (cierta necesidad). Si en la vivencia ‘el hombre actúa’ nos encontramos con el dinamismo de la acción, en la vivencia ‘(algo) sucede en el hombre’ nos encontramos con la reacción somática y la emoción psíquica, que no son acciones sino que se activan en cada persona sin que esta las haya activado libremente. De ahí que tanto las reacciones somáticas como las emociones psíquicas (que están orientadas hacia otra persona) deban integrarse libremente en las acciones personales. Dicha integración realiza a la persona como persona (no en sentido ontológico), le permite alcanzar la felicidad y facilita enormemente la relación interpersonal mientras que la desintegración personal dificulta mucho la relación interpersonal.

3.2. La relación ‘yo-otro’ y la relación ‘yo-tú’

Según Laín Entralgo, la filosofía moderna, desde Descartes hasta Husserl, parte de dos presupuestos fundamentales: ante todo nos es dado exclusivamente el propio ‘yo’ y lo que nos es dado del otro ser humano es tan sólo el fenómeno de su cuerpo y sus movimientos[10]. De ahí que, según él, aunque lo intenten, ningún pensador moderno puede llegar al ‘otro’ más que por analogía. Si esto es así en todos los casos, se podría pensar que como Wojtyla parte del ‘yo’ entonces no podrá alcanzar al ‘otro’.

Por otro lado, el método fenomenológico, al menos el del segundo Husserl, parece que no va más allá de la dimensión intencional, precisamente porque lleva a cabo la epojé, hace, en cierto modo, abstracción del ‘otro’ y, por ello, no podrá llegar a él. Pero Wojtyla describe su propio método como ‘método fenomenológico’, luego no podrá alcanzar al ‘otro’.

A esto conviene decir que, aunque es cierto que Wojtyla usa la expresión ‘método fenomenológico’ para describir su propio método, su método nunca lleva a cabo la epojé y, por tanto, tiene verdadero alcance ontológico, llega a la realidad del ‘otro’. Es más –y esto vale también para la primera objeción–, como ya se ha señalado, Wojtyla parte de la experiencia, a la vez, de sí mismo y del otro. No comienza por la experiencia de sí para llegar a la experiencia del otro. Se dan a la vez. Además, con respecto a la primera objeción, conviene añadir que Wojtyla distingue entre ser persona,co nocer personas (y conocerse como persona) y tener vivencias (de sí mismo y de los demás) como personas. Luego es ajeno a la filosofía del Wojtyla la ‘deducción’ del ‘tú’ a partir del ‘yo’ porque no nos encontramos en el ámbito del conocimiento deductivo sino en el ámbito de las vivencias.

Y en el ámbito de esas vivencias descubrimos a través de la relación ‘yo-otro’ (que es, a la vez, la más completa y la más débil), que el ‘otro’ es ‘otro yo’, en el sentido de que está constituido de forma semejante a mí (posee consciencia y autoconsciencia, conocimiento y autoconocimiento, autodeterminación, participación, dimensión psíquica y somática, etc.).Y descubrimos, además, que ese ‘otro yo’ es un ‘tú’: es una persona como lo soy yo pero es una persona distinta a mí.

Pues bien, el ‘yo’ no sólo se realiza a sí mismo a través de la realización de acciones buenas sino que también se realiza a sí mismo a través de las acción que realiza con un ‘tú’, especialmente cuando en la relación ‘yo-tú’ se da la reciprocidad. Y, muy especialmente, cuando esa reciprocidad no es una reciprocidad de egoísmos sino una reciprocidad amorosa.

3.3. Varón y mujer

Todo ‘yo’ y todo ‘tú’ o es varón o es mujer. Por ello, la relación interpersonal varón-mujer se convierte, en cierto modo, en la relación interpersonal básica.

Varón y mujer son iguales y son diferentes. Son iguales porque ambos son personas y, por ello, ambos poseen las propiedades que se han descrito anteriormente (conocimiento y autoconocimiento, consciencia y autoconsciencia, autodeterminación, dimensión psíquica y dimensión somática, etc.). A la vez, varón y mujer son diferentes porque el varón es una persona masculina y la mujer es una persona femenina.

La persona masculina es diferente de la persona femenina. A nivel somático posee órganos de los que la mujer carece. A nivel psíquico tiende a ser más sensual que la mujer y menos emotivo que ella. A nivel de don de sí mismo lo propio del varón es acoger íntegramente a la mujer y, posteriormente, salir de sí mismo y darse a ella para, en cierto sentido, permanecer en ella. A su vez, experimenta el  ‘deseo’ de posesión sensual, de ordinario, con más fuerza que ella.

La persona femenina es diferente de la persona masculina. A nivel somático posee órganos de los que el varón carece. A nivel psíquico tiende a ser más emotiva que el varón y menos sensual que él. A nivel de don de sí lo propio de la mujer es darse al varón (a veces tan sólo con su presencia o presentación) reclamando la aceptación del varón para que éste salga de sí y, en cierto modo, venga a ella. Pero también experimenta el ‘deseo’ de posesión y puede ‘presentarse’ al varón para provocar en él tan sólo una reacción sensual que lleve a una unión que no es propia del don de sí, sino más bien para la propia satisfacción sensual de la mujer o, con mayor frecuencia, para su propia satisfacción emotiva.

Ambos, la persona masculina y la persona femenina están llamados a la comunión a través de un recíproco y sincero don de sí. Es a través del amor como más plenamente varón y mujer se realizan a sí mismos y al otro. Y aquí tendrán que asumir todos los sentidos del amor: amor como atracción, amor de concupiscencia, amor de benevolencia y amor matrimonial o amor como sincero don de sí.

Si, sin embargo, ceden a la relación de ‘deseo’ o posesión del otro, se acabarán sirviendo, recíprocamente, el uno del otro tan sólo para obtener la propia satisfacción sensual o emocional. Es una relación a través de la cual cada persona se aliena a sí misma y a la otra persona y, aunque puede originar placer jamás engendra felicidad. Para Wojtyla, ni la persona ha alcanzado tal grado de don de sí que no pueda usar a la otra persona para su propia satisfacción ni está tan encerrada en su propia satisfacción que se incapacite totalmente para un auténtico don de sí.

3.4. El ‘nosotros’

La mayor parte de las acciones que realiza la persona la realiza juntamente con otros[11]. De hecho, el valor personalista de la acción consiste, según Wojtyla, en que la persona que realiza la acción conjuntamente con otras realiza verdaderamente una acción personal y se realiza a sí misma y a los otros realizando la acción. Así, la participación, en Wojtyla, en su primer sentido, debe entenderse como la propiedad de la persona por la que cuando realiza una acción ‘junto a otros’ realiza verdaderamente una acción personal y se realiza en ella (así como contribuye a que se realicen los otros).

De todo cuanto hemos visto hasta ahora, y antes de adentrarnos más profundamente en el ‘nosotros’, podemos concluir que Wojtyla defiende la prioridad del sujeto personal sobre la comunidad. En efecto, si el punto de partida se encuentra en la comunidad y no en el sujeto personal no es posible descubrir, como hemos hechos, rasgos absolutamente constitutivos de la persona como las vivencias o experiencias, la autodeterminación, la participación y la alienación, las dimensiones psíquicas y somática, etc. Además, si la prioridad pertenece al ‘nosotros’ sobre el ‘yo’ y el ‘tú’, la libertad del ‘yo’ y del ‘tú’ parece quedar comprometida.

 Por otro lado, si la prioridad pertenece al ‘tú’ no parece posible alcanzar aquellas propiedades recién mencionadas (autodeterminación, autoposesión, participación, etc.). Además, parece que todo ‘tú’ presupone un ‘yo’. Así, en la frase ‘te quiero’, en la que el objeto del querer es un ‘tú’, el sujeto de la acción es un ‘yo’, aunque esté elidido: ‘(yo) te quiero’. Luego, en cierto sentido, todo ‘tú’ presupone un ‘yo’.

Pero si comenzamos por el ‘yo’ (insistimos, el ‘yo’ que tiene experiencia a la vez de sí mismo y de los otros), no sólo advertimos, como hemos hecho, aquellas propiedades personales (autodeterminación, autoconocimiento, participación, etc.) sino que también somos capaces de advertirlas en un ‘tú’ e, incluso, de advertir la dimensión subjetiva del ‘nosotros’, como veremos a continuación.

Para Wojtyla la comunidad es, en un sentido, la quasi-subjetividad propia de la multiplicidad de sujetos (es la quasi-subjetividad y no la subjetividad sin más porque la acción, para el pensador polaco, siempre la realiza la persona) y, en otro sentido, lo que une. Pues bien, la persona se realiza a sí misma y a otra u otras personas no sólo en la dimensión interpersonal de la comunidad (‘yo-tú’) sino también la dimensión social de la comunidad (‘nosotros’).

La comunidad, para el pensador polaco, tiene una dimensión objetiva (el fin por el que las personas realizan una acción con-junta) y una dimensión subjetiva (la participación en su primer sentido: propiedad de la persona por la que al realizar una acción con-junta con otras personas no sólo realiza una acción verdaderamente personal sino que se realiza a sí misma y a las demás personas que realizan la acción). El bien común, a su vez, también tiene una dimensión objetiva (el fin al que la comunidad tiende) y una dimensión subjetiva  (la participación por la que las personas que realizan la acción, incluso sacrificando algún bien individual, se realizan a sí mismas y realizan a los demás realizando la acción conjunta. En cierto sentido, el bien común es superior a los bienes individuales.

El bien común, en cierto sentido, es superior a los bienes individuales, pero no en el sentido de que el bien común sea un todo y la persona una parte de la que se pueda prescindir, sacrificándola, para alcanzar el bien del todo. El bien común es superior a algunos bienes individuales de la persona en el sentido de que la persona, al realizar la acción conjunta, incluso sacrificando algún bien individual, se realiza con mayor plenitud (mayor incluso que en la relación interpersonal) a sí misma y a las demás personas que realizan la acción. Considerado desde este punto de vista, la superioridad del bien común está ligada a la realización de sí misma de todas y cada una de las personas que realizan la acción conjunta. Por eso, Wojtyla puede defender, a la vez, la primacía de la persona sobre la comunidad y la primacía del bien común sobre algunos bienes individuales.

Por otro lado, Wojtyla sostiene que hay un sistema superior al sistema ‘ser miembro de una comunidad’. Es el sistema ‘prójimo’. Y es aquí dónde desvela el segundo sentido del término participación: experimentar la humanidad del otro. No describe aquí ‘humanidad’ como un concepto abstracto referido a todos los hombres sino como la realidad más personal, única y diferente, de cada persona con la que tengo esa particular vivencia o experiencia. Este segundo sentido de ‘participación’ es más radical (y, por tanto, superior) al primer sentido (participación como propiedad de la persona por la cual puede realizar verdaderamente una acción personal y realizarse a sí mismo y a los demás cuando realiza una acción conjunta). Experimentar al ‘otro’ como lo que es, como una persona como yo soy una persona y, a la vez, como una persona diferente a mí, es una realidad más profunda y primera que el hecho de pertenecer a tal o cual comunidad.

Por último, Wojtyla señala que la posibilidad de la alienación no sólo existe a nivel personal e interpersonal sino también a nivel social. La alienación es la imposibilidad de realizarse a sí mismo en la dimensión interpersonal (‘yo-tú) o social de la comunidad (‘nosotros’) y, a la vez, es la debilitación o anulación de la posibilidad de experimentar al ‘otro’ como ‘otro yo’. La alienación a nivel social se encuentra, por ejemplo, tanto en el individualismo como en el colectivismo (en efecto, ambos presuponen que el hombre sólo puede buscar su propio bien individual y que ese bien no puede coincidir en ningún caso con el bien común). Wojtyla presenta su propia posición como una tercera vía al enfrentamiento entre individualismo y colectivismo: Por la participación, la persona, cuando realiza una acción con-junta con otras personas, si la acción es buena en orden al bien común, se realiza a sí misma como persona y contribuye a que las demás personas que realizan la acción se realicen también a sí mismas como personas. En cierto modo, supone el bien individual de cada persona y el bien común de todas ellas, pues todas ellas se realizan como personas al realizar la acción.

4.      Conclusión

4.1. Prioridad del sujeto personal sobre la relación interpersonal

Por un lado, Wojtyla defiende “el primado innegable del sujeto personal respecto de la comunidad”[12]. Es más, para él, “ninguna interpretación de la comunidad y de las relaciones interpersonales sería correcta si no se apoyara en una concepción ya existente de la persona en acción”[13]. Wojtyla está convencido de que “sin categorías como la ‘autoposesión’ y el ‘autodominio’ nunca llegamos a comprender a la persona en su realización con otras personas en la medida adecuada”[14].

Si comenzamos por la comunidad en lugar de comenzar por el sujeto personal, fácilmente podría suceder que, en la interpretación de la comunidad y de la relación personal, no se manifestara todo lo que es constitutivo de la persona. Y para Wojtyla, como veremos, es constitutivo de la persona, entre otras realidades, la subjetividad personal, la ‘autoposesión’ y el ‘autodominio’. En efecto, si comenzamos por la persona, por el ‘yo’, y descubrimos su dimensión subjetiva además de su dimensión objetiva, podremos también comprender la comunidad desde el punto de vista de la intersubjetividad. Pero si comenzamos por la comunidad, al ignorar la dimensión subjetiva de la persona, no alcanzaremos, entre otras cosas, la dimensión subjetiva de la comunidad.

Sólo se puede describir la subjetividad personal comenzando por el ‘yo’ personal. Y sólo si se descubre la subjetividad personal tienen sentido propiedades fundamentales de la persona tales como la ‘autodeterminación’ y el ‘autodominio’. Luego es conveniente tanto de hecho como metodológicamente comenzar por el sujeto personal en su                 co-relación persona-acción y posteriormente hablar de la comunidad personal.

4.2.  El ‘yo’ se constituye o se realiza a sí mismo a través del ‘tú’

El filósofo de Cracovia sostiene que “si se afirma a veces que el ‘yo’ es de algún modo constituido por el ‘tú’ esta afirmación conceptual requiere naturalmente ser desarrollada y estructurada”[15]. El ‘yo’ no se constituye a sí mismo en sentido ontológico a través del ‘tú’, como si antes de establecer la relación con el ‘tú’ el ‘yo’ no existiera. Para Wojtyla, el ‘yo’ ya existe como persona en sentido ontológico pero, a la vez, se realiza más plenamente como persona en las acciones que realiza junto a un ‘tú’. El ‘yo’ no es una mónada leibniziana acabada y perfecta. El ‘yo’ es una persona pero es una persona que puede crecer como persona y realizarse cada día más plenamente como tal y eso lo hace, la mayor parte de las veces, a través de un ‘tú’.

4.3. El varón se realiza a sí mismo a través de mujer (y viceversa) en el amor matrimonial

En Wojtyla el ‘yo’ se constituye a sí mismo a través del ‘tú’ en el sentido de que se realiza a sí mismo más plenamente como persona en las acciones que realiza junto a un ‘´tú’. Pues bien, todo ‘yo’ y todo ‘tú’ o es varón o es mujer. Ambos son personas y ambos son personas distintas. Y esto, como veremos en el capítulo tercero, es lo que hace que, en cierto sentido, la relación varón-mujer se convierta en la relación interpersonal más básica. Por lo tanto, no tendrá nada de sorprendente que Wojtyla afirme que el varón se realice a sí mismo a través de las acciones que realice junto a una mujer y que la mujer se realice a sí misma a través de las acciones que realice junto a un varón. Sí que supondrá cierta novedad que Wojtyla afirme, como veremos, que dicha realización alcanza la mayor plenitud de ambos en el amor:

Conviene subrayar aquí que el amor es la realización más completa de las posibilidades del ser humano. Es la actualización máxima de la potencialidad propia de la persona que encuentra en el amor la mayor plenitud de su ser, de su existencia objetiva. El amor es el acto que de manera más completa explaya la existencia de la persona. Para que esto ocurra es indispensable, evidentemente, que sea verdadero”[16].

4.4. El ‘yo’, varón o mujer, se realiza más plenamente a sí mismo y a los demás en el ‘nosotros’

Si el ‘yo’ es ontológicamente persona pero, a la vez, es susceptible de crecimiento, de perfeccionamiento personal a través de las acciones que realiza junto con otros, entonces no sólo se realizará a sí mismo a través de las acciones que realiza junto a un ‘tú’ sino que también se realizará a sí mismo en las acciones que realiza en un ‘nosotros’, es decir, en las acciones que realiza de manera con-junta con otras personas. En cierto modo, incluso se realizará más plenamente porque se realizará a sí mismo y contribuirá con su acción a la realización de cada uno de los otros.

El filósofo polaco defiende, por tanto, al mismo tiempo, la prioridad del sujeto personal sobre la relación interpersonal y que este ‘yo’, varón o mujer, se constituye o realiza a sí mismo a través del ‘tú’ y a través del ‘nosotros’.


[1] Resumen de la tesis doctoral publicada con el mismo título en la Universidad Católica de Valencia (enero de 2015).

[2] Buber, M., Yo y Tú, Caparrós Editores, Madrid, 1998, p. 18 (a partir de ahora, Buber, M., Yo y Tú, p. 18).

[3] Buber, M., Yo y Tú, p. 11.

[4] Wojtyla, K., Amor y responsabilidad, Palabra, Madrid, 2009. Traducción del polaco por Jonio González y Dorota Szmidt. Título original: Mitosz i odpowedzialnosc (KUL, Lublin, 1979). (A partir de ahora, Amor y responsabilidad).

[5] Wojtyla, K.Pers, ona y acción, Palabra, Madrid, 2011. Traducción del polaco por Rafael Mora Martín. Título original: Osoba i czyn (KUL, Lublin, 1994). Hay dos versiones anteriores de Osoba i czyn, la primera publicada en Cracovia en 1969 y la segunda también en Cracovia en 1985. Sin embargo, como señala Burgos, la versión definitiva se publicará en Lublin en 1994: “La primera versión oficial publicada de la obra data de 1969 (Osoba i czyn, ed. de Marian Jaworski, Poslkie Towarzystwo Teologiczne, Cracovia, 1969). Posteriormente, el autor revisó y corrigió su obra en dos ocasiones. Para la segunda edición polaca, que preparó A. Poltawski en 1985 (Osoba i czyn, Polskie Towarzystwo Teologiczne, Cracovia 1985), y para la tercer y definitiva edición polaca, que prepararon Tadeusz Styczen, Wojciech Chudy, Jerzy Galkowski, Adam Rodzinski y Andrzej Szostek en 1994 (Osoba i czyn oraz inne studia antropologiczne, Towarzystwo Naukowe, KUL, Lublin 1994)”, (Nota editorial de Burgos, J.M., en Wojtyla, K., Persona y acción). Puesto que la versión definitiva es la de 1994 y la traducción al castellano de Rafael Mora –que es la que se ha usado aquí– se hace a partir de esta versión definitiva, hemos preferido mencionar esta versión en lugar de la publicada en Cracovia en 1969, a pesar de ser la primera. (A partir de ahora, Persona y acción).

[6] Wojtyla, K., ¿Participación o alienación? en Wojtyla, K., El hombre y su destino, Palabra, Madrid, 1998. Traducido por Pilar Ferrer. Texto preparado por el autor para el coloquio internacional del Friburgo organizado por la ‘Société Internationale pour l’étude de Husserl et la Phénomenologie-Forschungsellschatf für Phänomenologie’ con el título ‘Soi et autri: la crise de l’irreductible dans l’homme’; el coloquio tuvo lugar el 28-29 de enero de 1975 en Friburgo y fue publicado en Annali Filosofici de la Universidad de Friburgo, y seguidamente en Analecta Husserliana 6(1977), p. 7-16.

[7] Wojtyla, K., La persona: sujeto y comunidad, en Wojtyla, K., El hombre y su destino, Palabra, Madrid, 1998. Traducido por Pilar Ferrer. Título original: Osoba: podmiot i wspolnota. Publicado en ‘Roczniki Filozoficzne’ 24 (1976). (A partir de ahora, Persona: sujeto y comunida

d).

[8] J

uan Pablo II, Varón y mujer lo creó, Ediciones Cristiandad, Madrid, 2000. Traducción coordinada por Alejandro Burgos Velasco. Título original: Uomo e donna lo creò. Catechesi sull’amore umano.

[9] Así lo dice expresamente el filósofo de Cracovia: “El descubrimiento de la voluntad no se reduce únicamente al momento de la volición, a la vivencia ‘quiero’, donde se contiene el momento de la libertad identificable con la vivencia ‘puedo, pero no tengo que’. A pesar de que estas vivencias pertenecen a la esencia de la acción y también de la moral, sin embargo la voluntad (y la libertad interior) del hombre tiene todavía otra dimensión experimental. En esta dimensión la voluntad se manifiesta más como propiedad de la persona, que es capaz de realizar acciones justamente porque posee esa propiedad. Esta relación podemos también invertirla y decir que la persona se descubre a partir de la voluntad, y no solo la voluntad a partir de la persona y en la persona. Cada acto confirma y a la vez concreta esta relación, en la que la voluntad se revela como propiedad de la persona; y la persona, a su vez, como realidad que se constituye propiamente por la voluntad desde el punto de vista de su dinamismo. Definimos a esta relación como autodeterminación”, (Wojtyla, K., Persona y acción, p. 167).

[10] “Con Husserl llega a su culminación el ‘yoismo’ del mundo moderno, ese trisecular empeño del hombre por hacer del yo la realidad originaria de todo posible saber y de toda posible acción. Con la excepción de Hegel, cuyo ‘yoismo’ fue en rigor ‘nosismo’, y a la postre panteísmo, los pensadores de Occidente han procedido frente al otro como si fuesen obviamente claras estas dos proposiciones: 1ª, que ante todo nos es dado exclusivamente el propio yo; y 2ª, que lo que ante todo nos es dado de otro ser humano es el fenómeno de su cuerpo, sus forma y sus movimientos, y que únicamente fundados sobre estos datos de su apariencia física podemos llegar –de uno u otro modo– a suponerle animado, a suponer la existencia de un yo ajeno. (…) Ahora (…) me limitaré a repetir, con Ortega, que partiendo de estos tales supuestos nunca podremos llegar hasta el otro. (…) No puede extrañar que desde el Discurso del método (1637) hasta las Meditaciones cartesianas (1931), casi todo el pensamiento moderno haya oscilado sin estación intermedia entre el solipismo y el panteísmo”, (Laín Entralgo, P., Teoría y realidad del otro, Revista de Occidente, Madrid, 1961, p. 171-172).

[11] “Puesto que hemos comenzado por el hecho (por la experiencia) de que ‘el hombre actúa’, al concluir debemos al menos indicar que muy frecuentemente (sino siempre) ‘el hombre actúa junto con otros’ de algún modo, y, por tanto, en una dimensión ‘intersujetiva’”, (Wojtyla, K., Persona y acción, p. 375).

[12] Wojtyla, K., La persona: sujeto y comunidad, p. 73-74.

[13] Coll, J.M., Entre las filosofías de la persona y el personalismo dialógico, en Burgos (Ed.), La filosofía personalista de Karol Wojtyla, Palabra, Madrid, 2007, p. 216.

[14] Burgos recoge esta afirmación de Wojtyla sacada de ‘Analecta Cracoviensia’: “En la discusión que se publicó en ‘Analecta Cracoviensia’ (…) se presentó una contrapropuesta a Persona y acción tanto en su contenido como en su método. Según el planteamiento de esta contrapropuesta el conocimiento fundamental del hombre en cuanto persona es el que emerge en su relación con otras personas. El autor aprecia el valor de este tipo de conocimiento, sin embargo, después de repensar los contraargumentos, sigue manteniendo la posición de que el conocimiento básico del sujeto en sí mismo (de la persona mediante la acción) abre un camino para comprender en profundidad la intersubjetividad humana. Sin categorías como la ‘autoposesión’ y el ‘autodominio’ nunca llegaremos a comprender a la persona en su realización con otras personas en la medida adecuada”, (Burgos, J.M., Introducción al personalismo, Palabra, Madrid, 2012, p. 152).

[15] Wojtyla, K., La persona: sujeto y comunidad, p. 80.

[16] Wojtyla, K., Amor y responsabilidad, p. 102.